Seminara, vicerrector de la UNR brindó su testimonio contra los represores rosarinos
El vicerrector de la UNR contó ante los jueces las secuelas que le quedaron en el cuerpo luego de pasar por varias cárceles. "No te hagas matar en la tortura", le dijo Scortecchini.
Por Sonia Tessa
Eduardo Seminara llegó rodeado de afectos a los Tribunales Federales de Rosario, donde ayer relató los delitos de los que fue víctima hace 34 años. El vicerrector de la Universidad Nacional de Rosario salió de las oficinas de Rectorado, en Italia y Córdoba, con una pequeña multitud que caminó junto a él las cinco cuadras de distancia. Los aplausos lo acompañaron al entrar y salir. En julio de 1976, cuando cumplía el servicio militar en Azul, fue secuestrado por el Comando del Segundo Cuerpo de Ejército, que lo trasladó en avioneta hasta Rosario, donde lo llevaron al Servicio de Informaciones, el centro clandestino de detención que funcionaba en San Lorenzo y Dorrego. Apenas llegó, a los golpes, lo obligaron a sacarse la ropa de soldado que vestía. "No sos digno de llevar el uniforme de la patria", le dijeron. Seminara era militante de la JUP. Sin dramatizar, detalló las torturas que sufrió, que resultan inimaginables para alguien que no haya padecido la picana eléctrica, a quien no le hayan hecho el submarino, a quien no lo hayan quemado con cigarrillos, que no haya sido tomado de las manos y las piernas para ser empujado hacia arriba y lo hayan dejado caer -con el peso muerto de su cuerpo al piso.
Seminara contó las secuelas que le quedaron en el cuerpo: durante muchos años, perdió la sensibilidad de sus manos, tiene problemas circulatorios, sufrió una infección en las piernas que fue atendida de manera semiclandestina por un enfermero, una vez que lo trasladaron a la cárcel de Rosario. Ayer brindó testimonio por quinta vez contra los represores de la ex causa Feced: "Me siento orgulloso de poder declarar, porque creo que estamos en el camino de la verdad y la justicia".
Seminara rememoró que estuvo siete días en la planta baja del Servicio de Informaciones, al lado de la sala de torturas, adonde lo llevaron varias veces. En ese lapso, no tomó agua ni comió. Pedía ir al baño para sorber el agua que salía del inodoro. Durante esa semana, lo fotografiaron para el prontuario. Recordó también que José Rubén Lofiego y Mario Alfredo Marcote le sacaron la venda de los ojos para que pudiera verlos. Y distinguió a un viejo compañero de la Asociación Cristiana de Jóvenes, José Carlos Scortecchini, que se acercó a decirle: "No te hagas matar en la tortura". Lo reconoció por la voz. Entonces, entendió por qué los torturadores también tenían datos sobre su vida privada.
La defensa de Scortecchini presentó después un testigo, Alejandro Brid, que quiso desmentir la relación preexistente entre Seminara y el oficial de policía, pero no hizo más de confirmar lo dicho por el vicerrector de la UNR. Brid confirmó que ambos compartían un grupo -sin ser amigos en la Asociación Cristiana. Ayer, Scortecchini presenció la audiencia en la sala, algo que no ocurría desde que empezó la ronda de testigos. En cambio, Lofiego y Díaz Bessone sí la siguieron desde una habitación contigua. Ellos dos enfrentan cargos por homicidios, privación ilegítima de la libertad, torturas y asociación ilícita.
Desde el SI, Seminara fue trasladado a la cárcel de Rosario, en el mismo camión celular que Carlos Corbella, Rubén Milberg y Rubén Chiartano. Cuando llegó al penal de Zeballos y Ricchieri, no querían aceptarlo por el estado de salud que le había provocado la tortura. Allí estaba también Pedro "el correntino" Galeano, diezmado por las hemorragias internas provocadas por los tormentos. Dijeron haberlo trasladado al hospital provincial, pero le aplicaron la ley de fuga. "Ese hombre no podía caminar, no podía intentar fugarse. Es un flagrante asesinato de una persona", dijo Seminara ante los jueces.
En setiembre del mismo año lo llevaron a Coronda. En esa cárcel, donde las condiciones de detención también eran inhumanas, escuchó los "gritos desgarradores" de Daniel Gorosito, cuando era sacado de la prisión para ser fusilado. El extenso testimonio de Seminara abundó en detalles de su paso por las cárceles. El 17 de noviembre de 1981 obtuvo la libertad condicional, una instancia que lo obligaba a presentarse cada mañana en el Servicio de Informaciones. Recién con la visita del Papa por el conflicto de Malvinas, en mayo de 1982, fue liberado definitivamente. "Recompuse mi vida, estudié, formé una familia, me casé, y hoy soy vicerrector de la UNR", dijo Seminara. Después de algunas preguntas de la defensa y la fiscalía, se retiró de la sala, en medio del aplauso del público. A la salida, mientras se abrazaba con sus compañeros, confesó que declarar le había "sacado de encima como diez kilos".
El vicerrector de la UNR contó ante los jueces las secuelas que le quedaron en el cuerpo luego de pasar por varias cárceles. "No te hagas matar en la tortura", le dijo Scortecchini.
Por Sonia Tessa
Eduardo Seminara llegó rodeado de afectos a los Tribunales Federales de Rosario, donde ayer relató los delitos de los que fue víctima hace 34 años. El vicerrector de la Universidad Nacional de Rosario salió de las oficinas de Rectorado, en Italia y Córdoba, con una pequeña multitud que caminó junto a él las cinco cuadras de distancia. Los aplausos lo acompañaron al entrar y salir. En julio de 1976, cuando cumplía el servicio militar en Azul, fue secuestrado por el Comando del Segundo Cuerpo de Ejército, que lo trasladó en avioneta hasta Rosario, donde lo llevaron al Servicio de Informaciones, el centro clandestino de detención que funcionaba en San Lorenzo y Dorrego. Apenas llegó, a los golpes, lo obligaron a sacarse la ropa de soldado que vestía. "No sos digno de llevar el uniforme de la patria", le dijeron. Seminara era militante de la JUP. Sin dramatizar, detalló las torturas que sufrió, que resultan inimaginables para alguien que no haya padecido la picana eléctrica, a quien no le hayan hecho el submarino, a quien no lo hayan quemado con cigarrillos, que no haya sido tomado de las manos y las piernas para ser empujado hacia arriba y lo hayan dejado caer -con el peso muerto de su cuerpo al piso.
Seminara contó las secuelas que le quedaron en el cuerpo: durante muchos años, perdió la sensibilidad de sus manos, tiene problemas circulatorios, sufrió una infección en las piernas que fue atendida de manera semiclandestina por un enfermero, una vez que lo trasladaron a la cárcel de Rosario. Ayer brindó testimonio por quinta vez contra los represores de la ex causa Feced: "Me siento orgulloso de poder declarar, porque creo que estamos en el camino de la verdad y la justicia".
Seminara rememoró que estuvo siete días en la planta baja del Servicio de Informaciones, al lado de la sala de torturas, adonde lo llevaron varias veces. En ese lapso, no tomó agua ni comió. Pedía ir al baño para sorber el agua que salía del inodoro. Durante esa semana, lo fotografiaron para el prontuario. Recordó también que José Rubén Lofiego y Mario Alfredo Marcote le sacaron la venda de los ojos para que pudiera verlos. Y distinguió a un viejo compañero de la Asociación Cristiana de Jóvenes, José Carlos Scortecchini, que se acercó a decirle: "No te hagas matar en la tortura". Lo reconoció por la voz. Entonces, entendió por qué los torturadores también tenían datos sobre su vida privada.
La defensa de Scortecchini presentó después un testigo, Alejandro Brid, que quiso desmentir la relación preexistente entre Seminara y el oficial de policía, pero no hizo más de confirmar lo dicho por el vicerrector de la UNR. Brid confirmó que ambos compartían un grupo -sin ser amigos en la Asociación Cristiana. Ayer, Scortecchini presenció la audiencia en la sala, algo que no ocurría desde que empezó la ronda de testigos. En cambio, Lofiego y Díaz Bessone sí la siguieron desde una habitación contigua. Ellos dos enfrentan cargos por homicidios, privación ilegítima de la libertad, torturas y asociación ilícita.
Desde el SI, Seminara fue trasladado a la cárcel de Rosario, en el mismo camión celular que Carlos Corbella, Rubén Milberg y Rubén Chiartano. Cuando llegó al penal de Zeballos y Ricchieri, no querían aceptarlo por el estado de salud que le había provocado la tortura. Allí estaba también Pedro "el correntino" Galeano, diezmado por las hemorragias internas provocadas por los tormentos. Dijeron haberlo trasladado al hospital provincial, pero le aplicaron la ley de fuga. "Ese hombre no podía caminar, no podía intentar fugarse. Es un flagrante asesinato de una persona", dijo Seminara ante los jueces.
En setiembre del mismo año lo llevaron a Coronda. En esa cárcel, donde las condiciones de detención también eran inhumanas, escuchó los "gritos desgarradores" de Daniel Gorosito, cuando era sacado de la prisión para ser fusilado. El extenso testimonio de Seminara abundó en detalles de su paso por las cárceles. El 17 de noviembre de 1981 obtuvo la libertad condicional, una instancia que lo obligaba a presentarse cada mañana en el Servicio de Informaciones. Recién con la visita del Papa por el conflicto de Malvinas, en mayo de 1982, fue liberado definitivamente. "Recompuse mi vida, estudié, formé una familia, me casé, y hoy soy vicerrector de la UNR", dijo Seminara. Después de algunas preguntas de la defensa y la fiscalía, se retiró de la sala, en medio del aplauso del público. A la salida, mientras se abrazaba con sus compañeros, confesó que declarar le había "sacado de encima como diez kilos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario