Tita, presente en el juicio oral
Juicio a la patato: declararon su hija, sus dos hermanas y su esposo.
La historia de la represión a la familia Marciani es elocuente sobre uno de los objetivos fundamentales del terrorismo de Estado: destruir la organización de los trabajadores. Gladis y Teresita trabajaban en el Swift, Luisa en la ex C.A.P.
Por Sonia Tessa
Luisa Tita Marciani estuvo muy presente toda la semana en el juicio oral contra los represores rosarinos, en distintos testimonios. La mujer fue secuestrada el 31 de enero de 1977, al igual que gran parte de su familia: su hija de 20 años, Gladis Gómez, sus dos hermanas, Teresita y Gladis Marciani, su esposo, Carlos Gómez y su cuñado Eduardo Márquez. Tita tenía un embarazo a término. Después de estar retenidas en el Servicio de Informaciones, las mujeres fueron llevadas a la Alcaidía. Tita comenzó a sentirse mal, cada vez peor, sentía que su bebé no se movía dentro del vientre, y sufrió hemorragias de sangre oscura, casi negra. Las compañeras de cautiverio -Stella Hernández, Olga Cabrera Hansen, María del Carmen Sillato, María Inés Luchetti de Bettanín, Elida Deheza, sus hermanas, entre otras les pedían con insistencia a las celadoras que internaran a Tita. Pero jamás recibió atención médica, hasta que fue tarde. Cuando la llevaron a la Asistencia Pública de entonces (actual Maternidad Martin), no quisieron recibirla por su comprometido estado de salud. En el hospital Provincial, su hijo nació muerto y ella falleció dos días después, el 13 de marzo de 1977. Las carceleras entraron a la Alcaidía, le comunicaron la noticia a la hija de Tita y le prohibieron llorar.
La historia de la represión a la familia Marciani es elocuente sobre uno de los objetivos fundamentales del terrorismo de Estado: destruir la organización de los trabajadores. Eran militantes sindicales de la carne, Gladis y Teresita trabajaban en el Swift, Luisa en otro frigorífico, la C.A.P. Ayer declararon Teresita y las dos Gladis, así como Márquez. Se les quebró la voz al recordar a Tita, así como al contar cómo fueron torturados. Gladis, la hija, tiene marcas en los tobillos de las lastimaduras que le hicieron las sogas que usaron para amarrarla mientras le aplicaban la picana eléctrica. "Fui torturada, pero mucho menos que mi sobrina", dijo ayer la otra Gladis, la tía. A Márquez, la tortura le paralizó las dos manos durante mucho tiempo.
Teresita y Gladis Marciani fueron secuestradas frente a la Asistencia Pública, en Moreno y Rioja, cuando habían ido con sus parejas a hacerse los análisis para casarse. Las dos estaban embarazadas. Fueron llevadas por personas de civil -"vestidas con pantalones vaqueros" al Servicio de Informaciones, donde las vendaron y las torturaron. Lo mismo, pero con más saña, le ocurrió a Gladis Gómez, a quien desde que era una niña le dicen Lala. "Me preguntaban si yo era de una organización montonera y les dije que ni sabía qué era eso", declaró ayer, y contó: "Me descompuse de tanta tortura que me hicieron". Recordó que sus torturadores fueron El Ciego (José Rubén Lofiego) y Managua (Ernesto Vallejos, que no está acusado en esta causa).
También a Márquez, el marido de Teresita, lo torturaron. Cuando lo contó frente al Tribunal, ayer, no pudo contener el llanto. Sentado allí, frente a los jueces, ese hombre grandote, de camisa blanca, contó que lo picanearon "por todos lados" y luego lo llevaron a La Favela, el entrepiso donde iban algunos detenidos. Allí permaneció solo y luego estuvo dos años en la cárcel de Coronda. Cuando lo visitó el mayor Fernando Soria, quien se encargaba de los consejos de guerra, entre otras tareas, le preguntó por qué estaba allí. "Ustedes saben por qué estoy aquí", le dijo el detenido. Soria le confesó que lo habían llevado por el daño que le habían provocado en las manos, y le prometió liberarlo en 10 días. La jueza Beatriz Barabani le preguntó al testigo si había recibido algún tratamiento para recuperar la movilidad. "La rehabilitación me la hacía yo con migas de pan, hacía así", dijo, mientras mostraba cómo cerraba y abría los puños. "Lo único que no se recuperó es un dedo que todavía no puedo mover", expresó mientras mostraba al tribunal su mano derecha.
La entonces esposa de Márquez, Teresita Marciani, fue la primera en declarar. Ya había dicho que a su esposo "lo torturaron alevosamente", la misma expresión que usó para describir los tormentos a su sobrina. El 25 de marzo de 1977, cuando estaba en la Alcaidía, Teresita fue trasladada a la Asistencia Pública para tener a su bebé, Eduardo, que estuvo con ella durante 6 meses. Luego, ella fue trasladada a Devoto y el bebé se fue con la abuela, la única de la familia que estaba en libertad. Cuando el presidente del Tribunal, Otmar Paulucci, le preguntó por su militancia política, Teresita dijo orgullosa: "Gremialista".
A la salida del Tribunal, las dos Gladis expresaron su "alivio" después de declarar y recordaron a Tita. Teresita, muy elocuente, con la sonrisa a flor de piel, contó que trabajó en el Swift desde 1965 hasta su secuestro. Al salir de prisión, la empresa no la reincorporó ni la indemnizó. Pero el principal recuerdo fue para su hermana: "Cuando pasó lo de Tita fue un dolor muy grande, que no lo vas a superar jamás. Te da mucha indignación que por falta de atención de los médicos y los hijos de puta de los represores no haya tenido la atención que merecía".
La historia de la represión a la familia Marciani es elocuente sobre uno de los objetivos fundamentales del terrorismo de Estado: destruir la organización de los trabajadores. Gladis y Teresita trabajaban en el Swift, Luisa en la ex C.A.P.
Por Sonia Tessa
Luisa Tita Marciani estuvo muy presente toda la semana en el juicio oral contra los represores rosarinos, en distintos testimonios. La mujer fue secuestrada el 31 de enero de 1977, al igual que gran parte de su familia: su hija de 20 años, Gladis Gómez, sus dos hermanas, Teresita y Gladis Marciani, su esposo, Carlos Gómez y su cuñado Eduardo Márquez. Tita tenía un embarazo a término. Después de estar retenidas en el Servicio de Informaciones, las mujeres fueron llevadas a la Alcaidía. Tita comenzó a sentirse mal, cada vez peor, sentía que su bebé no se movía dentro del vientre, y sufrió hemorragias de sangre oscura, casi negra. Las compañeras de cautiverio -Stella Hernández, Olga Cabrera Hansen, María del Carmen Sillato, María Inés Luchetti de Bettanín, Elida Deheza, sus hermanas, entre otras les pedían con insistencia a las celadoras que internaran a Tita. Pero jamás recibió atención médica, hasta que fue tarde. Cuando la llevaron a la Asistencia Pública de entonces (actual Maternidad Martin), no quisieron recibirla por su comprometido estado de salud. En el hospital Provincial, su hijo nació muerto y ella falleció dos días después, el 13 de marzo de 1977. Las carceleras entraron a la Alcaidía, le comunicaron la noticia a la hija de Tita y le prohibieron llorar.
La historia de la represión a la familia Marciani es elocuente sobre uno de los objetivos fundamentales del terrorismo de Estado: destruir la organización de los trabajadores. Eran militantes sindicales de la carne, Gladis y Teresita trabajaban en el Swift, Luisa en otro frigorífico, la C.A.P. Ayer declararon Teresita y las dos Gladis, así como Márquez. Se les quebró la voz al recordar a Tita, así como al contar cómo fueron torturados. Gladis, la hija, tiene marcas en los tobillos de las lastimaduras que le hicieron las sogas que usaron para amarrarla mientras le aplicaban la picana eléctrica. "Fui torturada, pero mucho menos que mi sobrina", dijo ayer la otra Gladis, la tía. A Márquez, la tortura le paralizó las dos manos durante mucho tiempo.
Teresita y Gladis Marciani fueron secuestradas frente a la Asistencia Pública, en Moreno y Rioja, cuando habían ido con sus parejas a hacerse los análisis para casarse. Las dos estaban embarazadas. Fueron llevadas por personas de civil -"vestidas con pantalones vaqueros" al Servicio de Informaciones, donde las vendaron y las torturaron. Lo mismo, pero con más saña, le ocurrió a Gladis Gómez, a quien desde que era una niña le dicen Lala. "Me preguntaban si yo era de una organización montonera y les dije que ni sabía qué era eso", declaró ayer, y contó: "Me descompuse de tanta tortura que me hicieron". Recordó que sus torturadores fueron El Ciego (José Rubén Lofiego) y Managua (Ernesto Vallejos, que no está acusado en esta causa).
También a Márquez, el marido de Teresita, lo torturaron. Cuando lo contó frente al Tribunal, ayer, no pudo contener el llanto. Sentado allí, frente a los jueces, ese hombre grandote, de camisa blanca, contó que lo picanearon "por todos lados" y luego lo llevaron a La Favela, el entrepiso donde iban algunos detenidos. Allí permaneció solo y luego estuvo dos años en la cárcel de Coronda. Cuando lo visitó el mayor Fernando Soria, quien se encargaba de los consejos de guerra, entre otras tareas, le preguntó por qué estaba allí. "Ustedes saben por qué estoy aquí", le dijo el detenido. Soria le confesó que lo habían llevado por el daño que le habían provocado en las manos, y le prometió liberarlo en 10 días. La jueza Beatriz Barabani le preguntó al testigo si había recibido algún tratamiento para recuperar la movilidad. "La rehabilitación me la hacía yo con migas de pan, hacía así", dijo, mientras mostraba cómo cerraba y abría los puños. "Lo único que no se recuperó es un dedo que todavía no puedo mover", expresó mientras mostraba al tribunal su mano derecha.
La entonces esposa de Márquez, Teresita Marciani, fue la primera en declarar. Ya había dicho que a su esposo "lo torturaron alevosamente", la misma expresión que usó para describir los tormentos a su sobrina. El 25 de marzo de 1977, cuando estaba en la Alcaidía, Teresita fue trasladada a la Asistencia Pública para tener a su bebé, Eduardo, que estuvo con ella durante 6 meses. Luego, ella fue trasladada a Devoto y el bebé se fue con la abuela, la única de la familia que estaba en libertad. Cuando el presidente del Tribunal, Otmar Paulucci, le preguntó por su militancia política, Teresita dijo orgullosa: "Gremialista".
A la salida del Tribunal, las dos Gladis expresaron su "alivio" después de declarar y recordaron a Tita. Teresita, muy elocuente, con la sonrisa a flor de piel, contó que trabajó en el Swift desde 1965 hasta su secuestro. Al salir de prisión, la empresa no la reincorporó ni la indemnizó. Pero el principal recuerdo fue para su hermana: "Cuando pasó lo de Tita fue un dolor muy grande, que no lo vas a superar jamás. Te da mucha indignación que por falta de atención de los médicos y los hijos de puta de los represores no haya tenido la atención que merecía".
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