Marcha por Silvia Suppo ¡Esclarecimiento y Justicia!

domingo, 11 de abril de 2010

La única condena aceptable para los represores es la prisión perpetua

Por Ana Oberlin*
 
¿Por qué no cabe otra condena que la prisión perpetua para los cinco represores juzgados en el primer juicio oral de Rosario por crímenes de la última dictadura militar?
Desde el 31 de agosto del año pasado transcurrió en Rosario el primer juicio oral a represores por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar. El jueves 15 al mediodía llegará a su fin cuando sea leído el veredicto de los jueces del Tribunal Oral Número 1 Otmar Paulucci, Beatriz Caballero y Jorge Venegas Echagüe.

Numerosos testigos participaron de este juicio aportando, con una valentía que nos llena de orgullo y nos emociona, su testimonio. Estos relatos le mostraron al tribunal y a los rosarinos la crudeza de los hechos que se están juzgando y las terribles consecuencias que tuvieron en la vida de todas las víctimas, quiénes a pesar de que pasaron 32 años pudieron reconstruir el calvario que vivieron durante su paso por los cinco centros clandestinos de detención investigados -los que fueron reconocidos judicialmente durante el proceso penal o en la búsqueda desesperada de sus seres queridos que fueron desaparecidos.

Además, incontables documentos provenientes de las más diversas fuentes -los más destacados sin dudas fueron los de las agencias de inteligencia mexicana, paraguaya y del Departamento de Estado Norteamericano, que probaron la existencia de lo que se llamó la Operación México, y los provenientes de la Conadep se sumaron al marco probatorio que tuvo una característica principal: coincidir exactamente como si se tratara de un rompecabezas cuyas piezas se ensamblan a la perfección.
A esto se sumaron elementos que diferenciaron este proceso de otros: uno de los imputados rompió el pacto de silencio que une a los represores desde hace más de 30 años y dio detalles de lo que fue el accionar represivo en una de las zonas más importantes del país. Eduardo Costanzo, ex personal civil de inteligencia del Destacamento de Inteligencia 121, dio detalles escalofriantes de su actuación y de la de sus compañeros de "la patota" que tuvieron cómo consecuencia, entre muchas otras, los 16 homicidios y las 29 privaciones ilegítimas de la libertad y aplicación de tormentos que se juzgaron. Y otro represor, Gustavo Bueno, también confesó cómo "operaron" los integrantes de este grupo de tareas que integró la maquinaria genocida puesta en marcha por la dictadura para aniquilar opositores e imponer un modelo económico en favor de los grandes capitales nacionales e internacionales, en perjuicio de las mayorías y los trabajadores argentinos.
Entre los delitos probados en este juicio están los secuestros, las torturas y los asesinatos de Eduardo Toniolli y Fernando Dussex, que estuvieron privados de su libertad en la Calamita, la Quinta de Funes, la Intermedia y la Magnasco, cuatro centros clandestinos que tuvieron como característica central el sometimiento a las condiciones más terribles e inimaginables a víctimas indefensas. En los tres últimos ccds mencionados, también estuvo prisionera Raquel Negro, quien pese a haber estado embarazada de casi siete meses de mellizos, padeció las más horribles vejaciones. Entre estos delitos, además, están incluidos la privación ilegítima de la libertad y los tormentos que sufrió Olga Regina Moyano mientras estuvo cautiva en el quinto centro clandestino de detención investigado en esta causa: la Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu. Olga prestó uno de los testimonios más conmovedores que escucharon los jueces y fue la víctima sobreviviente de este juicio que más tiempo vivió en el infierno que montaron Guerrieri, Fariña, Amelong, Pagano y Costanzo, entre otros represores.

El resultado de estos meses fue impactante: el estado sólo jurídico de inocencia del que gozaban los imputados, previsto cómo una garantía en nuestro estado de derecho, fue aplastado por la fuerza y la contundencia de la verdad, transparentada en la prueba producida. No quedan dudas de que Guerrieri, Fariña, Amelong, Pagano y Costanzo, merecen que se les aplique la máxima pena establecida en nuestro código penal, la prisión perpetua. Tampoco hay margen para que los jueces permitan que esta prisión no sea efectiva y deberán pasarla en una cárcel común, cómo cualquier persona que es condenada por delitos de tanta gravedad en nuestro país.

Por lo abrumadora que fue la prueba en este juicio, estamos seguros de que está vez va a haber tenido sentido que los testigos hayan expuesto su dolor y transitado otra vez los espantos que fueron obligados a vivir. Estamos seguros de que a partir del jueves vamos a volver a creer en la Justicia, que tantas veces le garantizó impunidad a los represores y nos obligó a tener que verlos caminando libres por ahí como cualquiera de nosotros. También esta primera condena nos va a demostrar que esta pelea, que dimos junto a muchos otros, tuvo y tiene sentido.
Y esta vez, al fin la prisión nos va a gustar. Sin dudas.

*Integrante del equipo jurídico de H.I.J.O.S. Rosario.

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