La murga La Memoriosa festeja el Carnaval en Rosario. Con pañuelos de las Madres y emblemas aborígenes, esta banda, integrada mayoritariamente por mujeres presas y torturadas durante la dictadura militar, canta para recordar a todos que todavía hay juicios pendientes.
Por Sonia Tessa
Llega el Carnaval y por primera vez desde la dictadura militar será feriado. Será para todos, como marca su historia de festejo pagano, de momento de igualación social y encuentro. Bajo un cielo gris, que amenaza con lluvias, integrantes de la murga La Memoriosa se encuentran en una plaza céntrica de Rosario para preparar su participación en el Carnaval de Pocho, que se realiza en Ludueña, un barrio de calles irregulares, chicos en la esquina y casas humildes donde el militante social Pocho Lepratti convocaba a adolescentes antes de que la policía lo matara, el 19 de diciembre de 2001. Para eso se preparan, bordan las levitas y las banderas de todos colores, la whipala (emblema indígena de siete colores que portan para mostrar que el primer genocidio americano fue el de los pueblos originarios), de los pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo, que forman parte de sus estandartes. Los cuellos se envuelven en paliacates, los pañuelos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que les llegaron directamente desde México. Está por llover, pero son los mosquitos los que apuran el refugio en la sede del Sindicato de Trabajadores Telefónicos (Sitratel), frente a la plaza. Las mujeres son mayoría en La Memoriosa, en este ensayo sólo participa un hombre, Raúl Vázquez. Entre las integrantes hay ex presas y sobrevivientes del terrorismo de Estado, pero también hijas y nietas de aquéllas. Cantan y bailan con coreografías murgueras, al ritmo de Gilda. “Fuiste patota, fuiste apropiador,/ Fuiste asesino, fuiste violador/ Todo eso fuiste pero perdiste. / De repente una mañana cuando te juzgué/ dijiste todo es una mentira,/ fue tu culpa engañarte una y otra vez,/ pensando que impune quedarías”, cantan con todas sus ganas las chicas, mientras Raúl hace sonar el tambor.
La murga nació, justamente, para ponerle color y ritmo en la calle a la difusión del juicio contra genocidas en Rosario. La idea surgió antes de que empezara el primero de Rosario, la causa Guerrieri, en el invierno de 2009. Militantes del espacio Juicio y Castigo salieron de las canchas de Ñuls y Rosario Central conmovidas por la respuesta de la gente, que se agolpaba para firmar el apoyo a los juicios. “Los juzga un tribunal, los condenamos todos”, decía la enorme bandera negra que desplegaban los compañeros en la cancha, y todos podían ver que eso era así en la calle. Entonces, el juicio oral y público de la segunda causa por delitos de lesa humanidad, la más emblemática de la represión en la región, tenía una fecha de comienzo: el 7 de febrero de 2010. En el Espacio empezaron a preguntarse cómo podían poner el juicio en la calle en pleno verano. “En febrero está el Carnaval”, dijo alguna de las futuras murguistas aquella tarde, y convocaron a alguien que sabía del tema. Celeste Montechiarini tenía una experiencia de años en la formación rosarina Los Caídos del Puente, que nació en la zona norte de Rosario tomando la tradición porteña, como dicen los murgueros rosarinos. La propuesta la acercó Rosalyn Ruiz, una de las jóvenes que participa del grupo de Apoyo a las Madres de la plaza 25 de Mayo, como se llaman en Rosario Las Madres, con el nombre de la plaza en la que siguen dando vueltas cada jueves. Aunque el juicio se demoró, y empezó en julio, la murga debutó para el Carnaval de Pocho 2010, en febrero.
“En todas las canciones de crítica, como se llama a los temas en la murga argentina, hablamos de los milicos”, adelanta Rosalyn, mientras todas hacen una coreografía para la foto. Antes de empezar la entrevista, Celeste dice: “Gracias Cristina por devolvernos el feriado de Carnaval” y aclara: “Eso lo decimos todos los murgueros”. La recuperación de la alegría que significa el feriado forma parte de una línea histórica. “Aún estando presas, nosotras apostábamos a la alegría, aunque en la cárcel no teníamos diarios, todo estaba prohibido, hacíamos danza, teatro, encontrábamos formas de divertirnos, todavía hoy, cuando nos encontramos entre nosotras, nos empezamos a matar de risa con nuestras anécdotas, y la gente no entiende”, toma la voz cantante Diana Comini, que subraya: “Nosotros, más allá de todo lo que nos sucedió, apostábamos a la vida, a la alegría, al arte”. Por allí, Celeste aporta la palabra justa, “resiliencia”, la capacidad de tomar fuerza en las adversidades. A ella, la represión la obligó a escaparse del país.
La murga quería instalar el apoyo a los juicios en la calle, con las canciones y, por eso, la primera que idearon se llamó “Un gendarme nos separa”, sobre la melodía del hit de Néstor en Bloque. “La murga usa melodías conocidas y les cambia las letras, todavía no nos da para música original”, dice con humor Celeste, que cuenta lo que significa para los ex presos participar de La Memoriosa. “El otro día vino Carlos Novillo y me dijo que teníamos que ponerle ganas a la murga, porque en este espacio de memoria, en el que siempre transmitimos el dolor, es bueno recuperar la alegría”, rememoró la coordinadora de la murga. La familia de Carlos sufrió el terrorismo de Estado, cuando él tenía sólo 17 años, y uno de sus hermanos continúa desaparecido. Pero en la murga comparten la experiencia quienes vivieron la represión, sus hijas y nietas, quienes no lo vivieron de manera directa. Está pensado para incluir y multiplicar.
Olga Moyano es una sobreviviente del centro clandestino de detención Fábrica de Armas, de Rosario. Fue testigo del juicio a las Juntas y del primer juicio oral en Rosario, la causa Guerrieri. Todo eso no le impide sonreír ni cantar, ni gritar “Prisión perpetua en cárcel común para genocidas”, cuando el espectáculo está en pleno auge. De la misma murga participan Micaela y María Eugenia, dos de sus hijas adolescentes. “Jamás fui al Carnaval, lo empecé a conocer cuando vine a la murga. En la escuela escuché cada cosa sobre el feriado de Carnaval, que era algo para los vagos, pero me di cuenta de que no es así, es una fiesta popular”, dice María Eugenia, mientras borda su levita.
La Memoriosa quiere recuperar el espíritu popular de los carnavales y, por lo mismo, cuestiona el espíritu de los festejos oficiales. “Está todo organizado para que la gente no participe, sino que sea mera espectadora. Lo peligroso del Carnaval para el poder era que la gente ganara la calle, produjera, se encontrara”, plantea con firmeza Comini. El feriado, en su opinión, sí es esencial. “Permite que todos puedan festejar, y no sólo los ricos, los que pueden irse de viaje a Brasil o Gualeguaychú”, apunta con la mirada política que vuelca también en la murga.
Cuando la murga aparece en el escenario, en la calle o en lugar que actúe, dicen unas palabras de presentación. “Comenzó a rondar la idea de una murga, como espacio para acompañar, compartir, crear, recrear y resistir con alegría. Nuestras banderas recogen y levantan otras. Porque la murga implica patear al sistema y resistir, es crítica social, burla al poder. Decir murga es recuperar la calle y decir la verdad, contar las tristezas y armar una fiesta de rebeldía y alegría colectiva. Por eso la memoria está acá, distintas generaciones buscan justicia dando pelea a la impunidad”, es lo que plantean los murguistas antes de desplegar su espectáculos.
La segunda presentación de La Memoriosa, en marzo del año pasado, fue para el Día de la Mujer, en una actividad callejera de Mujeres Autoconvocadas Rosario. Nació de casualidad, porque una de las activistas del colectivo de mujeres era también de las solidarias colaboradoras de la murga, que ponía su auto para transportar bombos y otros enseres. La propuesta fue espontánea, casi inmediata. ¿Por qué no hacen una canción por el Día de la Mujer? Y así nació la canción de la pastilla, con dedicatoria a monseñor Jorge Bergoglio.
“Esta murga cuando baila, si baila de noche y día/ se opone al patriarcado y a toda la moralina”, cantan con la melodía de “La pollera amarilla”. La letra es provocadora, como debe serlo una murga. Las murguistas la cantaron mientras repartían preservativos por la calle, y llevaban otros forros prendidos en sus vestidos. “Bergoglio, porque te enojas porque estamos liberadas peleamos nuestros derechos, somos muy buenas muchachas”, dice una de las líneas de la canción que siguieron cantando. “Al Opus lo vuelvo loco, mamá con los anticonceptivos/ Pastillas por acá, forritos por allá, por sexo responsable/ Venimos a reclamar”, dicen los versos que las murguistas siguen cantando cada vez que tienen una presentación pública.
Mientras las distintas participantes suman sus voces en la entrevista para contar cómo trabajan, cuáles fueron sus presentaciones, los planes inmediatos, una de ellas recuerda que deben preparar la presentación de este año en el Festival de Pocho. Antes de irse, cuentan que todos sus espectáculos incluyen unos versos: “/ Y nació La Memoriosa no más/ Mucha bronca, mucho dolor/ Luchando por un ideal/ 30.000 almas bailan murga aquí,/ Junto a todos los luchadores populares,/ que dieron lo mejor de sí en la pelea por liberación nacionalPara no olvidar,/ Para rendir homenaje/ Sin jamás claudicar”. Una de las jóvenes –en realidad, de las intermedias, porque adolescentes y niñas son parte entusiasta del grupo– dice que se conmueve en cada presentación de La Memoriosa, justo cuando Olga saca toda su fuerza para pedir “Cárcel a los genocidas” y toda la historia de esas mujeres se hace presente en el escenario.
Por Sonia Tessa
Llega el Carnaval y por primera vez desde la dictadura militar será feriado. Será para todos, como marca su historia de festejo pagano, de momento de igualación social y encuentro. Bajo un cielo gris, que amenaza con lluvias, integrantes de la murga La Memoriosa se encuentran en una plaza céntrica de Rosario para preparar su participación en el Carnaval de Pocho, que se realiza en Ludueña, un barrio de calles irregulares, chicos en la esquina y casas humildes donde el militante social Pocho Lepratti convocaba a adolescentes antes de que la policía lo matara, el 19 de diciembre de 2001. Para eso se preparan, bordan las levitas y las banderas de todos colores, la whipala (emblema indígena de siete colores que portan para mostrar que el primer genocidio americano fue el de los pueblos originarios), de los pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo, que forman parte de sus estandartes. Los cuellos se envuelven en paliacates, los pañuelos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que les llegaron directamente desde México. Está por llover, pero son los mosquitos los que apuran el refugio en la sede del Sindicato de Trabajadores Telefónicos (Sitratel), frente a la plaza. Las mujeres son mayoría en La Memoriosa, en este ensayo sólo participa un hombre, Raúl Vázquez. Entre las integrantes hay ex presas y sobrevivientes del terrorismo de Estado, pero también hijas y nietas de aquéllas. Cantan y bailan con coreografías murgueras, al ritmo de Gilda. “Fuiste patota, fuiste apropiador,/ Fuiste asesino, fuiste violador/ Todo eso fuiste pero perdiste. / De repente una mañana cuando te juzgué/ dijiste todo es una mentira,/ fue tu culpa engañarte una y otra vez,/ pensando que impune quedarías”, cantan con todas sus ganas las chicas, mientras Raúl hace sonar el tambor.
La murga nació, justamente, para ponerle color y ritmo en la calle a la difusión del juicio contra genocidas en Rosario. La idea surgió antes de que empezara el primero de Rosario, la causa Guerrieri, en el invierno de 2009. Militantes del espacio Juicio y Castigo salieron de las canchas de Ñuls y Rosario Central conmovidas por la respuesta de la gente, que se agolpaba para firmar el apoyo a los juicios. “Los juzga un tribunal, los condenamos todos”, decía la enorme bandera negra que desplegaban los compañeros en la cancha, y todos podían ver que eso era así en la calle. Entonces, el juicio oral y público de la segunda causa por delitos de lesa humanidad, la más emblemática de la represión en la región, tenía una fecha de comienzo: el 7 de febrero de 2010. En el Espacio empezaron a preguntarse cómo podían poner el juicio en la calle en pleno verano. “En febrero está el Carnaval”, dijo alguna de las futuras murguistas aquella tarde, y convocaron a alguien que sabía del tema. Celeste Montechiarini tenía una experiencia de años en la formación rosarina Los Caídos del Puente, que nació en la zona norte de Rosario tomando la tradición porteña, como dicen los murgueros rosarinos. La propuesta la acercó Rosalyn Ruiz, una de las jóvenes que participa del grupo de Apoyo a las Madres de la plaza 25 de Mayo, como se llaman en Rosario Las Madres, con el nombre de la plaza en la que siguen dando vueltas cada jueves. Aunque el juicio se demoró, y empezó en julio, la murga debutó para el Carnaval de Pocho 2010, en febrero.
“En todas las canciones de crítica, como se llama a los temas en la murga argentina, hablamos de los milicos”, adelanta Rosalyn, mientras todas hacen una coreografía para la foto. Antes de empezar la entrevista, Celeste dice: “Gracias Cristina por devolvernos el feriado de Carnaval” y aclara: “Eso lo decimos todos los murgueros”. La recuperación de la alegría que significa el feriado forma parte de una línea histórica. “Aún estando presas, nosotras apostábamos a la alegría, aunque en la cárcel no teníamos diarios, todo estaba prohibido, hacíamos danza, teatro, encontrábamos formas de divertirnos, todavía hoy, cuando nos encontramos entre nosotras, nos empezamos a matar de risa con nuestras anécdotas, y la gente no entiende”, toma la voz cantante Diana Comini, que subraya: “Nosotros, más allá de todo lo que nos sucedió, apostábamos a la vida, a la alegría, al arte”. Por allí, Celeste aporta la palabra justa, “resiliencia”, la capacidad de tomar fuerza en las adversidades. A ella, la represión la obligó a escaparse del país.
La murga quería instalar el apoyo a los juicios en la calle, con las canciones y, por eso, la primera que idearon se llamó “Un gendarme nos separa”, sobre la melodía del hit de Néstor en Bloque. “La murga usa melodías conocidas y les cambia las letras, todavía no nos da para música original”, dice con humor Celeste, que cuenta lo que significa para los ex presos participar de La Memoriosa. “El otro día vino Carlos Novillo y me dijo que teníamos que ponerle ganas a la murga, porque en este espacio de memoria, en el que siempre transmitimos el dolor, es bueno recuperar la alegría”, rememoró la coordinadora de la murga. La familia de Carlos sufrió el terrorismo de Estado, cuando él tenía sólo 17 años, y uno de sus hermanos continúa desaparecido. Pero en la murga comparten la experiencia quienes vivieron la represión, sus hijas y nietas, quienes no lo vivieron de manera directa. Está pensado para incluir y multiplicar.
Olga Moyano es una sobreviviente del centro clandestino de detención Fábrica de Armas, de Rosario. Fue testigo del juicio a las Juntas y del primer juicio oral en Rosario, la causa Guerrieri. Todo eso no le impide sonreír ni cantar, ni gritar “Prisión perpetua en cárcel común para genocidas”, cuando el espectáculo está en pleno auge. De la misma murga participan Micaela y María Eugenia, dos de sus hijas adolescentes. “Jamás fui al Carnaval, lo empecé a conocer cuando vine a la murga. En la escuela escuché cada cosa sobre el feriado de Carnaval, que era algo para los vagos, pero me di cuenta de que no es así, es una fiesta popular”, dice María Eugenia, mientras borda su levita.
La Memoriosa quiere recuperar el espíritu popular de los carnavales y, por lo mismo, cuestiona el espíritu de los festejos oficiales. “Está todo organizado para que la gente no participe, sino que sea mera espectadora. Lo peligroso del Carnaval para el poder era que la gente ganara la calle, produjera, se encontrara”, plantea con firmeza Comini. El feriado, en su opinión, sí es esencial. “Permite que todos puedan festejar, y no sólo los ricos, los que pueden irse de viaje a Brasil o Gualeguaychú”, apunta con la mirada política que vuelca también en la murga.
Cuando la murga aparece en el escenario, en la calle o en lugar que actúe, dicen unas palabras de presentación. “Comenzó a rondar la idea de una murga, como espacio para acompañar, compartir, crear, recrear y resistir con alegría. Nuestras banderas recogen y levantan otras. Porque la murga implica patear al sistema y resistir, es crítica social, burla al poder. Decir murga es recuperar la calle y decir la verdad, contar las tristezas y armar una fiesta de rebeldía y alegría colectiva. Por eso la memoria está acá, distintas generaciones buscan justicia dando pelea a la impunidad”, es lo que plantean los murguistas antes de desplegar su espectáculos.
La segunda presentación de La Memoriosa, en marzo del año pasado, fue para el Día de la Mujer, en una actividad callejera de Mujeres Autoconvocadas Rosario. Nació de casualidad, porque una de las activistas del colectivo de mujeres era también de las solidarias colaboradoras de la murga, que ponía su auto para transportar bombos y otros enseres. La propuesta fue espontánea, casi inmediata. ¿Por qué no hacen una canción por el Día de la Mujer? Y así nació la canción de la pastilla, con dedicatoria a monseñor Jorge Bergoglio.
“Esta murga cuando baila, si baila de noche y día/ se opone al patriarcado y a toda la moralina”, cantan con la melodía de “La pollera amarilla”. La letra es provocadora, como debe serlo una murga. Las murguistas la cantaron mientras repartían preservativos por la calle, y llevaban otros forros prendidos en sus vestidos. “Bergoglio, porque te enojas porque estamos liberadas peleamos nuestros derechos, somos muy buenas muchachas”, dice una de las líneas de la canción que siguieron cantando. “Al Opus lo vuelvo loco, mamá con los anticonceptivos/ Pastillas por acá, forritos por allá, por sexo responsable/ Venimos a reclamar”, dicen los versos que las murguistas siguen cantando cada vez que tienen una presentación pública.
Mientras las distintas participantes suman sus voces en la entrevista para contar cómo trabajan, cuáles fueron sus presentaciones, los planes inmediatos, una de ellas recuerda que deben preparar la presentación de este año en el Festival de Pocho. Antes de irse, cuentan que todos sus espectáculos incluyen unos versos: “/ Y nació La Memoriosa no más/ Mucha bronca, mucho dolor/ Luchando por un ideal/ 30.000 almas bailan murga aquí,/ Junto a todos los luchadores populares,/ que dieron lo mejor de sí en la pelea por liberación nacionalPara no olvidar,/ Para rendir homenaje/ Sin jamás claudicar”. Una de las jóvenes –en realidad, de las intermedias, porque adolescentes y niñas son parte entusiasta del grupo– dice que se conmueve en cada presentación de La Memoriosa, justo cuando Olga saca toda su fuerza para pedir “Cárcel a los genocidas” y toda la historia de esas mujeres se hace presente en el escenario.
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