"Vine a contar mi verdad y a pedir justicia"
Griselda Pratto relató ante el Tribunal Oral de Santa Fe cómo un grupo de tareas que operó en el norte provincial la convirtió en esclava sexual cuando tenía 16 años. Su declaración marca un punto de inflexión en el juicio.
Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe
El 17 de marzo, Griselda Pratto cumplirá 53 años. Tenía 16, era una niña, cuando un grupo de tareas la secuestró en Reconquista. Ella no era militante política, sólo estaba en la casa de Luisa, su hermana embarazada, para esperar el parto y ayudarla con sus hijos más chiquitos. Un estruendo la despertó en la madrugada, el 5 de febrero de 1977. La llevaron a los golpes, maniatada y encapuchada, hasta la III Brigada Aérea de Reconquista, un centro clandestino de la dictadura, donde cumplió los 17, convertida en esclava sexual de la patota. "Esta nenita... Podemos jugar con esta nenita", le decían en la sala de tormentos. La dejaron ir recién el 26 de marzo. Fueron 49 días en el terror, en el miedo en su máxima escala. Treinta y seis años después, Griselda pudo declarar ante el Tribunal Oral de Santa Fe que juzga a sus secuestradores y violadores. Los identificó a todos, entre ellos al ex jefe de Inteligencia de la Base Aérea, Danilo Sambuelli y al ex jefe de Informaciones de la Policía santafesina (el tristemente célebre D2), Carlos Nickisch. "Vengo a contar mi verdad y a pedir justicia", les dijo a los jueces. Ellos la escucharon.
El testimonio de Griselda fue directo, descarnado. Un punto de inflexión en el juicio, el primero en la provincia y el segundo en el país que juzga los abusos sexuales y violaciones en centros clandestinos como delitos de lesa humanidad y parte del plan sistemático del terrorismo de estado. Los imputados también la escucharon desde el banquillo: Sambuelli, el mayor Jorge Alberto Benítez y los cinco policías: Nickisch, Arnaldo Neumann, Rubén Molina, Horacio Machuca y Eduardo Luque.
"Entraron a la casa de mi hermana a las patadas -recordó Griselda-. Luisa les preguntó: ' ¿Qué pasa?'. Le contestaron con un puñetazo. Y comenzaron a revisar todo. Debajo de mi cama, Nickisch encontró 20 pesos y le dijo a Neumann: 'Mirá, acá hay plata, tomá'. Y le entregó los 20 pesos. Después, cuando me sacan de la casa, uno le dice a otro: 'Machuca, correte'".
Ya en la Base Aérea, la encerraron en una celda, encapuchada. Entró uno de los guardias, "el cabo Estofaretti. Me dijo que tenía un arma, que eso significaba que tenía el poder. Y me violó. Yo era virgen", relató Griselda. "Al rato, llegó otro guardia que le dijo (a Estofaretti) que tenía un minuto para salir y que mí no me podía tocar nadie porque estaba prohibido".
"Después me volvieron a encapuchar. Me llevan a un lugar cercano, donde había agua en el piso. Y ahí me picanearon en la vagina, en los pechos, en las axilas, mientras me preguntaban qué hacía en Reconquista. Yo les contestaba lo mismo, que vine a ayudar a mi hermana, a cuidar a los chicos. Y más me golpeaban. Me arrastraron de los pelos hacia la celda que no tenía nada, ni colchón", agregó.
"Al cuarto día, a la noche, me llevan en un auto hasta una casa, donde me sacan la capucha y las esposas y me violan. Ellos me decían: 'Sambuelli, Nickisch, Neumann y Estofaretti tienen el poder'. Las violaciones fueron por todos lados. Jugaban con mi cuerpo. Tenía que tomar el semen de cada uno de ellos. Después, me llevaron al baño, donde había materia fecal en el inodoro, me metieron la cabeza dentro del inodoro y me hicieron comer la materia fecal. No podía evitarlo. No tenía más fuerzas. Quería evitar hacer eso, pero no podía. Luego me encapucharon y me llevaron a la Base Aérea".
Griselda se quebró en el llanto. El presidente del Tribunal, José María Escobar Cello, resolvió entonces un cuarto intermedio. La pausa la ayudó a recuperar el habla. "¿Puede continuar?", le preguntó más tarde el juez. "Sí. Vine a contar mi verdad y a pedir justicia", le contestó ella.
Las sesiones de torturas siguieron. Y los simulacros de fusilamiento también. "Me agarraban de los pelos y decían: 'Esta nenita... Podemos jugar con esta nenita'. Yo era su esclava. Ellos tenían el poder, hacían conmigo lo que querían. Nunca me asistieron. Una vez me vino la menstruación y me tuve que envolver con papel de diario. Ya no podía ni hablar. Mi desayuno eran la picana y los golpes. La cena, las violaciones. La última vez me bañaron con semen. Yo escribía en las paredes. Le pedía a Dios que se apiade de mi. Le decía: soy tu hija. Le pedía que tenga misericordia de mí".
"Me destruyeron la vida -dijo Griselda-. A veces tengo pesadillas muy feas. Me casé, pero no de blanco porque me daba vergüenza. Vengo acá con miedo, pensando que me va a pasar lo mismo. No tengo por qué mentir".
"Creía que me iban a matar porque les vi la cara a todos. Después, vino un médico, el doctor Arredondo a curarme, me dijo que hasta que no me quedara ninguna marca no me podía ir. Un día me sacaron sin capucha. Estaba Sambuelli, sentado como un rey. Me dio unas monedas y me dijo: 'Yo soy Sambuelli y no te quiero ver más acá'. Me seguían por todos lados. Nickisch, Neumann, podían violarme donde y cuando quisieran", relató.
- ¿Cómo supo los nombres de los que le hacían eso? -le preguntó uno de los jueces.
- Cuando ellos entraron a la casa se nombraron Nickisch y Neumann, cuando uno le dice al otro: 'Tomá la plata'. Y cuando me violaban, decían: 'Ahora te toca a vos, Sambuelli. Ahora te toca a vos, Nickisch', y ahí me violaban sin capucha. Al cabo Estofaretti lo nombró el guardia de la celda.
- ¿Volvió a ver a Arredondo?
- No, no lo vi nunca más -contestó Griselda.
Griselda Pratto relató ante el Tribunal Oral de Santa Fe cómo un grupo de tareas que operó en el norte provincial la convirtió en esclava sexual cuando tenía 16 años. Su declaración marca un punto de inflexión en el juicio.
Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe
El 17 de marzo, Griselda Pratto cumplirá 53 años. Tenía 16, era una niña, cuando un grupo de tareas la secuestró en Reconquista. Ella no era militante política, sólo estaba en la casa de Luisa, su hermana embarazada, para esperar el parto y ayudarla con sus hijos más chiquitos. Un estruendo la despertó en la madrugada, el 5 de febrero de 1977. La llevaron a los golpes, maniatada y encapuchada, hasta la III Brigada Aérea de Reconquista, un centro clandestino de la dictadura, donde cumplió los 17, convertida en esclava sexual de la patota. "Esta nenita... Podemos jugar con esta nenita", le decían en la sala de tormentos. La dejaron ir recién el 26 de marzo. Fueron 49 días en el terror, en el miedo en su máxima escala. Treinta y seis años después, Griselda pudo declarar ante el Tribunal Oral de Santa Fe que juzga a sus secuestradores y violadores. Los identificó a todos, entre ellos al ex jefe de Inteligencia de la Base Aérea, Danilo Sambuelli y al ex jefe de Informaciones de la Policía santafesina (el tristemente célebre D2), Carlos Nickisch. "Vengo a contar mi verdad y a pedir justicia", les dijo a los jueces. Ellos la escucharon.
El testimonio de Griselda fue directo, descarnado. Un punto de inflexión en el juicio, el primero en la provincia y el segundo en el país que juzga los abusos sexuales y violaciones en centros clandestinos como delitos de lesa humanidad y parte del plan sistemático del terrorismo de estado. Los imputados también la escucharon desde el banquillo: Sambuelli, el mayor Jorge Alberto Benítez y los cinco policías: Nickisch, Arnaldo Neumann, Rubén Molina, Horacio Machuca y Eduardo Luque.
"Entraron a la casa de mi hermana a las patadas -recordó Griselda-. Luisa les preguntó: ' ¿Qué pasa?'. Le contestaron con un puñetazo. Y comenzaron a revisar todo. Debajo de mi cama, Nickisch encontró 20 pesos y le dijo a Neumann: 'Mirá, acá hay plata, tomá'. Y le entregó los 20 pesos. Después, cuando me sacan de la casa, uno le dice a otro: 'Machuca, correte'".
Ya en la Base Aérea, la encerraron en una celda, encapuchada. Entró uno de los guardias, "el cabo Estofaretti. Me dijo que tenía un arma, que eso significaba que tenía el poder. Y me violó. Yo era virgen", relató Griselda. "Al rato, llegó otro guardia que le dijo (a Estofaretti) que tenía un minuto para salir y que mí no me podía tocar nadie porque estaba prohibido".
"Después me volvieron a encapuchar. Me llevan a un lugar cercano, donde había agua en el piso. Y ahí me picanearon en la vagina, en los pechos, en las axilas, mientras me preguntaban qué hacía en Reconquista. Yo les contestaba lo mismo, que vine a ayudar a mi hermana, a cuidar a los chicos. Y más me golpeaban. Me arrastraron de los pelos hacia la celda que no tenía nada, ni colchón", agregó.
"Al cuarto día, a la noche, me llevan en un auto hasta una casa, donde me sacan la capucha y las esposas y me violan. Ellos me decían: 'Sambuelli, Nickisch, Neumann y Estofaretti tienen el poder'. Las violaciones fueron por todos lados. Jugaban con mi cuerpo. Tenía que tomar el semen de cada uno de ellos. Después, me llevaron al baño, donde había materia fecal en el inodoro, me metieron la cabeza dentro del inodoro y me hicieron comer la materia fecal. No podía evitarlo. No tenía más fuerzas. Quería evitar hacer eso, pero no podía. Luego me encapucharon y me llevaron a la Base Aérea".
Griselda se quebró en el llanto. El presidente del Tribunal, José María Escobar Cello, resolvió entonces un cuarto intermedio. La pausa la ayudó a recuperar el habla. "¿Puede continuar?", le preguntó más tarde el juez. "Sí. Vine a contar mi verdad y a pedir justicia", le contestó ella.
Las sesiones de torturas siguieron. Y los simulacros de fusilamiento también. "Me agarraban de los pelos y decían: 'Esta nenita... Podemos jugar con esta nenita'. Yo era su esclava. Ellos tenían el poder, hacían conmigo lo que querían. Nunca me asistieron. Una vez me vino la menstruación y me tuve que envolver con papel de diario. Ya no podía ni hablar. Mi desayuno eran la picana y los golpes. La cena, las violaciones. La última vez me bañaron con semen. Yo escribía en las paredes. Le pedía a Dios que se apiade de mi. Le decía: soy tu hija. Le pedía que tenga misericordia de mí".
"Me destruyeron la vida -dijo Griselda-. A veces tengo pesadillas muy feas. Me casé, pero no de blanco porque me daba vergüenza. Vengo acá con miedo, pensando que me va a pasar lo mismo. No tengo por qué mentir".
"Creía que me iban a matar porque les vi la cara a todos. Después, vino un médico, el doctor Arredondo a curarme, me dijo que hasta que no me quedara ninguna marca no me podía ir. Un día me sacaron sin capucha. Estaba Sambuelli, sentado como un rey. Me dio unas monedas y me dijo: 'Yo soy Sambuelli y no te quiero ver más acá'. Me seguían por todos lados. Nickisch, Neumann, podían violarme donde y cuando quisieran", relató.
- ¿Cómo supo los nombres de los que le hacían eso? -le preguntó uno de los jueces.
- Cuando ellos entraron a la casa se nombraron Nickisch y Neumann, cuando uno le dice al otro: 'Tomá la plata'. Y cuando me violaban, decían: 'Ahora te toca a vos, Sambuelli. Ahora te toca a vos, Nickisch', y ahí me violaban sin capucha. Al cabo Estofaretti lo nombró el guardia de la celda.
- ¿Volvió a ver a Arredondo?
- No, no lo vi nunca más -contestó Griselda.
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