Por Sonia Tessa
La primera testigo de ayer, Tomasa Verdún, relató los delitos que sufrió hace más de 30 años con el dolor a flor de piel, y terminó con una súplica. "Señores jueces, por favor, que esto no vuelva a pasar, por favor", les dijo a los integrantes del Tribunal Federal Oral. Secuestrada el 9 de febrero de 1977, en su casa, estuvo retenida ilegalmente en el Servicio de Informaciones, donde fue torturada, sin saber donde estaban sus hijos de 7, 6 y 5 años. Incluso, los integrantes de la patota le decían que los tenían ahí, y ella enloquecía del miedo. Ayer, esta mujer de pelo largo, enrulado, se paró frente a los magistrados, se levantó el pantalón claro que tenía puesto, y mostró las cicatrices que la tortura le dejó en los tobillos. "Se veía hasta los huesos, era todo negro. Por lo menos, ahora puedo mostrarlo", dijo mientras señalaba sus piernas. Verdún tenía 30 años y colaboraba con la Juventud Peronista, en festivales barriales, asistencia social y manifestaciones. "No maté, no robé, no hice nada. Eramos una familia trabajadora que luchábamos por nuestros hijos", le dijo ayer al Tribunal.
Con una lógica implacable, expresó: "Yo me pregunto, después de 30 años, volver a todo esto. Y en aquel momento nadie hizo nada". Entre los torturadores, recordó a José "El Ciego" Lofiego. Después de una semana, la trasladaron a la Alcaidía, aunque ya le habían hablado de "un error" en su captura. Aún así, estuvo detenida hasta junio. Tenía infecciones producto de la tortura que debían ser curadas. El integrante del TOF Otmar Paulucci le preguntó si había sabido de violaciones en el SI. "En ese momento estaban Juani (Bettanín, madre de Leonardo, asesinado el 2 de enero de 1977) y Stella. Estaban muy mal porque fueron violadas".
Verdún detalló su detención, que fue en la casa donde vivía con su mamá, su marido y sus tres hijos pequeños. Contó que los chicos fueron puestos contra la pared, con las manos arriba, y que gritaban porque no entendían qué pasaba. Que su madre se descompuso y luego enfermó. Que su esposo y ella fueron secuestrados. En algún momento de la tortura -que recordó como un contínuo de varios días sólo interrumpido por intervalos le dijeron que su marido era la otra persona que gritaba. No volvió a verlo y pensó que había desaparecido, pero hace poco tiempo supo que estaba vivo. Sólo que nunca más se acercó a sus hijos. Una y otra vez, Tomasa se refirió con dolor a lo que hicieron con su vida.
La testigo no sólo recordó su propio sufrimiento, sino cómo vio torturar a un chico, que no identificó, al que quemaban con agua caliente. "Lo que me pasó no se lo deseo a nadie, ni a mi peor enemigo", dijo Verdún. Recordó que los represores la torturaron en busca de información y, como ella no tenía ningún dato, decían entre ellos que se hacía la pícara, e intensificaban los tormentos. En ese punto, refirió un horror que se repite: "Cuando terminaban de torturar, siempre traían comida, festejaban. Para ellos era una alegría grande, mientras había gritos de desesperación y tanto dolor". Sobre los represores, la mujer le preguntó al Tribunal, y se preguntó: "¿Cómo le miran la cara a la esposa, a los hijos después de hacer esto, después de matar a una persona inocente?". También recordó cómo la patota hablaba de los bienes que habían sustraído de las casas que allanaban.
El segundo testigo de la mañana fue Daniel Bas y Mansilla, que tenía 19 años y era militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). El 21 de febrero de 1977 fue secuestrado en la casa de su tía materna, donde vivía. Cuando llegó al SI, el primero que le hizo preguntas fue Ricardo Chomicky, a quien conocía de la UES, que lo interrogó sobre personas conocidas. Con él estuvo a cara descubierta. Después vinieron cuatro días interminables de torturas, con su ex compañero de militancia como veedor de su veracidad. En algún momento que no puede recordar, lo vendaron. Fue en el SI, en dos oportunidades, donde vio a Analía Minetti y Daniel Farías, desaparecidos. "Estaban como estábamos la mayoría, y Analía particularmente muy golpeada y torturada", dijo Bas y Mansilla frente al Tribunal, al tiempo que subrayó que "era una característica del SI, el ensañamiento con las mujeres".
La primera testigo de ayer, Tomasa Verdún, relató los delitos que sufrió hace más de 30 años con el dolor a flor de piel, y terminó con una súplica. "Señores jueces, por favor, que esto no vuelva a pasar, por favor", les dijo a los integrantes del Tribunal Federal Oral. Secuestrada el 9 de febrero de 1977, en su casa, estuvo retenida ilegalmente en el Servicio de Informaciones, donde fue torturada, sin saber donde estaban sus hijos de 7, 6 y 5 años. Incluso, los integrantes de la patota le decían que los tenían ahí, y ella enloquecía del miedo. Ayer, esta mujer de pelo largo, enrulado, se paró frente a los magistrados, se levantó el pantalón claro que tenía puesto, y mostró las cicatrices que la tortura le dejó en los tobillos. "Se veía hasta los huesos, era todo negro. Por lo menos, ahora puedo mostrarlo", dijo mientras señalaba sus piernas. Verdún tenía 30 años y colaboraba con la Juventud Peronista, en festivales barriales, asistencia social y manifestaciones. "No maté, no robé, no hice nada. Eramos una familia trabajadora que luchábamos por nuestros hijos", le dijo ayer al Tribunal.
Con una lógica implacable, expresó: "Yo me pregunto, después de 30 años, volver a todo esto. Y en aquel momento nadie hizo nada". Entre los torturadores, recordó a José "El Ciego" Lofiego. Después de una semana, la trasladaron a la Alcaidía, aunque ya le habían hablado de "un error" en su captura. Aún así, estuvo detenida hasta junio. Tenía infecciones producto de la tortura que debían ser curadas. El integrante del TOF Otmar Paulucci le preguntó si había sabido de violaciones en el SI. "En ese momento estaban Juani (Bettanín, madre de Leonardo, asesinado el 2 de enero de 1977) y Stella. Estaban muy mal porque fueron violadas".
Verdún detalló su detención, que fue en la casa donde vivía con su mamá, su marido y sus tres hijos pequeños. Contó que los chicos fueron puestos contra la pared, con las manos arriba, y que gritaban porque no entendían qué pasaba. Que su madre se descompuso y luego enfermó. Que su esposo y ella fueron secuestrados. En algún momento de la tortura -que recordó como un contínuo de varios días sólo interrumpido por intervalos le dijeron que su marido era la otra persona que gritaba. No volvió a verlo y pensó que había desaparecido, pero hace poco tiempo supo que estaba vivo. Sólo que nunca más se acercó a sus hijos. Una y otra vez, Tomasa se refirió con dolor a lo que hicieron con su vida.
La testigo no sólo recordó su propio sufrimiento, sino cómo vio torturar a un chico, que no identificó, al que quemaban con agua caliente. "Lo que me pasó no se lo deseo a nadie, ni a mi peor enemigo", dijo Verdún. Recordó que los represores la torturaron en busca de información y, como ella no tenía ningún dato, decían entre ellos que se hacía la pícara, e intensificaban los tormentos. En ese punto, refirió un horror que se repite: "Cuando terminaban de torturar, siempre traían comida, festejaban. Para ellos era una alegría grande, mientras había gritos de desesperación y tanto dolor". Sobre los represores, la mujer le preguntó al Tribunal, y se preguntó: "¿Cómo le miran la cara a la esposa, a los hijos después de hacer esto, después de matar a una persona inocente?". También recordó cómo la patota hablaba de los bienes que habían sustraído de las casas que allanaban.
El segundo testigo de la mañana fue Daniel Bas y Mansilla, que tenía 19 años y era militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). El 21 de febrero de 1977 fue secuestrado en la casa de su tía materna, donde vivía. Cuando llegó al SI, el primero que le hizo preguntas fue Ricardo Chomicky, a quien conocía de la UES, que lo interrogó sobre personas conocidas. Con él estuvo a cara descubierta. Después vinieron cuatro días interminables de torturas, con su ex compañero de militancia como veedor de su veracidad. En algún momento que no puede recordar, lo vendaron. Fue en el SI, en dos oportunidades, donde vio a Analía Minetti y Daniel Farías, desaparecidos. "Estaban como estábamos la mayoría, y Analía particularmente muy golpeada y torturada", dijo Bas y Mansilla frente al Tribunal, al tiempo que subrayó que "era una característica del SI, el ensañamiento con las mujeres".
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