"Ellos se sentían como nuestros dueños"
Dos ex militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) secuestradas por un grupo de tareas de la dictadura y torturadas en un centro clandestino al que llamaban "La Casita" declararon ayer ante el Tribunal Oral que juzga delitos de lesa humanidad. Anatilde Bugna y Stella Vallejos señalaron como uno de sus torturadores al suboficial de Inteligencia del Ejército ya fallecido, Nicolás Correa ("El Tío"), que fue asesor del ex gobernador Jorge Obeid entre 1996 y 1999 y ratificaron las denuncias que vienen haciendo desde hace 25 años contra cinco de los seis imputados que lograron llevar a juicio: el ex juez Víctor Brusa y los ex policías Juan Calixto Perizzotti, María Eva Aevi, Héctor Colombini y Eduardo Ramos. Sin embargo, dos de ellos, Colombini y Ramos, prefirieron no escuchar las acusaciones porque abandonaron el banquillo con el permiso de los jueces. "Ellos se sentían como nuestros dueños", dijo Bugna al relatar los días de terror y vejaciones.
Perizzotti ya admitió que a fines de marzo de 1977 trasladó a diez mujeres que estaban secuestradas en un centro clandestino. Dos de ellas eran Bugna y Vallejos. Reveló que el operativo se había hecho por orden del ex jefe del Area 212, coronel Juan Orlando Rolón y que el jefe del traslado fue el segundo del Destacamento de Inteligencia Militar, mayor Jorge Roberto Diab, hoy teniente coronel y detenido en la mega causa que investiga crímenes del terrorismo de estado en Santa Fe.
Según Perizzotti, él no llegó hasta el chupadero, recibió las detenidas en un sitio intermedio: un descapampado en Santo Tomé, que ubicó a unos 200 o 300 metros del final de la avenida Luján. Ese fue el lugar del trasbordo. Las mujeres llegaron en tres automóviles, las subieron a un camión del Servicio Penitenciario y las trasladaron hasta la Guardia de Infantería Reforzada (GIR), donde él les sacó las vendas de los ojos.
Perizzotti dijo que en el operativo lo acompañaron en su auto dos personas: su chofer y un suboficial, pero no identificó a ninguno de ellos y negó que hubiera participado su ex secretaria María Eva Aebi, con quien comparte el banquillo. Pero, ayer una de las denunciantes lo desmintió. Bugna ratificó que Perizzotti y Aebi llegaron hasta el chupadero, donde reconoció la voz de una mujer que preguntaba: "¿A quién hay que llevar?". Y después, en el trasbordo de los autos al camión penitenciario, esa misma mujer le apuntó con un arma en la cabeza: "Perdiste, flaca", le dijo. Escuchó el ruido del gatillo. Y después, le volvió a decir: "Zafaste, flaca". Vallejos ratificó que ella también sufrió un simulacro de fusilamiento en el mismo lugar.
Más tarde, cuando llegaron a la GIR y les sacaron las vendas, pudieron ver por primera vez a Perizzotti, Aebi y a una tercera persona: (el sargento ayudante Manuel Carlos) Ríos. "Ahí les vemos las caras", dijo Bugna. Y asoció la voz de la mujer del centro clandestino y del simulacro de fusilamiento con la de Aebi.
Perizzotti había dicho que en el traslado lo habían acompañado su chofer y un suboficial. Ayer, las denunciantes dijeron que "uno de los choferes era (Eduardo José) Córdoba", que ya fue mencionado en el juicio. Y aseguraron que el suboficial que las destabicó en la GIR era Ríos.
Bugna y Vallejos relataron el alto precio que pagaron por sus sueños de juventud. Ambas fueron secuestradas el 23 de marzo de 1977 y padecieron la perversión de "La Casita". Anatilde fue torturada junto con su novio de entonces, Juan José Perassolo, con quien se casó en la cárcel de Rawson, en 1979, ya fallecido. Y en la sala de tormentos le hacían escuchar la música de Los Beatles con lo discos que le habían robado a su hermano Rafael. Vallejos no pudo contener el dolor y las lágrimas cuando dijo que en el centro clandestino la habían violado dos veces.
Anatilde identificó a dos represores: a Colombini porque participó en la detención de su hermano, Rafael Bugna, en agosto de 1976. Y a Ramos porque lo reconoció en su secuestro. "Tocaron el timbre, no sé por qué. Mientras unos esperaban en la puerta, los otros asaltaban el patio. Reconocí a Ramos, porque habíamos sido compañero en la escuela primaria Juan José Paso", dijo. Y para probarlo entregó al Tribunal varias fotos de la época con los alumnos de su curso y entre ellos señaló quién era ella y quién Ramos.
Tres meses después de la detención, en junio de 1977, "nos abren una causa federal", dijo Bugna. "Me tomaron declaración a la noche. Era un salón con piso de madera que ya reconocimos. Entro y lo veo al doctor Brusa, al que yo conocía de la Facultad de Derecho. Me dijo que era el secretario del Juzgado Federal. Había otra persona con una máquina de escribir al que presenta como el 'Toto' Nuñez. Tenía en sus manos la declaración de 'La Casita', entonces yo le dije que iba a denunciar las torturas y todo lo que había vivido" en el centro clandestino. "Brusa se puso furioso, iracundo, y empezó a tirar golpes de karate. Y me dijo: 'Agradecé que podés contarlo'. Y hoy, yo le digo al doctor Brusa: 'Le agradezco porque desde entonces no paré de contarlo'", concluyó Anatilde.
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