Elías Carranza, secuestrado por el informe Brandazza
Por Sonia Tessa
Elías Carranza vive en Costa Rica desde el 26 de febrero de 1978, cuando debió huir de una muerte segura en Rosario. Antes, había pasado un mes secuestrado en el Servicio de Informaciones de Rosario y otros tres detenido en Coronda. Aún antes había sido sumariante de la Comisión Bicameral que produjo el memorable informe Brandazza, y por eso la patota lo buscó para vengarse. Hoy es un criminólogo reconocido internacionalmente, al punto que dirige el Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento de Delincuentes. Ayer revivió su dolor frente al Tribunal Federal Oral número 2, en la causa Díaz Bessone. El viernes 18 de febrero de 1977, cuando volvía a su casa en el auto desde su trabajo en los Tribunales provinciales, lo rodearon otros tres automóviles y lo secuestraron en bulevar Oroño entre Córdoba y Rioja.
A los golpes, como era costumbre de la patota de Feced, lo llevaron al centro clandestino de detención. Como había sido amenazado de muerte por la Triple A, y desde hacía tiempo temía ser secuestrado, apenas se percató de la demora, su esposa Rita Maxera llamó al entonces juez --hoy camarista-- Ramón Teodoro Ríos, para pedirle ayuda. El magistrado se comunicó con la Jefatura de policía, donde le confirmaron que Carranza estaba allí. Esa llamada aseguró su vida.
A Carranza lo buscaban para vengarse por su participación en la Comisión Bicameral Investigadora de Apremios Ilegales y Torturas de la Legislatura santafesina, que produjo el Informe Brandazza, sobre el secuestro del joven trabajador y estudiante de Ciencias Económicas, el 18 de noviembre de 1972. Esa comisión era presidida por el diputado Juan Lucero. "Logramos identificar a los autores, que pertenecían a las fuerzas que integraban el comando Sub-Area Rosario, logramos detener a varios de ellos, tomarles declaración, reunir los elementos de prueba y trasladar el expediente al Juzgado Federal en turno en este mismo edificio", les dijo ayer a los jueces. El testigo listó a todos los involucrados en el crimen de Brandazza.
El 30 de diciembre de 1975 recibió una amenaza de la Triple A y desde entonces debió vivir escapando, aunque jamás dejó su trabajo en el juzgado de instrucción de la tercera nominación de la provincia. "Fue una época alucinante. Con mi esposa embarazada de nuestra tercera hija y nuestras hijas de cinco y diez años cambiábamos constantemente de domicilio, gracias al apoyo de amigos y de mis hermanos, que trabajaban como corredores de propiedades de inmuebles", relató ayer. Cuando cerraban los Tribunales, salía alternando las cuatro puertas del edificio para evitar que lo secuestraran.
El 18 de febrero de 1977, a las 13.15, la patota lo encontró llegando a su casa. Enseguida comprendió que lo habían llevado al SI, donde lo golpearon, le aplicaron picana y lo tuvieron vendado durante 14 días consecutivos, entre la planta baja y la favela, que estaba en el entrepiso. "En la misma situación se encontraban numerosas personas. Durante el mes que estuve en ese lugar calculo que nunca habrá habido, en las reducidas oficinas donde yo estaba, menos de treinta personas secuestradas en promedio, ya que la cifra oscilaba, traían gente nueva, y a otros, luego de tenerlos allí y torturarlos salvajemente, un buen día se los llevaban y no volvíamos a verlos", relató ayer. Otros eran puestos a disposición del PEN y enviados a cárceles.
En su declaración de ayer, Carranza recordó a Analía Minetti, que estaba muy torturada, y con quien compartió un denigrante viaje en un camión. Ese "paseo" se produjo ante el temor de los represores por una posible llegada de una inspección de la Cruz Roja. El viaje se repitió al día siguiente. Minetti continúa desaparecida.
"Los interrogatorios eran bastante elementales en mi caso, ya que más bien se limitaban a provocarme por haber sido sumariante de la Comisión", contó ayer. En una oportunidad, un individuo le pagó y lo amenazó en nombre de los torturadores a los que la Comisión había investigado.
Un día, en una cuarta o quinta sesión, en la oficina de Raúl Guzmán Alfaro, fue lanzado en medio de un grupo de 7 u 8 personas y golpeado brutalmente en la cara, el pecho y zona baja. Le pusieron la picana en el pecho y le decían: "¿Así que ustedes investigaban esto?". Uno de los torturadores le dio pistas para que supiera que era uno de los policías presos por el caso Brandazza, Angel Jesús Farías. Después de un mes en el SI, lo trasladaron a Coronda. Estuvo tres meses en la cárcel, y lo soltaron el 6 de junio de 1977, pero antes le dijeron que lo iban a matar, que se fuera del país. Demoró en conseguir el pasaporte, pero en febrero de 1978 pudo poner miles de kilómetros de distancia con el horror.
Por Sonia Tessa
Elías Carranza vive en Costa Rica desde el 26 de febrero de 1978, cuando debió huir de una muerte segura en Rosario. Antes, había pasado un mes secuestrado en el Servicio de Informaciones de Rosario y otros tres detenido en Coronda. Aún antes había sido sumariante de la Comisión Bicameral que produjo el memorable informe Brandazza, y por eso la patota lo buscó para vengarse. Hoy es un criminólogo reconocido internacionalmente, al punto que dirige el Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento de Delincuentes. Ayer revivió su dolor frente al Tribunal Federal Oral número 2, en la causa Díaz Bessone. El viernes 18 de febrero de 1977, cuando volvía a su casa en el auto desde su trabajo en los Tribunales provinciales, lo rodearon otros tres automóviles y lo secuestraron en bulevar Oroño entre Córdoba y Rioja.
A los golpes, como era costumbre de la patota de Feced, lo llevaron al centro clandestino de detención. Como había sido amenazado de muerte por la Triple A, y desde hacía tiempo temía ser secuestrado, apenas se percató de la demora, su esposa Rita Maxera llamó al entonces juez --hoy camarista-- Ramón Teodoro Ríos, para pedirle ayuda. El magistrado se comunicó con la Jefatura de policía, donde le confirmaron que Carranza estaba allí. Esa llamada aseguró su vida.
A Carranza lo buscaban para vengarse por su participación en la Comisión Bicameral Investigadora de Apremios Ilegales y Torturas de la Legislatura santafesina, que produjo el Informe Brandazza, sobre el secuestro del joven trabajador y estudiante de Ciencias Económicas, el 18 de noviembre de 1972. Esa comisión era presidida por el diputado Juan Lucero. "Logramos identificar a los autores, que pertenecían a las fuerzas que integraban el comando Sub-Area Rosario, logramos detener a varios de ellos, tomarles declaración, reunir los elementos de prueba y trasladar el expediente al Juzgado Federal en turno en este mismo edificio", les dijo ayer a los jueces. El testigo listó a todos los involucrados en el crimen de Brandazza.
El 30 de diciembre de 1975 recibió una amenaza de la Triple A y desde entonces debió vivir escapando, aunque jamás dejó su trabajo en el juzgado de instrucción de la tercera nominación de la provincia. "Fue una época alucinante. Con mi esposa embarazada de nuestra tercera hija y nuestras hijas de cinco y diez años cambiábamos constantemente de domicilio, gracias al apoyo de amigos y de mis hermanos, que trabajaban como corredores de propiedades de inmuebles", relató ayer. Cuando cerraban los Tribunales, salía alternando las cuatro puertas del edificio para evitar que lo secuestraran.
El 18 de febrero de 1977, a las 13.15, la patota lo encontró llegando a su casa. Enseguida comprendió que lo habían llevado al SI, donde lo golpearon, le aplicaron picana y lo tuvieron vendado durante 14 días consecutivos, entre la planta baja y la favela, que estaba en el entrepiso. "En la misma situación se encontraban numerosas personas. Durante el mes que estuve en ese lugar calculo que nunca habrá habido, en las reducidas oficinas donde yo estaba, menos de treinta personas secuestradas en promedio, ya que la cifra oscilaba, traían gente nueva, y a otros, luego de tenerlos allí y torturarlos salvajemente, un buen día se los llevaban y no volvíamos a verlos", relató ayer. Otros eran puestos a disposición del PEN y enviados a cárceles.
En su declaración de ayer, Carranza recordó a Analía Minetti, que estaba muy torturada, y con quien compartió un denigrante viaje en un camión. Ese "paseo" se produjo ante el temor de los represores por una posible llegada de una inspección de la Cruz Roja. El viaje se repitió al día siguiente. Minetti continúa desaparecida.
"Los interrogatorios eran bastante elementales en mi caso, ya que más bien se limitaban a provocarme por haber sido sumariante de la Comisión", contó ayer. En una oportunidad, un individuo le pagó y lo amenazó en nombre de los torturadores a los que la Comisión había investigado.
Un día, en una cuarta o quinta sesión, en la oficina de Raúl Guzmán Alfaro, fue lanzado en medio de un grupo de 7 u 8 personas y golpeado brutalmente en la cara, el pecho y zona baja. Le pusieron la picana en el pecho y le decían: "¿Así que ustedes investigaban esto?". Uno de los torturadores le dio pistas para que supiera que era uno de los policías presos por el caso Brandazza, Angel Jesús Farías. Después de un mes en el SI, lo trasladaron a Coronda. Estuvo tres meses en la cárcel, y lo soltaron el 6 de junio de 1977, pero antes le dijeron que lo iban a matar, que se fuera del país. Demoró en conseguir el pasaporte, pero en febrero de 1978 pudo poner miles de kilómetros de distancia con el horror.
No hay comentarios:
Publicar un comentario