Marcelo Marquez testimonió por el fusilamiento de su hermana Cristina en los Surgentes
El testigo tenía sólo 12 años cuando desapareció su hermana, de 21 y embarazada de cuatro meses. "Fueron 35 años, y puedo comenzar a saldar esta deuda", dijo y cuestionó que cinco de los acusados de la causa Díaz Bessone estén libres.
Por José Maggi
"Recuerdo que iba a séptimo grado cuando desapareció, y me acuerdo que ella iba a Villa Banana para ayudar a los pibes del barrio en su tareas escolares. Pasaron muchos años, y ahora puedo sentarme ante ustedes, ante un tribunal para contar su historia, a contar lo que sé, lo que puedo aportar para condenar a los que la mataron. Casualmente, o no tanto, esta semana pude acompañar a mi hijo que empezaba séptimo grado. Fueron 35 años, y puedo hoy empezar a saldar esta deuda". El relato conmovedor y plagado de gestos de amor hacia su hermana desaparecida corrió por cuenta de Marcelo Márquez, hermano de Cristina, una de las siete víctimas de la Masacre de Los Surgentes y tuvo lugar el martes 1º de marzo ante el Tribunal Oral Federal Nº 2 en la Causa Díaz Bessone.
Marcelo Márquez vivía con su hermana Cristina en Pasaje Massot 3381
"Tenía solo 10 años pero recuerdo que Cristina iba a Villa Banana a ayudar a los chicos en sus tareas escolares. Ella tenía 21 años y me acuerdo también que la ayudábamos a juntar ropa y juguetes que llevaba al barrio. A veces también era su cómplice cuando se llevaba de casa alguna cosas que sobraban y que era más útil allá donde iba, donde no sobraba nada", relató frente a los jueces.
"El 22 de mayo de 1976 fue la última vez que la veo, estaba con Daniel Barjacoba, su pareja. El 24 de mayo un grupo comando que cortó la luz en toda la cuadra, allanó nuestra casa a eso de las nueve de la noche. Presionaron a mi madre para que dijera donde estaba Cristina. Una amiga, Teresa Paz, que llegó en aquel momento, también se asustó mucho, no quería entrar a la casa. Como nadie decía nada, me ordenaron que fuera a buscar a mi padre, que estaba cerca, en el Club Los Rosarinos Estudiantil, en Iriondo y Tucumán. Cuando salgo veo un auto Torino negro y blanco, que era un patrullero, y a varios hombres detrás del coche", relató Márquez.
"Regreso a casa con papá, a quien le pidieron que le dijera a Cristina que se entregara, que no le iba a pasar nada. En esos días había llegado un telegrama de despido del frigorífico Swift, donde trabajaba. Fue todo muy raro, el despido y el allanamiento, parecía que había una coordinación", desliza como sospecha Marcelo.
"Llega entonces mi otra hermana a quien interrogan sobre Cristina, revisan su dormitorio. Como no hay nada, intentan llevarse a su pareja para que suba a un auto y la señale en la calle, si la veía. Se niega, se resiste, y presionan para llevarlo, pero finalmente desisten ante su negativa", relata el hermana de la joven desaparecida.
Luego, la historia contada en la voz de Marcelo se sitúa en San Nicolás y es más conocida: Daniel Barjacoba y María Cristina Márquez fueron detenidos el 2 de octubre de 1976 en las adyacencias del arroyo Ramallo, en el barrio Somisa de San Nicolás, por grupos de personas armadas. Barjacoba recibió cuatro o cinco heridas de bala al intentar escapar.
Tras el secuestro, Marcelo ingresó al Colegio San José y se sumó al Movimiento Evangélico de Caná, que lideraba el padre Héctor García, y funcionaba en el Colegio Virgen del Rosario, de Salta y Ovidio Lagos (a la postre el lugar donde consiguió trabajo como celador Mario Marcote, el violador de la Patota de Feced).
"El padre García nos aseguro a la familia que Cristina estaba viva, que la habían condenado a dos años de prisión en el sur, y que iba a regresar a casa en Navidad, que preparáramos todo". García era secretario del arzobispado de Rosario y capellán de la Gendarmería en Rosario.
Marcelo Márquez recordó en el mismo juicio que "con los años confirmé una sospecha que yo tenía. El médico que la revisó pudo certificar que efectivamente cursaba un embarazo de cuatro meses. También pudimos recabar más detalles de la forma en cómo los mataron: claramente fue un fusilamiento ahí en ese camino rural".
Márquez destaca que "fueron fusilados por la patota de Feced, hace 35 años y hoy esas personas están siendo enjuiciadas en Rosario pero permanecen en libertad. No debemos olvidar eso para seguir luchando para que llegue la justicia".
El testigo tenía sólo 12 años cuando desapareció su hermana, de 21 y embarazada de cuatro meses. "Fueron 35 años, y puedo comenzar a saldar esta deuda", dijo y cuestionó que cinco de los acusados de la causa Díaz Bessone estén libres.
Por José Maggi
"Recuerdo que iba a séptimo grado cuando desapareció, y me acuerdo que ella iba a Villa Banana para ayudar a los pibes del barrio en su tareas escolares. Pasaron muchos años, y ahora puedo sentarme ante ustedes, ante un tribunal para contar su historia, a contar lo que sé, lo que puedo aportar para condenar a los que la mataron. Casualmente, o no tanto, esta semana pude acompañar a mi hijo que empezaba séptimo grado. Fueron 35 años, y puedo hoy empezar a saldar esta deuda". El relato conmovedor y plagado de gestos de amor hacia su hermana desaparecida corrió por cuenta de Marcelo Márquez, hermano de Cristina, una de las siete víctimas de la Masacre de Los Surgentes y tuvo lugar el martes 1º de marzo ante el Tribunal Oral Federal Nº 2 en la Causa Díaz Bessone.
Marcelo Márquez vivía con su hermana Cristina en Pasaje Massot 3381
"Tenía solo 10 años pero recuerdo que Cristina iba a Villa Banana a ayudar a los chicos en sus tareas escolares. Ella tenía 21 años y me acuerdo también que la ayudábamos a juntar ropa y juguetes que llevaba al barrio. A veces también era su cómplice cuando se llevaba de casa alguna cosas que sobraban y que era más útil allá donde iba, donde no sobraba nada", relató frente a los jueces.
"El 22 de mayo de 1976 fue la última vez que la veo, estaba con Daniel Barjacoba, su pareja. El 24 de mayo un grupo comando que cortó la luz en toda la cuadra, allanó nuestra casa a eso de las nueve de la noche. Presionaron a mi madre para que dijera donde estaba Cristina. Una amiga, Teresa Paz, que llegó en aquel momento, también se asustó mucho, no quería entrar a la casa. Como nadie decía nada, me ordenaron que fuera a buscar a mi padre, que estaba cerca, en el Club Los Rosarinos Estudiantil, en Iriondo y Tucumán. Cuando salgo veo un auto Torino negro y blanco, que era un patrullero, y a varios hombres detrás del coche", relató Márquez.
"Regreso a casa con papá, a quien le pidieron que le dijera a Cristina que se entregara, que no le iba a pasar nada. En esos días había llegado un telegrama de despido del frigorífico Swift, donde trabajaba. Fue todo muy raro, el despido y el allanamiento, parecía que había una coordinación", desliza como sospecha Marcelo.
"Llega entonces mi otra hermana a quien interrogan sobre Cristina, revisan su dormitorio. Como no hay nada, intentan llevarse a su pareja para que suba a un auto y la señale en la calle, si la veía. Se niega, se resiste, y presionan para llevarlo, pero finalmente desisten ante su negativa", relata el hermana de la joven desaparecida.
Luego, la historia contada en la voz de Marcelo se sitúa en San Nicolás y es más conocida: Daniel Barjacoba y María Cristina Márquez fueron detenidos el 2 de octubre de 1976 en las adyacencias del arroyo Ramallo, en el barrio Somisa de San Nicolás, por grupos de personas armadas. Barjacoba recibió cuatro o cinco heridas de bala al intentar escapar.
Tras el secuestro, Marcelo ingresó al Colegio San José y se sumó al Movimiento Evangélico de Caná, que lideraba el padre Héctor García, y funcionaba en el Colegio Virgen del Rosario, de Salta y Ovidio Lagos (a la postre el lugar donde consiguió trabajo como celador Mario Marcote, el violador de la Patota de Feced).
"El padre García nos aseguro a la familia que Cristina estaba viva, que la habían condenado a dos años de prisión en el sur, y que iba a regresar a casa en Navidad, que preparáramos todo". García era secretario del arzobispado de Rosario y capellán de la Gendarmería en Rosario.
Marcelo Márquez recordó en el mismo juicio que "con los años confirmé una sospecha que yo tenía. El médico que la revisó pudo certificar que efectivamente cursaba un embarazo de cuatro meses. También pudimos recabar más detalles de la forma en cómo los mataron: claramente fue un fusilamiento ahí en ese camino rural".
Márquez destaca que "fueron fusilados por la patota de Feced, hace 35 años y hoy esas personas están siendo enjuiciadas en Rosario pero permanecen en libertad. No debemos olvidar eso para seguir luchando para que llegue la justicia".
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