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domingo, 6 de septiembre de 2009

"La comisaría 4ª era como una carnicería"


Roberto Cepeda fue chupado en Córdoba, donde estuvo en La Perla, pero luego lo llevaron a Santa Fe. También recuerda el paso del obispo Casaretto por la seccional.

Por Juan Carlos Tizziani

Desde Santa Fe

"La Perla era un laboratorio de torturas. La seccional 4ª una carnicería". Roberto Cepeda, un ingeniero agrónomo y militante político que pasó por los dos centros clandestinos de detención, el de Córdoba y el de Santa Fe, no tiene dudas sobre los métodos del terror. "La 4ª era una carnicería porque torturaban de cualquier manera. Antes de llevarte a la 'parrilla', te agarraban a golpes en el patio, te podían matar de una patada o jugaban al fútbol con vos. La Perla era muy terrible, muy meticulosa, pero lo de la comisaría 4ª era totalmente distinto a lo que he visto y escuchado de otros campos de concentración en el país. Era muy brutal", afirmó.

Cepeda estuvo secuestrado más de un mes en la 4ª, en un calabozo de un metro por dos, encapuchado con su propio pulover y la cabeza bañada en sangre. Es uno de los denunciantes del ex juez Víctor Brusa en el juicio oral y público que comenzó la semana pasada. Ya lo acusó ante la Conadep, en 1984; en el jury de enjuiciamiento en el Consejo de la Magistratura, en 1999 y en la causa abierta en Santa Fe, en 2003. Ahora, tiene que declarar ante el Tribunal Oral Federal que enjuicia a seis imputados por delitos de lesa humanidad, el 14 de octubre.

"El caso de Santa Fe es paradigmático -dijo Cepeda porque acá había funcionarios de la justicia que tomaban declaraciones en los centros clandestinos. Es terrible. No merecerían ir a juicio porque ellos no nos dieron esa posibilidad, iban a los centros de torturas como el juez (ya fallecido Fernando) Mántaras, (el ex secretario Víctor) Montti y Brusa. Una vez, Montti me dijo personalmente: 'Por favor, hace algo por mí, acordate que yo no soy Brusa, nunca lo fui'. Y yo le contesté: 'Pero vos y Mántaras armaron una declaración mía en un campo de concentración'. Bueno, todo esto lo vengo repitiendo desde que declaré ante la Conadep".

"A mí me secuestraron el 11 de mayo de 1977 en una escuela agrotécnica de colonia Vignaud, en Córdoba", relató Cepeda. El grupo de tareas lo trasladó hasta La Perla y luego al campo La Rivera, dos centros de torturas y exterminio que estaban bajo el mando del ex jefe del III Cuerpo de Ejército durante la dictadura, Luciano Benjamín Menéndez. En julio, un oficial y un suboficial del Destacamento de Inteligencia Militar 122 lo van a buscar y lo traen a Santa Fe bordo de un Renault 12 azul, encapuchado. "Me tiraron en un calabozo de la seccional 4ª. Y durante días me torturaban por deporte en cada cambio de guardia, en forma permanente. No había preguntas concretas, parecía un ablande", recordó.

Fue en esa época cuando se topó con Mántaras y Montti. "El juez iba a tomar declaración a los torturados y a los desaparecidos. Yo era un desaparecido. Y junto con Mántaras estaba Montti", precisó. En agosto de 1977, lo pasaron a la Guardia de Infantería Reforzada (GIR) y luego a la cárcel de Coronda, desde donde lo traían a la seccional 4ª a declarar. "Ya no vi más a Montti, ahora el personaje que me interrogaba era Brusa", relató Cepeda.

"Brusa era un gran conocedor de todo el entretejido de la organización Montoneros. Eso es lo que llama la atención, que la única forma de saber tanto era ser parte de la patota. O compartir datos de inteligencia. La particularidad de Brusa es que siempre estuvo armado todas las veces que lo ví en la comisaría 4ª. Hacía ostentación de las armas que llevaba en su sobaquera, se sacaba el saco y tiraba el revólver arriba del escritorio, eso era algo bastante usual en él. Y otra cosa increíble: en el escritorio tenía como souvenir una granada de Montoneros, que era un regalo del EjérAñadir imagencito a sus mejores hombres. Ese es Brusa", señaló.

¿Y a quién más vio en la 4ª?

A monseñor (Jorge) Casaretto, (actual obispo de San Isidro y presidente de la comisión de Pastoral Social del Episcopado argentino). El líder del amor y los pobres estuvo en un campo de concentración, me vio y no le avisó a mis padres -dijo Cepeda en un tono amargo.

¿Casaretto ya estaba en la diócesis de Rafaela?

Sí, y él fue porque había tres compañeros de Rafaela que él conocía. Ellos le dijeron que yo estaba en la 4ª y había pedido verlo para que le avisara a mi familia que estaba vivo. Mis pobres viejos recorrían el país sin saber dónde encontrarme. Entonces, me parecía fundamental darle la tranquilidad a mis padres. Casaretto me vio pero no les avisó.

¿Y cómo vive el comienzo del juicio?

Es una alegría. Pero más alegría es ver en la gente cada vez más conciencia que esto fue real, terrible y eso me reconforta más que los juicios. No digo que no necesitamos (los juicios), pero en 35 años más necesitamos recuperar una sociedad hermana del miedo. Y esto es espacio más para que la gente tenga elementos para decir que estas cosas ocurrieron", dijo Cepeda. Y agregó: "El juicio es docencia para una sociedad enferma de miedo y de desconfianza, pero lo que más interesa es que los jóvenes de cualquier parte del país sepan quiénes eran Brusa o Astiz. Porque es la salud de mi pueblo: reconocer estos hechos para que no se repitan nunca más".

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