El calvario del Largui
Por Sonia Tessa
Daniel Gollán había ido a dormir a la casa de su hermano Juan José, en el Fonavi de Grandoli y Gutiérrez, el 27 de julio de 1976. Estaba en calzoncillos a la madrugada, cuando la patota irrumpió en el hogar. Preguntaban por Gustavo, el hermano menor, pero una voz conocida les dijo que Daniel también "estaba en la joda". Era estudiante de medicina, militaba en la Juventud Universitaria Peronista, tenía 21 años. La primera impresión fue escuchar que lo mandaba al frente Horacio el Mancha Tartaglia, militante de la UES y un invitado habitual en su casa materna, donde se quedaba a dormir y comer varias veces por semana. Los efectivos se llevaron a los dos hermanos que encontraron y, luego de una discusión, dejaron en la casa a la esposa de Juan José con su beba. Al llegar al Servicio de Informaciones, Daniel escuchó otra voz sorprendentemente conocida. "Llegó Larguirucho", dijo José el Pollo Baravalle, otro militante que había pasado a colaborar con las fuerzas represivas.
Gollán recibió golpes, lo tiraron al aire entre varios, para dejarlo caer con su peso muerto al piso. El dolor era indecible. "Este va a la parrilla", dijo la persona que luego pudo identificar como José Rubén El Ciego Lofiego, y comenzó la picana eléctrica en todo el cuerpo, en los genitales, en los dientes. Cuando terminó la primera sesión de torturas, Gollán se acercó a una canilla para tomar agua, con la esperanza de morir de un paro cardíaco. Quería "terminar con todo eso". No lo logró.
Por debajo de la venda, vio una de las ventanas de la jefatura, y quiso escapar pero tampoco pudo. Después del intento de fuga, recibió una "furibunda" paliza y lo dejaron tirado en el baño, con la cabeza al lado del inodoro. El personal del SI le orinaba encima. Volvió a ser torturado. Además de aplicarle corriente eléctrica, lo quemaron con cigarrillos, le hicieron el submarino seco y coronaron las torturas con un empalamiento.
Después de unas horas, vio llegar a una persona con uniforme militar, que sólo pudo ver por debajo de la venda. Sintió que hablaban de él, que el militar daba indicaciones de castigarlo, pero no matarlo. Después, Lofiego lo increpó: "Así que vos sos sobrino del general Alcides López Aufranc. Por culpa de generales cobardes como esos tuvimos que llegar a esto", le dijo el Ciego, mientras le pegaba. Como su tío había hecho una gestión por la vida de los hermanos Gollán, Lofiego le bajó la venda y le dijo que lo mirara bien, que ellos iban a quedarse en el poder por mil años. Gollán describió ayer a Lofiego como un hombre gordo, de tez blanca, que usaba anteojos muy gruesos, y el pelo tirado hacia atrás. Después de ese episodio, la tortura menguó.
Entre los represores, también recordó al cura (Mario Alfredo Marcote), a quien nunca pudo ver. Formaba parte de las sesiones de tortura. Mencionó a Kuryaki, Tu Sam (Carlos Brunato) y la Pirincha (César Peralta).
Después de cinco días de castigos lo llevaron al entrepiso, donde escuchaba los gritos de las otras personas torturadas. "A los 15 días me llevaron a bañar por primera vez, con agua helada, en el sótano", contó ayer. Volvió al entrepiso por varios días, hasta que logró estar al lado de su hermano Juan José, liberado el 24 de agosto, el día de su cumpleaños.
Daniel fue llevado al sótano y por primera vez le sacaron la venda. Lo mantuvieron allí por 20 días, y luego lo llevaron a la cárcel de Rosario, donde estuvo en una celda de castigo varios días, junto a otros seis presos. Un mes después, lo llevaron a Coronda, donde también sufrió castigos constantes. "El régimen carcelario se fue poniendo cada vez más restrictivo, vivía castigado", rememoró ayer. Su madre, que lo escuchaba desde el público, se habrá sentido orgullosa cuando él contó que ella "había hecho bastante lío. Mi madre es de hacer lío cuando pelea por causas justas". Después de otro año detenido en Caseros, Gollán logró la opción y se fue a Alemania. Se recibió de médico.
"Luego de todo esto, hemos continuado con la vida y la militancia, no sólo en los derechos humanos, sino también por la justicia social", dijo ayer para terminar su declaración, que había pronunciado con entereza. Trabaja en hospitales públicos. "Quiero hoy rendir un homenaje al presidente argentino que logró que esto fuera realidad, a Néstor Kirchner. No sólo esto, sino que volviéramos a tener esperanza", dijo con la voz quebrada por la emoción el testigo, a quien sus compañeros le dicen el Largui, un apodo que se explica al verlo tan alto, flaco y erguido.
Después fue el turno de su hermano Juan José, a quien los represores le dijeron que era "el único bueno de los tres hermanos". Cuando fue liberado, le costó conseguir trabajo. "Pertenezco a una generación fuera de serie, con mucho coraje, que quiso cambiar la historia de este país", dijo ayer Juan José, quien consideró "increíble estar contando esta historia, pensé que nunca se iba a hacer justicia".
Por Sonia Tessa
Daniel Gollán había ido a dormir a la casa de su hermano Juan José, en el Fonavi de Grandoli y Gutiérrez, el 27 de julio de 1976. Estaba en calzoncillos a la madrugada, cuando la patota irrumpió en el hogar. Preguntaban por Gustavo, el hermano menor, pero una voz conocida les dijo que Daniel también "estaba en la joda". Era estudiante de medicina, militaba en la Juventud Universitaria Peronista, tenía 21 años. La primera impresión fue escuchar que lo mandaba al frente Horacio el Mancha Tartaglia, militante de la UES y un invitado habitual en su casa materna, donde se quedaba a dormir y comer varias veces por semana. Los efectivos se llevaron a los dos hermanos que encontraron y, luego de una discusión, dejaron en la casa a la esposa de Juan José con su beba. Al llegar al Servicio de Informaciones, Daniel escuchó otra voz sorprendentemente conocida. "Llegó Larguirucho", dijo José el Pollo Baravalle, otro militante que había pasado a colaborar con las fuerzas represivas.
Gollán recibió golpes, lo tiraron al aire entre varios, para dejarlo caer con su peso muerto al piso. El dolor era indecible. "Este va a la parrilla", dijo la persona que luego pudo identificar como José Rubén El Ciego Lofiego, y comenzó la picana eléctrica en todo el cuerpo, en los genitales, en los dientes. Cuando terminó la primera sesión de torturas, Gollán se acercó a una canilla para tomar agua, con la esperanza de morir de un paro cardíaco. Quería "terminar con todo eso". No lo logró.
Por debajo de la venda, vio una de las ventanas de la jefatura, y quiso escapar pero tampoco pudo. Después del intento de fuga, recibió una "furibunda" paliza y lo dejaron tirado en el baño, con la cabeza al lado del inodoro. El personal del SI le orinaba encima. Volvió a ser torturado. Además de aplicarle corriente eléctrica, lo quemaron con cigarrillos, le hicieron el submarino seco y coronaron las torturas con un empalamiento.
Después de unas horas, vio llegar a una persona con uniforme militar, que sólo pudo ver por debajo de la venda. Sintió que hablaban de él, que el militar daba indicaciones de castigarlo, pero no matarlo. Después, Lofiego lo increpó: "Así que vos sos sobrino del general Alcides López Aufranc. Por culpa de generales cobardes como esos tuvimos que llegar a esto", le dijo el Ciego, mientras le pegaba. Como su tío había hecho una gestión por la vida de los hermanos Gollán, Lofiego le bajó la venda y le dijo que lo mirara bien, que ellos iban a quedarse en el poder por mil años. Gollán describió ayer a Lofiego como un hombre gordo, de tez blanca, que usaba anteojos muy gruesos, y el pelo tirado hacia atrás. Después de ese episodio, la tortura menguó.
Entre los represores, también recordó al cura (Mario Alfredo Marcote), a quien nunca pudo ver. Formaba parte de las sesiones de tortura. Mencionó a Kuryaki, Tu Sam (Carlos Brunato) y la Pirincha (César Peralta).
Después de cinco días de castigos lo llevaron al entrepiso, donde escuchaba los gritos de las otras personas torturadas. "A los 15 días me llevaron a bañar por primera vez, con agua helada, en el sótano", contó ayer. Volvió al entrepiso por varios días, hasta que logró estar al lado de su hermano Juan José, liberado el 24 de agosto, el día de su cumpleaños.
Daniel fue llevado al sótano y por primera vez le sacaron la venda. Lo mantuvieron allí por 20 días, y luego lo llevaron a la cárcel de Rosario, donde estuvo en una celda de castigo varios días, junto a otros seis presos. Un mes después, lo llevaron a Coronda, donde también sufrió castigos constantes. "El régimen carcelario se fue poniendo cada vez más restrictivo, vivía castigado", rememoró ayer. Su madre, que lo escuchaba desde el público, se habrá sentido orgullosa cuando él contó que ella "había hecho bastante lío. Mi madre es de hacer lío cuando pelea por causas justas". Después de otro año detenido en Caseros, Gollán logró la opción y se fue a Alemania. Se recibió de médico.
"Luego de todo esto, hemos continuado con la vida y la militancia, no sólo en los derechos humanos, sino también por la justicia social", dijo ayer para terminar su declaración, que había pronunciado con entereza. Trabaja en hospitales públicos. "Quiero hoy rendir un homenaje al presidente argentino que logró que esto fuera realidad, a Néstor Kirchner. No sólo esto, sino que volviéramos a tener esperanza", dijo con la voz quebrada por la emoción el testigo, a quien sus compañeros le dicen el Largui, un apodo que se explica al verlo tan alto, flaco y erguido.
Después fue el turno de su hermano Juan José, a quien los represores le dijeron que era "el único bueno de los tres hermanos". Cuando fue liberado, le costó conseguir trabajo. "Pertenezco a una generación fuera de serie, con mucho coraje, que quiso cambiar la historia de este país", dijo ayer Juan José, quien consideró "increíble estar contando esta historia, pensé que nunca se iba a hacer justicia".
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