Dos niños presos de la patota
En su declaración en la causa Porra, el sobreviviente de la Quinta de Funes relató que sus hijos fueron paseados en patrullero, en enero de 1977, para que identificaran a los padres. Intervino ante Galtieri el arzobispo Bolatti.
Por Sonia Tessa
El único sobreviviente del centro clandestino de detención Quinta de Funes, Jaime Dri, develó ayer otra capa del horror de la dictadura: el secuestro de sus hijos de cuatro y siete años, Fernando y Vanesa, en el Parque de la Independencia, en enero de 1977. A ellos, los represores los paseaban en un patrullero para que identificaran por la calle "a papá y mamá". Dri declaró ayer --desde Panamá y por video conferencia--en la causa Porra, también conocida como Guerrieri II, que juzga los delitos de lesa humanidad cometidos por el grupo de tareas del Destacamento de Inteligencia 121, del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército.
A pesar de la precaria imagen de la transmisión, Dri identificó de inmediato a Ariel Porra como el Puma, a Juan Cabrera como el Barba, a Juan Amelong como el teniente Daniel y a Alberto Pelliza como Armando. Se trata de cuatro de los doce represores acusados de homicidio agravado, privación ilegal de la libertad y torturas. La mayor parte de los imputados participó ayer de la audiencia pero la falta de nitidez de la imagen impidió que Dri se animara a identificar a Ariel López, alias Aldo, quien fue uno de los encargados de trasladarlo desde la Esma a Rosario en diciembre de 1977. Dri había caído el 15 de noviembre en Montevideo. A Carlos Sfulcini lo mencionó como "Carlitos o Pancuca", pero en realidad, ese era el apodo de Carlos Isaach. Cada represor debió sentarse en la silla destinada a los testigos para que la cámara lo tomara de frente y Dri pudiera verlos desde Panamá. Aún así, la imagen era deficiente.
Además de relatar nuevamente lo vivido en la Quinta, la Escuela Magnasco y la Intermedia, los tres centros clandestinos por los que pasó y en los que vio a los 14 prisioneros que continúan desaparecidos; Dri contó lo ocurrido en Rosario con sus hijos de cuatro y siete años, Fernando y Vanesa, quienes fueron secuestrados junto a la militante María de la Encarnación García del Villar, que estaba con sus cuatro hijos. "Vanesa, que se acuerda, cuenta que los subían a un patrullero para buscar a mamá y papá", relató ayer Dri, y contó que la familia de su ex esposa Olimpia Díaz Rodríguez le pidió por los chicos al obispo de Córdoba, cardenal Raúl Primatesta, pero no obtuvo resultados. "Tengo cinco hermanos religiosos", subrayó Dri.
Finalmente, su familia llegó al arzobispo de Rosario, Guillermo Bolatti, quien habló con el entonces jefe del Comando de Segundo Cuerpo de Ejército, Leopoldo Galtieri. "Bolatti le dijo que con los niños no se metieran, que no los mataran", rememoró Dri. El propio presidente de Panamá, general Omar Torrijos, intervino ante el gobierno argentino para que la familia pudiera recuperar a Vanesa y Fernando. Los niños --al igual que los cuatro hijos de Roberto Tapia y García del Villar-- estaban en la policía de Menores, de Cafferata al 300. En marzo, la tía de los chicos, Virginia Díaz, los retiró y los llevó a Panamá. "Nosotros movimos cielo y tierra. Imagínese cuando nos enteramos de que con nuestros hijos nos buscaban por las calles de Rosario", expresó el testigo. Cuando el abogado de la querella Alvaro Baella le preguntó sobre los niños cautivos, Dri contestó: "Le puedo decir que mis hijos fueron secuestrados a principios de enero y logramos recuperarlos a mediados de marzo. La que los tenía era una mujer que después fue jefa de policía de la provincia, que habló con mi cuñada y le dijo que pensaba quedárselos". Unos minutos después, el testigo recordó el nombre de Leyla Perazzo, de quien afirmó "tuvo una actitud muy decente con mi cuñada". Los cuatro niños secuestrados junto a los suyos también fueron recuperados por la familia, tiempo después, y volvieron a su provincia, Chaco.
Ayer, Dri pidió que "los que están siendo juzgados" digan si al Negro Tapia lo secuestraron en la calle Darragueira. "Sé porque hay alguien que dijo que lo vio todo quemado en un centro clandestino de detención. El es el papá de los cuatro niños que cayeron con los míos. Quisiera saber qué pasó con el Negro", reclamó datos sobre el militante chaqueño desaparecido desde el 1º de octubre de 1976 en Rosario.
Ante una pregunta sobre la complicidad eclesiástica, Dri respondió: "Sabemos que Bolatti intercedió, que se comunicó con Galtieri, señal de que se comunicaría siempre con ellos". Además, infirió que al pedirle por la vida de los niños, estaba implícito que sabía del destino de los adultos secuestrados.
El testimonio de Dri duró más de dos horas. Nombró a los 14 militantes que estaban prisioneros en la Quinta de Funes y relató nuevamente que él era "un trofeo" del jefe de la Armada, Emilio Massera, y éso le salvó la vida, ya que fue devuelto a la Esma antes del asesinato del resto de sus compañeros. Luego, logró fugarse, como lo cuenta el libro Recuerdos de la Muerte, de Miguel Bonasso, basado en su testimonio.
Al referirse a Walter Pagano, cuyo apodo era Sergio II, Dri se despachó: "Ellos fueron instrumentos activos y partícipes, pero acá no están los intereses que él defendía, que eran las grandes empresas. Tendrían que estar acá muchos otros acusados, como los miembros de la jerarquía eclesiástica y de empresas, como la Ford. Había un directivo de la Ford que salía con la patota de la Esma a secuestrar compañeros".
En su declaración en la causa Porra, el sobreviviente de la Quinta de Funes relató que sus hijos fueron paseados en patrullero, en enero de 1977, para que identificaran a los padres. Intervino ante Galtieri el arzobispo Bolatti.
Por Sonia Tessa
El único sobreviviente del centro clandestino de detención Quinta de Funes, Jaime Dri, develó ayer otra capa del horror de la dictadura: el secuestro de sus hijos de cuatro y siete años, Fernando y Vanesa, en el Parque de la Independencia, en enero de 1977. A ellos, los represores los paseaban en un patrullero para que identificaran por la calle "a papá y mamá". Dri declaró ayer --desde Panamá y por video conferencia--en la causa Porra, también conocida como Guerrieri II, que juzga los delitos de lesa humanidad cometidos por el grupo de tareas del Destacamento de Inteligencia 121, del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército.
A pesar de la precaria imagen de la transmisión, Dri identificó de inmediato a Ariel Porra como el Puma, a Juan Cabrera como el Barba, a Juan Amelong como el teniente Daniel y a Alberto Pelliza como Armando. Se trata de cuatro de los doce represores acusados de homicidio agravado, privación ilegal de la libertad y torturas. La mayor parte de los imputados participó ayer de la audiencia pero la falta de nitidez de la imagen impidió que Dri se animara a identificar a Ariel López, alias Aldo, quien fue uno de los encargados de trasladarlo desde la Esma a Rosario en diciembre de 1977. Dri había caído el 15 de noviembre en Montevideo. A Carlos Sfulcini lo mencionó como "Carlitos o Pancuca", pero en realidad, ese era el apodo de Carlos Isaach. Cada represor debió sentarse en la silla destinada a los testigos para que la cámara lo tomara de frente y Dri pudiera verlos desde Panamá. Aún así, la imagen era deficiente.
Además de relatar nuevamente lo vivido en la Quinta, la Escuela Magnasco y la Intermedia, los tres centros clandestinos por los que pasó y en los que vio a los 14 prisioneros que continúan desaparecidos; Dri contó lo ocurrido en Rosario con sus hijos de cuatro y siete años, Fernando y Vanesa, quienes fueron secuestrados junto a la militante María de la Encarnación García del Villar, que estaba con sus cuatro hijos. "Vanesa, que se acuerda, cuenta que los subían a un patrullero para buscar a mamá y papá", relató ayer Dri, y contó que la familia de su ex esposa Olimpia Díaz Rodríguez le pidió por los chicos al obispo de Córdoba, cardenal Raúl Primatesta, pero no obtuvo resultados. "Tengo cinco hermanos religiosos", subrayó Dri.
Finalmente, su familia llegó al arzobispo de Rosario, Guillermo Bolatti, quien habló con el entonces jefe del Comando de Segundo Cuerpo de Ejército, Leopoldo Galtieri. "Bolatti le dijo que con los niños no se metieran, que no los mataran", rememoró Dri. El propio presidente de Panamá, general Omar Torrijos, intervino ante el gobierno argentino para que la familia pudiera recuperar a Vanesa y Fernando. Los niños --al igual que los cuatro hijos de Roberto Tapia y García del Villar-- estaban en la policía de Menores, de Cafferata al 300. En marzo, la tía de los chicos, Virginia Díaz, los retiró y los llevó a Panamá. "Nosotros movimos cielo y tierra. Imagínese cuando nos enteramos de que con nuestros hijos nos buscaban por las calles de Rosario", expresó el testigo. Cuando el abogado de la querella Alvaro Baella le preguntó sobre los niños cautivos, Dri contestó: "Le puedo decir que mis hijos fueron secuestrados a principios de enero y logramos recuperarlos a mediados de marzo. La que los tenía era una mujer que después fue jefa de policía de la provincia, que habló con mi cuñada y le dijo que pensaba quedárselos". Unos minutos después, el testigo recordó el nombre de Leyla Perazzo, de quien afirmó "tuvo una actitud muy decente con mi cuñada". Los cuatro niños secuestrados junto a los suyos también fueron recuperados por la familia, tiempo después, y volvieron a su provincia, Chaco.
Ayer, Dri pidió que "los que están siendo juzgados" digan si al Negro Tapia lo secuestraron en la calle Darragueira. "Sé porque hay alguien que dijo que lo vio todo quemado en un centro clandestino de detención. El es el papá de los cuatro niños que cayeron con los míos. Quisiera saber qué pasó con el Negro", reclamó datos sobre el militante chaqueño desaparecido desde el 1º de octubre de 1976 en Rosario.
Ante una pregunta sobre la complicidad eclesiástica, Dri respondió: "Sabemos que Bolatti intercedió, que se comunicó con Galtieri, señal de que se comunicaría siempre con ellos". Además, infirió que al pedirle por la vida de los niños, estaba implícito que sabía del destino de los adultos secuestrados.
El testimonio de Dri duró más de dos horas. Nombró a los 14 militantes que estaban prisioneros en la Quinta de Funes y relató nuevamente que él era "un trofeo" del jefe de la Armada, Emilio Massera, y éso le salvó la vida, ya que fue devuelto a la Esma antes del asesinato del resto de sus compañeros. Luego, logró fugarse, como lo cuenta el libro Recuerdos de la Muerte, de Miguel Bonasso, basado en su testimonio.
Al referirse a Walter Pagano, cuyo apodo era Sergio II, Dri se despachó: "Ellos fueron instrumentos activos y partícipes, pero acá no están los intereses que él defendía, que eran las grandes empresas. Tendrían que estar acá muchos otros acusados, como los miembros de la jerarquía eclesiástica y de empresas, como la Ford. Había un directivo de la Ford que salía con la patota de la Esma a secuestrar compañeros".
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