Marcha por Silvia Suppo ¡Esclarecimiento y Justicia!

sábado, 26 de abril de 2014

“El peor castigo que tienen es vernos vivos”

(Argenpress - Redacción Rosario) Foto: Manuel Costa.

Con la declaración de tres testigos y la ampliación de indagatoria de uno de los diez acusados continuaron este jueves, en el Tribunal Oral Federal 2 (TOF2) de Rosario, las audiencias del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura en la causa denominada “Feced II”. “Esto es justicia, esto es tener paciencia y esperar, el peor castigo que tienen (los acusados) es vernos vivos y que no nos destruyeron”, planteó una de las sobrevivientes.

En el juicio se ventilan los casos de 40 víctimas del terrorismo de Estado que pasaron por el centro clandestino de detenciones que funcionó en el Servicio de Informaciones (SI) de la Policía de Rosario, el principal campo de concentración del sur santafesino.

La sobreviviente Ester García Bernal relató ante el Tribunal su secuestro ocurrido el 17 de agosto de 1977 junto a su pareja, su hija de tres años y un grupo de personas que estaba en su casa.

La testigo identificó a varias de las víctimas con las que compartió cautiverio en el SI y a algunos de los diez ex policías santafesinos acusados en el juicio. “Me llevan a una pieza, estoy con mi hija en brazos, y es un momento muy difícil porque mi hija se agarra a mí, y ellos la tiraban, y el momento difícil es cuando yo tuve que soltarla de mí, la llevan por mucho tiempo no se a dónde y después de 34 años habló y me dijo adónde se la llevaron”, contó.

También dio testimonio de las torturas recibidas al recordar que “me amenazan de llevarme a la parrilla”. “Era de metal, me sacan la ropa, me ponen un trapo en la boca, me acuestan en la camilla, me atan, me ponen una especie de pinza al costado del cuerpo y me torturan”, dijo.

García Bernal agregó que “primero empiezan con picana de 120, y luego piden la de 225, por mucho tiempo, yo pienso ocho horas aproximadamente, me torturan en diferentes partes del cuerpo”.

La sobreviviente del SI dio detalles del traslado a otro lugar, posiblemente el centro clandestino “La Calamita”, y la visita a un Médicio tras una infección que sufrió en la tortura.

También precisó nombres de otros detenidos-desaparecidos que vio en el SI y el de los torturadores que le aplicaron tormentos.

“A nosotros nos costó mucho sobrevivir a la propia vida”, dijo, y recordó que tras dar testimonio en 1984 “fueron pasando cosas, el indulto, la Obediencia Debida”.

“Por eso –abundó– agradezco tanto el poder estar acá, cuando creíamos que ya no iba a haber juicios. Buscamos justicia, no venganza”.

Además, la testigo puntualizó “vivir todos los días pensando en esto era imposible” por lo que, dijo, “traté de guardarlo en un lugar de la memoria”.

“Esto es justicia, esto es tener paciencia y esperar, el peor castigo que tienen (los acusados) es vernos vivos y que no nos destruyeron. ¿De qué vale la vida de estos hombres después de lo que nos hicieron? No le tengo lástima a estos tipos, ellos destruyeron mucho, pero la memoria no la destruyeron, está viva”, concluyó García Bernal.

En la audiencia de este jueves ante el TOF2 de Rosario, integrado por los jueces Noemí Berros, Roberto López Arango e Ivón Vella, también prestaron testimonio la abogada Olga Cabrera Hansen, víctima del terrorismo de Estado e integrante de la CONADEP Rosario; y el sobreviviente del SI Alberto Chiartano.

Finalmente, amplió su declaración indagatoria el ex policía Carlos Ulpiano Altamirano, quien negó las acusaciones en su contra y dijo que el apodo de “Caramelo”, con el que lo conocieron las víctimas, correspondía en realidad al apellido un efectivo “de Prefectura”.

En el juicio están imputados, además de Altamirano, los ex policías Eduardo Dugour, Ernesto Vallejo, Pedro Travagliente, Ovidio Olazagoitía, Julio Héctor Fermoselle, Ramón Telmo Ibarra, Lucio César Nast, Ricardo José Torres y José Rubén Lo Fiego.

viernes, 25 de abril de 2014

Confirman fallo contra cinco represores de Rosario

Las condenas no se revisan

La Cámara Federal de Casación denegó el recurso de represores del Batallón 121 de llegar con su reclamo a la Corte Suprema. Amelong, uno de los sentenciados, ahora se quedó sin argumentos para defender la vigencia de su matrícula como abogado.

La sala III de la Cámara Federal de Casación Penal confirmó las condenas aplicadas a los cinco represores de la primer causa por terrorismo de estado que se celebró en Rosario, conocida como Guerrieri I, en abril de 2010. Los sentenciados a prisión perpetua -cuyo recurso fue rechazado- son Oscar Guerrieri, Walter Pagano, Daniel Amelong, Eduardo Costanzo y Jorge Fariña. "Celebramos las primeras cinco condenas firmes de la ciudad de Rosario en crímenes de lesa humanidad", plantearon desde la agrupación HIJOS a través de un comunicado de prensa difundido ayer. "Técnicamente el fallo quedó firme", indicó el abogado de HIJOS Rosario, Alvaro Baella, quien explicó que ahora "el debate sobre la matrícula de abogado de Amelong devino abstracto".

El tribunal de alzada dio a conocer el fallo en el que no hizo lugar al recurso solicitado por un grupo represores del Batallón 121 de Inteligencia del Ejército. Los sentenciados habían pedido a Casación llegar hasta la Corte Suprema con el reclamo de que sean revisadas sus condenas a prisión perpetua, luego de que la Sala III de la Cámara Federal de Casación Penal, confirmara el año pasado la sentencia del Tribunal Oral Federal N? 1 de Rosario. Pero la solicitud les fue denegada.

"La Sala III de la Cámara Federal de Casación Penal, integrada por los jueces Liliana Catucci, Eduardo Riggi y Mariano Borinsky, había dictado sentencia el 5 de diciembre pasado, en el expediente Amelong", recordó el parte de prensa de HIJOS.

Según aquel fallo, en la causa quedó probado que existió un "plan" sistemático y global con el objetivo de exterminar a militantes políticos, que fue ejecutado, entre otros, por el Destacamento de Inteligencia 121, cuyos integrantes Oscar Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Eduardo Rodolfo Costanzo, Jorge Alberto Fariña y Walter Salvador Dionisio Pagano llevaron a cabo esta tarea, en diferentes lugares físicos y en diferentes tiempos, actuando en los siguientes centros clandestinos de detención, primero en la quinta "La Calamita", luego en la "Quinta de Funes", a continuación en la "Escuela N? 288 Osvaldo Magnasco", posteriormente en la quinta "La Intermedia" perteneciente a la familia de Amelong y por último en la "Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu".

La Sala III rechazó entonces los recursos de Casación planteados por las defensas confirmando las condenas a las penas de prisión perpetua e inhabilitación absoluta dictadas a los represores; y ahora rechazó el pedido de llegar con ese reclamo a la Corte Suprema de la Nación.

"Lo único que les queda es un recurso de queja ante la Corte, pero este no tiene efectos suspensivos, es decir que técnicamente la condena queda firme", aseguró el abogado de HIJOS Rosario.

En ese sentido, sobre la polémica alrededor de la matrícula de abogado del represor Amelong, Baella planteó que "ante esta resolución de Casación el Colegio de Abogados le debería quitar definitivamente la matrícula".

"Queremos destacar la discusión que vino dando el Colegio de Abogados de Rosario en relación a este tema. Mientras esta institución continúa dando el debate, ahora ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), se da a conocer este fallo que resulta inapelable para quienes se opusieron a la cancelación de la matrícula de Amelong", añadió Baella.

Desde HIJOS adelantaron que enviarán una copia de la resolución de Casación al Colegio de Abogados, ya que insistieron que ante este dictamen "el Colegio podrá actuar, ahora sin cuestionamientos de ningún tipo, y quitarle la matrícula de abogado a este represor". La iniciativa había sido impulsada durante la presidencia de Ignacio Del Vecchio.

domingo, 20 de abril de 2014

Una treintena de expedientes judiciales de 1975 a 1979, arrumbados en un juzgado

Mirá lo que encontré atrás de este armario
 Corresponden a habeas corpus, NN muerte dudosa y hasta privación ilegítima de la libertad. Ahora se informó a la Corte y a la justicia federal para que sean clasificados. No saben si podría haber más papeles de la dictadura.

 Por Alicia Simeoni

Alrededor de 30 expedientes judiciales iniciados entre 1976 y 1979 -habeas corpus, NN muerte dudosa, privación ilegítima de la libertad-, fueron atados y enviados en dos remesas desde el Juzgado de Instrucción de la 1ª Nominación al Archivo de los Tribunales Provinciales de Rosario, ubicado en la planta baja del edificio. Esos expedientes "paralizados" que no terminaron en sentencia, quedaron arrumbados en el juzgado que por aquellos años estuvo a cargo del juez Carlos Alberto Serrano Brignardello. Los magistrados que le siguieron en el juzgado no hicieron nada distinto con esas causas, ni los secretarios que pasaron por allí, que entre otras tareas tienen la de remitir lo que corresponde a esa especie de biblioteca de sucesos sociales que es el Archivo. Un interrogante surge, entonces, obligado: ¿La Corte Suprema de Justicia tomará las medidas conducentes para asegurar a la sociedad toda que no existe documentación similar en los otros juzgados?. Y que para el caso que la haya será preservada. Esta tarea hasta ahora no fue ordenada.

El traslado realizado en diciembre pasado fue parte de los movimientos internos realizados en el edificio para la adecuación de salas con vistas al comienzo del proceso oral. Más allá del envío habitual de expedientes que realizan los distintos juzgados, la Corte Suprema de Justicia ordenó sobre turnos en esa labor de clasificación y posterior destino en los espacios de dos subsuelos y un entrepiso que componen el Archivo con sede en Rosario y que dirige Carlos Corbo.

-"Venga a ver esto", dijo una empleada del sector a Corbo cuando, entre sorprendida y alarmada, encontró, entre tantos viejos papeles, las carpetas que dan cuenta de hechos vinculados con delitos de lesa humanidad. "De inmediato guardé esos expedientes y le informé a la Corte", dijo a Rosario/12 Carlos Corbo, quien está al frente del Archivo desde dos años y medio atrás, y recuerda que desde que llegó, se dio la tarea de identificar expedientes relacionados con el genocidio en la Argentina.

Con este nuevo hallazgo, también se dio aviso a la Unidad de Asistencia en Derechos Humanos de la Justicia Federal que está a cargo del fiscal Gonzalo Stara y a la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Santa Fe.

Desde que Serrano Brignardello ocultó, arrumbó u olvidó esos expedientes, tampoco los vieron los jueces que lo sucedieron en el cargo, Alberto González Rímini, Carina Lurati y quien hoy está al frente de Instrucción 1ª Roxana Bernardelli.

"El trabajo de archivo es riguroso, se coteja expediente por expediente antes de que cada pieza pase al destino del archivo que consta de aproximadamente 1.400.000 unidades", indicó Corbo, quien también explicó qué ocurre con las causas que están paralizadas, ya que al cabo de 15 años de esa situación son destruidas.

Entre esas causas encontradas en Instrucción 1ª está la que corresponde a la muerte de Guillermo Dawson, quien durante la dictadura figuraba como muerto en un enfrentamiento en octubre de 1976. Ahora el fiscal Gonzalo Stara analiza a qué causa incorporará la prueba encontrada.

Suele decirse en los pasillos de Tribunales que lo que un juez "cajonea, nadie más toca" y, con estos expedientes parece ser lo que ocurrió.

El director del Archivo ordenó que todas las causas queden guardadas a perpetuidad, mientras la Justicia Federal requirió el envío de algunas y la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia llevó fotocopias certificadas por el propio Corbo. Este diario consultó al secretario de Gobierno de la Corte, Eduardo Bordas acerca de la posibilidad de que puedan producirse hallazgos similares en los otros juzgados de Instrucción. Cabe recordar que durante el proceso militar existían sólo siete juzgados de Instrucción con dos secretarías cada uno y que luego, a partir de 1973, se desdoblaron en los 14 que existen actualmente. Bordas opinó que esos expedientes pueden haber sido retenidos para alguna investigación y que se siguió "una secuencia normal"

El fiscal Stara evaluó que la prueba documental encontrada resulta de interés para las causas sobre el terror de estado. "Dado el tiempo transcurrido y la magnitud de los delitos cometidos mediante el aparato estatal, cualquier aporte, aún el mínimo, reviste la potencialidad de abrir nuevos caminos en la investigación de la identidad de los responsables, el destino final de las víctima e incluso la ubicación de niños o niñas cuya identidad permanece sustraída. Descuento que se agotarán los recursos -continuó-, a fin de asegurarnos que hasta el último documento se encuentre a disposición de la investigación de los crímenes más graves que el ordenamiento jurídico prevé".

miércoles, 16 de abril de 2014

Entrevista con Celina "Queca" Kofman, fundadora de Madres de Plaza de Mayo de Santa Fé

"
Queremos traspasar a los jóvenes los sueños de nuestros hijos".

Tiene 90 años y le molesta su cadera, pero igual se las ingenia para llegar a donde la lucha la convoca. Ahora sigue de cerca la causa por el Operativo Independencia en Tucumán, donde se investigan los casos de 270 víctimas. Entre ellas, su hijo Jorge que sigue desaparecido.

"Con las Madres de Rosario había mucha relación, ahora están como nosotras, somos una especie en extinción", dice Queca

Por Sonia Tessa

Celina "Queca" Zeigner de Kofman trazó la huella de su búsqueda desde el 18 de junio de 1975, cuando el Ejército bajó de un colectivo en una ruta de Tucumán a su hijo menor, Jorge. Fue fundadora de Madres de Plaza de Mayo primero en Concordia y luego en Santa Fe, adonde se mudó en plena dictadura a pedido de su amiga Alejandra "Cuqui" Ravello para acompañarla en los primeros pasos de la Asociación y también para estar más cerca de otro de sus hijos, Hugo, que había sido cesanteado por la Universidad Nacional del Litoral. Con su pañuelo blanco, sus 90 años recién cumplidos y aunque deba caminar con andador, Queca es infaltable en cualquier lucha que la convoque. Allí estuvo, como siempre, el 24 de marzo en la Plaza del Soldado de la capital provincial, encabezando la marcha del Día por la Memoria, Verdad y Justicia. Hace planes para presenciar el juicio oral por el Operativo Independencia, que tiene a su hijo entre las 270 víctimas. "Quiero que la gente joven me acompañe al primer día de audiencias", adelanta. En marzo se festejaron sus 90 años. Con su voz gruesa, en la que se cuelan años de docencia, Queca se emociona al recordar la fiesta que le hicieron entrerrianos y santafesinos, y a cada momento recuerda que su pañuelo blanco la convierte en "madre de los 30 mil", no sólo de su amado Jorge.

La casa de Queca está en Barranquitas, un barrio de casas bajas, con unos pocos árboles en sus veredas, tirando al oeste de Santa Fe. Al entrar por un garaje, lo primero que llama la atención es la proliferación de fotos, cuadros, recuerdos y los homenajes que le hicieron. En la mesa ratona del ingreso hay una foto grande su hijo Jorge, con la leyenda "Hipicito", el nombre que adoptó como militante del Ejército Revolucionario del Pueblo. Al lado hay un cuadro del Che. "Jorge era fanático del Che", dice ella. En el living comedor, sobre un mueble largo también repleto de fotos se ve a los hijos, las nueras, nietos y los seis bisnietos. Cada imagen tiene su historia, y ella las desgrana. Entre tantos retratos, se la ve con el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. "Lo vi en Rafaela, adonde fui con mi hijo Hugo. Le dije que cuando el ejército sandinista liberó Nicaragüa, sentí que eran nuestros hijos y Cardenal se puso a llorar", relata. También se la ve, en otra foto, abrazada con el presidente uruguayo José Pepe Mujica.

Sentada en el living, acompañada también por Lucila Puyol, militante de HIJOS Santa Fe, Queca asegura que siempre acompañó la militancia de sus hijos. Y es fácil creerle. "Los entendí. Los tres eran militantes, yo no era militante pero tenía esa formación socialista de mi padre, de mis abuelos. Estaba de acuerdo, pero yo estaba dedicada a la escuela, a los chicos, tenía una escuela muy grande que me absorbía todo el día", rememora los tiempos previos a la desaparición de Jorge, que cambió dramáticamente su vida. Empezó como maestra rural en una escuela ubicada a 50 kilómetros de Concordia. Allí vivió, y allí hicieron la primaria sus tres hijos, Héctor, Jorge y Hugo. "Cuando Héctor, el mayor, necesitó empezar la secundaria, pedí traslado a Concordia", rememora esta mujer nacida en 1924.

En 1975 estaba en condiciones de jubilarse pero decidió seguir trabajando. Era directora de la escuela Belgrano de Concordia. "No quería jubilarme porque mis hijos estaban todos estudiando, Hugo en Santa Fe, Héctor, que también estuvo clandestino y el menor, que está desaparecido todos estudiaban. Estábamos mi marido y yo solos, él trabajaba también, era agricultor. Entonces yo decidí seguir trabajando. Había hecho el curso de la Alianza Francesa y el día que me recibí me nombraron profesora en primer año. Alcancé a dar una sola clase y me avisaron de la desaparición de mi hijo", cuenta los momentos previos a esa llamada que cambió su vida.

Apenas recibió el llamado de Tucumán, Queca viajó a reclamar por su hijo. Excluye cualquier ingenuidad en su relato. "No hay palabras para describir lo que fue Tucumán en el año '75. Primero, habían eliminado muchísimos abogados. Conseguimos uno, Angel Pisarello, que después también lo mataron. En la sala de espera del estudio de Pisarello conocí la primera Madre, era la madre del soldado Ledo, Marcela Brizuela de Ledo. Estábamos conversando ahí, esperando el turno para hablar con el abogado. Eran puras madres de Tucumán con quienes seguí trabajando después. Ella me contó que estaba desesperada", dice Queca y trae en tiempo presente el diálogo de entonces.

-Falta mi hijo. Estaba haciendo el servicio militar en La Rioja y lo llevaron a Tucumán. Está bajo las órdenes de (Raúl) Milani y hace dos semanas que no puedo comunicarme con él -dijo Marcela, mientras lloraba sin parar y preguntó: -A vos ¿quién te falta?.

-Mi hijo, pero hace un año y pico que lo vengo buscando- respondió Queca.

-Un año y pico, me muero, me muero si no lo encuentro en un año y pico- respondió Marcela de Ledo.

Tras el recuerdo, Queca hace un salto: "Después nos encontrábamos en la sede de Madres y ella me decía: 'Pasó un año, pasaron dos, pasaron tres, pasaron cuatro y estoy luchando'".

Por estos días tiene dificultades para ir a las reuniones semanales del Foro por los Derechos Humanos debido a los problemas de cadera, pero Queca se las ingenia para saber qué pasa a través del correo electrónico. Lee los resúmenes todas las semanas en la computadora. "Leo Página/12 y una vez a la semana Clarín, que compraba desde que salió. Entonces, lo compro para escuchar dos voces y saco mis propias conclusiones", dice.

Sigue de cerca la causa por el Operativo Independencia, abierta en 2012 por el juez Daniel Bejas, que tiene 16 procesados y 270 víctimas. La semana pasada, los fiscales Pablo Camuña y Patricio Rovira pidieron que la ex presidenta Isabel Martínez de Perón sea indagada por ese operativo iniciado en Tucumán el 5 de febrero de 1975. Allí estaba Jorge Kofman, y viajaba hacia Córdoba, para conocer a su hija Sabina, recién nacida, cuando fue secuestrado en la ruta.

La búsqueda de Queca en Tucumán fue peligrosa también. "El abogado Pisarello, que fue la persona más maravillosa que conocí en mi vida estaba muy preocupado por Hugo, mi hijo del medio, que nos había acompañado. Decía que había que sacarlo urgente de Tucumán porque corría peligro", relató sobre aquella búsqueda. "Después, el abogado se enteró de que en Famaillá había un campo de concentración, la Escuelita, y me dijo que tenía algunos datos. Nos mandó a un bar, para que le lleváramos una carta a un tipo. Cuando llegamos ahí, y le entregué la carta, el hombre se fue corriendo a la escuelita de Famaillá, ya que tenía el bar a una cuadra", rememora Queca y hace un paréntesis para que el relato tenga sentido. "Nosotros somos de origen judío, pero mis abuelos, mi padre y yo fuimos socialistas siempre, así que no les hicimos la circuncisión a los chicos, que es el bautismo que algunos hacen, cuando son religiosos", aclara para seguir con lo ocurrido. "El hombre que habíamos contactado entró sin problemas a la escuela de Famaillá. Volvió y me preguntó si éramos judíos o no. En ese momento, yo pegué un salto que mi marido ahí casi se muere, y le dije que ahí estaba mi hijo, porque si no, cómo me hubiera hecho esa pregunta", continúa el relato. "Me fui corriendo y ya a la mitad de la plaza me pararon con dos carabinas, una acá y otra acá (se señala los dos costados del cuello). Me dijeron que podía llegar hasta ahí nomás, me preguntaron qué quería". Queca no se quedó callada. "Mi hijo está ahí, yo lo sé, tengo certeza", les contestó. La respuesta fue contundente: ��"No puede dar un paso más, vuélvase porque si no vamos a tener que actuar". Queca se acercó al tejido alto, de dos metros, que rodeaba la Escuela por la que pasaron unos 1.500 desaparecidos. Rogó que la dejaran ver de cerca la escuela para sentir a su hijo porque sabía que estaba allí. "El tipo me dijo que no tenían a nadie, y resulta que tenían llena la escuelita de Famaillá", se indigna. "Llegué hasta el tejido y otra vez me apuntaron. Me amenazaban con tirar. Entonces yo pegué un grito tan fuerte que yo no sé si lo habrá sentido, Jorge, grité yo, ay no sé, nunca voy a saber si lo sintió o no", sigue el relato.

En ese preciso instante, Lucila Puyol no puede contener las lágrimas. Queca hace un alto y la reta con tono maternal: "Quedate quieta porque si no...Que yo me mantengo todavía". Queca se ríe con sus ojos claros, pequeños, y la consuela: "Si vos has vivido lo mismo". Lucila tenía diez años cuando su padre, Norberto Puyol, fue asesinado en Córdoba, en diciembre de 1976.

-¿Cómo se lleva con la gente más joven, con HIJOS?

La voz de Queca se dulcifica. "Es un amor" Tuve problemas dentro del Foro, que se dividió después, porque no querían que hablaran las Madres ni los Hijos en un acto del 24 de marzo. Y yo me quejé: A los hijos les vas a negar la palabra, un lugarcito en un acto?".

Además de dedicar sus días a buscar a Jorge, a Queca le tocó durante aquellos días de terror quedar un tiempo a cargo de los pequeños hijos de su hijo desaparecido. Alfredo tenía un año cuando llevaron a Jorge, y Sabina apenas había nacido. Cuando pudo garantizarse que la esposa de Jorge viajara a Israel con los niños -que aún viven allí�, ella se dedicó a formar Madres de Plaza de Mayo. "Mi nuera nos avisó antes de irse que en la Plaza de Mayo estaban caminando unas mujeres que tenían los hijos desaparecidos. Averiguamos y mi hijo Hugo fue el primero que se contactó con ellas. Apenas viajaron mi nuera y los chiquitos, yo me incorporé", cuenta. Ya no integra la Asociación Madres de Plaza de Mayo de manera orgánica. "Me fui hace doce años, cuando las Torres Gemelas, por esa diferencia, y la ETA, que Hebe de Bonafini hizo unas declaraciones muy malas, muy feas, y ya se habían ido muchas madres, muchas madres", dice Queca, sin entrar en más detalles.

Queca no habla de sueños individuales. Los suyos son colectivos, fiel a la manera que construyó su vida. "Lo que nosotros aspiramos es traspasar a las jóvenes generaciones los sueños y proyectos de nuestros hijos. Es un sueño inconcluso que estoy segura que las jóvenes generaciones, junto a Hijos, familiares y todos, van a seguir adelante con ese sueño, esto se construye con trabajo permanente y militancia permanente", dice consciente, como dice entre risas mezcladas con la toz que le provoca un resfrío: "Con las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario teníamos mucho contacto. Ahora creo que quedan dos o tres nomás, que están como nosotras. Somos una especie en extinción".

El pañuelo como identidad

El pañuelo blanco forma parte de la identidad de Queca, anclado en el presente. Acompañó la lucha de los afectados por las inundaciones de 2003, y también fue parte de la Marcha de los Chicos del Pueblo, junto a Nora Cortiñas. "Hicimos dos viajes, uno desde Córdoba a Buenos Aires y otro de Misiones a Buenos Aires con los Chicos del Pueblo", se enorgullece. También estuvo en Rafaela, acompañando los reclamos para que se investigue el asesinato político de Silvia Suppo, que fue muerta a puñaladas meses después de dar un testimonio clave en la causa Brusa. "Silvia Suppo testimonió como todas las chicas, que eso es lo que yo más admiro, a las sobrevivientes de los campos de concentración, que hoy son señoras grandes ya, y cuentan los sufrimientos, las humillaciones, las violaciones", dice. "Silvia Suppo, como todas, con coraje, sin mezquinar palabras ni nada, testimoniaron y nos hacían llorar a las Madres. Y Silvia Suppo hizo un testimonio muy fuerte, muy fuerte y tenía que declarar en el juicio siguiente por la desaparición de su marido. Entonces, ahí, simularon un robo, porque nosotros no nos tragamos lo del robo, fue un crimen político", subraya. Este año no pudo estar en la actividad que se realizó el 29 de marzo para exigir justicia, como todos los años, pero ella misma redactó el comunicado de adhesión.