Marcha por Silvia Suppo ¡Esclarecimiento y Justicia!

martes, 29 de diciembre de 2015

Justicia con gusto a poco : condenitas a represores en Paraná

El juez Leandro Ríos dictó penas mucho menores a las solicitadas por fiscales y querellantes. Un ex policía recibió perpetua y seis represores fueron condenados a entre tres y 18 años. Cuatro de ellos quedarán en libertad por el tiempo que ya llevan en prisión.

 Por Juan Cruz Varela  Desde Paraná

Las voces de disconformidad se alzaron fuerte bajo el cielo gris. El juez Leandro Ríos leyó finalmente, después de doce años de esperas, chicanas y desgarradores testimonios, la sentencia del juicio a los represores de la denominada megacausa Area Paraná. Los siete acusados fueron condenados por delitos de privación ilegítima de la libertad e imposición de severidades, vejaciones y apremios ilegales y aplicación de tormentos contra 52 víctimas, de la cuales cinco están desaparecidas.

El ex policía federal Cosme Ignacio Marino Demonte, fue condenado a prisión perpetua por el secuestro y homicidio de Victorio Erbetta y Pedro Miguel Sobko, que permanecen desaparecidos. El resto de las condenas quedaron más lejos de las expectativas: el ex militar y abogado Jorge Humberto Appiani fue condenado a 18 años de prisión por secuestros y torturas de 27 víctimas, entre ellas, Claudio Marcelo Fink, también desaparecido; José Anselmo Appelhans, también militar, ex director de la cárcel de varones, recibió una pena de 14 años de prisión por secuestros y torturas de 58 víctimas; el médico Hugo Mario Moyano, único civil imputado en la causa, fue condenado a ocho años de prisión por participar de sesiones de torturas a detenidos políticos; el militar Alberto Rivas fue condenado a seis años de prisión, pero fue absuelto de la mitad de los delitos que se le imputaban y quedará en libertad apenas se le notifique de la sentencia, por el tiempo que ya pasó detenido; Rosa Susana Bidinost, ex directora de la cárcel de mujeres, fue condenada a seis años de prisión por permitir el traslado de presas políticas para que sean torturadas en centros clandestinos de detención; y Oscar Ramón Obaid, otro militar, recibió tres años de prisión condicional. Cuatro de los condenados quedarán en libertad.

La sentencia también se vivió en la calle, a trescientos metros de la plaza principal de Paraná, frente al edificio de los tribunales federales. Ahí estuvieron acompañando la jornada organizaciones políticas, sindicales, músicos y artistas de la ciudad, que colmaron tanto el interior de la sala de la Cámara Federal de Apelaciones como su exterior, acompañando a los sobrevivientes y familiares de las víctimas que cuarenta años después de padecer los más atroces tormentos a los que un ser humano pueda someter a un semejante recibieron una tardía reparación y algo parecido al alivio en forma de Justicia.

El fallo del juez Ríos dejó sensaciones encontradas, aunque predominó la decepción. “Es un panorama desolador, pero no vamos a aflojar, vamos a seguir en la lucha”, exclamó María Luz Piérola, sobreviviente de la dictadura, apenas conocido el veredicto. “Estamos con bronca porque las penas son débiles y flojas; acá corrieron ríos de sangre y el juez no estuvo a la altura de las circunstancias; pero seguiremos luchando y vamos a apelar; hay que seguir andando”, acotó.

Por su parte, Alicia Dasso, ex detenida política, destacó “que todos los genocidas hayan sido condenados porque se le dio entidad y verdad a lo que vinimos aportando las víctimas desde hace cuarenta años”, dijo ante la consulta de Página/12.

En el mismo sentido se expresó el fiscal José Ignacio Candioti: “Es importante que se haya condenado a los responsables de las gravísimas violaciones a los derechos humanos, porque un país respetuoso del Estado de Derecho no se puede permitir la impunidad para los autores de los secuestros, torturas y homicidios que ocurrieron durante la dictadura”. Sin embargo, coincidió con los sobrevivientes en cuanto a que “las penas son, en la mayoría de los casos, bastante más bajas de lo que se había solicitado”, por lo que no descartó apelar el fallo, luego de analizar los fundamentos, junto con el otro fiscal, Mario Silva.

Por su parte, Marcelo Boeykens, abogado querellante, sostuvo que “la sentencia produce una mezcla de sensaciones: la satisfacción de haber podido dar un corte después de tantos años de lucha en los que perdimos a varios compañeros y familiares que no han podido llegar a esta etapa reparatoria que significa la condena para los victimarios, y el hecho de que haya siete condenados; pero las penas nos dejan una insatisfacción total porque son muy menores a las que esperábamos. Hoy cualquier persona que comete un delito común recibe penas similares a las que tuvieron algunos de los imputados, con la salvedad de que acá estamos hablando del delito de genocidio”.

Doce años le llevó a la Justicia entrerriana resolver el expediente más voluminoso con las denuncias por crímenes de la dictadura en la provincia. Las actuaciones tramitaron por el antiguo Código de Procedimientos en Materia Penal, de 1888, vigente al momento en que ocurrieron los hechos, que prevé actuaciones escritas y tiene una dinámica completamente distinta a la de cualquier juicio oral y público.

Eso que los organismos de derechos humanos llaman “impunidad biológica” benefició a catorce represores y las condenas recayeron sobre apenas un puñado de los perpetradores del horror. No llegó a estar en el banquillo Juan Carlos Trimarco, el jefe de la represión en Entre Ríos, muerto impune hace dos años; tampoco el jefe de la Iglesia, Adolfo Servando Tortolo, que bendijo la represión y recibió a detenidos políticos en su casa en el Parque Urquiza; ni los enlaces de la Fuerza Aérea. Con ellos se completa el mapa del horror en esta zona. Sin embargo, el de ayer fue un día histórico, un día de justicia por los secuestros, torturas, violaciones y asesinatos de 52 víctimas; un día de justicia para Claudio Fink, Victorio Coco Erbetta, Carlos Fernández, Pedro Sobko, que permanecen desaparecidos; y fue también un día de justicia para Juan Alberto Osuna, asesinado e identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en 2007.

La sentencia, discutible por lo bajo de sus penas, ratifica que a partir del 24 de marzo de 1976, disidentes políticos fueron privados de su libertad sin orden de detención y alojados en condiciones infrahumanas en los centros clandestinos de detención, sin camas ni abrigos, con alimentación deficiente, sin serles permitido higienizarse ni concurrir al baño más que una vez al día. Eso ocurrió en Paraná, en los cuarteles del Ejército, en comisarías, en la cárcel, en inmuebles precarios abandonados en cercanías de la Base Aérea y en otros sitios, adonde eran trasladados para los interrogatorios y aplicación de tormentos.

En algunos casos, los terminaban asesinando y se hacían simulacros de fuga y de enfrentamientos con las fuerzas armadas y de seguridad; otros fueron sometidos a parodias de juicios militares sin ningún tipo de garantías ni defensa efectiva y donde se valían de declaraciones autoincriminatorias obtenidas bajo tortura.

lunes, 7 de diciembre de 2015

El investigador Gonzalo Chaves declaró en la megacausa de Santa Fe

"La clave era la inteligencia"
El investigador Gonzalo Chaves declaró en la megacausa de Santa Fe por el asesinato de su compañero de militancia, Juan González Gentile. Dijo que la "Inteligencia Militar" era un "Ejército paralelo" que operaba desde el Destacamento 122 en la capital provincial.

Por Juan Carlos Tizziani - Desde Santa Fe.

El investigador Gonzalo Leonidas Chaves dijo en el juicio por la megacausa al terrorismo de estado que el "eje" del plan clandestino de la represión era la "Inteligencia Militar", a la que definió como un "Ejército paralelo" que operaba desde el Batallón 601 y en Santa Fe, desde el Destacamento 122. Explicó que "el arma más importante en la lucha contra la subversión no era la de mayor cadencia de fuego, sino la inteligencia" y el "frente de batalla" no era el territorio, sino los "centros clandestinos y las salas de torturas", donde se obtenía "información" y se quebraban "voluntades". El sistema de control era "infiltrar" las organizaciones políticas, sociales y sindicales -con la participación de civiles-, "torturar" y luego centralizar esa "información" en una "comunidad informativa" que articulaba el jefe de Inteligencia y estaba integrada por otras fuerzas represivas, la Side y hasta podía convocar a funcionarios judiciales. Luego, seguían los operativos de los grupos de tareas con más secuestros y crímenes y así sucesivamente. "Toda la estructura de la inteligencia está involucrada" en el exterminio, afirmó.

Chaves declaró esta semana como testigo ante el Tribunal Oral de Santa Fe por el asesinato de un ex compañero de militancia, Juan Carlos González Gentile, quien cayó en una emboscada el 12 de febrero de 1977, en el barrio Sargento Cabral (Belgrano, entre Pedro Zenteno y Pedro Ferré), donde lo acribilló un grupo de tareas. Caminaba hacia una cita, sin armas.

Oriundo de La Plata, González Gentile era un cuadro político de Montoneros, que llegó a ser apoderado del Partido Auténtico en la provincia de Buenos Aires y, por lo tanto, "blanco" de la Inteligencia militar. El día anterior, 11 de febrero de 1977, se había producido la masacre de calle Castelli al 4500, donde cayó otro fundador del Partido Auténtico en Rosario, Enrique Cortassa, desaparecido desde entonces y sobrevivió su hija, Paula Cortassa, que es María Carolina Guallane. Antes de Chaves, declararon los dos hermanos de González Gentile, Roberto y Angela, que llegaron desde La Plata.

"El gallego" -como llamaban a González Gentile- "estaba muy perseguido", al punto que toda su familia tuvo que exiliarse en Bélgica, recordó Chaves. El también debió marcharse a Europa y desde su regreso a la Argentina escribió tres libros, el último "Rebelde acontecer", que es revela "las lógicas de la represión".

En esa línea, Chaves explicó cómo se diseñó el genocidio que luego ejecutó la dictadura cívico militar. La influencia de la doctrina francesa después del golpe de 1955, su continuidad en los '60 en el plan Conintes y su aplicación en 1976, cuando se dividió el país en Zonas y Areas militares con el mismo esquema que había utilizado en Argelia. "Era una división territorial para el control de la sociedad", señaló.

"El eje del accionar represivo era la inteligencia", dijo Chaves. El Ejército "sostenía que el arma más importante en la lucha contra la subversión no era la de mayor cadencia de fuego, sino la inteligencia. Entonces comenzaron a estudiar el peronismo y las organizaciones político militares, a infiltrar y torturar, sacar información y operar sobre eso".

"El frente de batalla no estaba en el territorio, sino en los centros clandestinos y en las salas de torturas", donde "era la voluntad de ellos contra la voluntad del detenido, para arrancarle información o quebrarlo para que colabore", relató Chaves. "Y en eso participaban no sólo militares, sino también civiles porque la infiltración se hacía con civiles: hombres, mujeres, jóvenes, en la Universidad, en las propias organizaciones".

La "información" arrancada bajo tormentos se volcaba después en la "comunidad informativa", que estaba al mando del jefe del Destacamento de Inteligencia y en Santa Fe, la "integraban la Policía de la provincia, la Policía Federal, la Prefectura, la Gendarmería y la Side". Chaves dijo que ese organismo tenía "poder" suficiente para convocar a funcionarios judiciales. "Se reunían como mínimo una vez por semana". Y si la "información era operativo" en la oficina de al lado estaba "el grupo de tareas", que inmediatamente salía a operar contra otros "blancos".

La abogada querellante Lucila Puyol le preguntó si el asesinato de González Gentile podía vincularse con la Inteligencia militar. "Por supuesto. Ellos estudiaron las organizaciones político militares para operar sobre ellas, vigilaban sus movimientos, las infiltraban y torturaban" a los secuestrados", contestó Chaves. Y reiteró que el "frente de batalla" de los represores eran los chupaderos.

"La inteligencia militar era un Ejército paralelo. El jefe del Batallón 601 se comunicaba directamente con el jefe de Destacamento de Inteligencia (122 en Santa Fe), sin pasar por el jefe de Area. Esto significa que toda la estructura está implicada en la represión", concluyó

domingo, 29 de noviembre de 2015

Carolina Guallane relató ante el tribunal la búsquedad e verdad y justicia

"Tres meses de mi vida están en blanco"
Carolina declaró en el juicio por la megacausa. Dijo que "una parte de la verdad está pendiente". Y les pidió a los jueces que investiguen si fue rehén de la dictadura para torturar a su papá.

Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe.

Le preguntaron si sabía quién era. "Soy Paula Cortassa, hija de Blanca Zapata y Enrique Cortassa", contestó. María Carolina Guallane relató ante el Tribunal Oral de Santa Fe su búsqueda de verdad y justicia desde aquel el 11 de febrero de 1977, cuando el Ejército masacró a su familia en la casa donde vivían, en Castelli al 4500. Ella era una beba de un año. Blanca agonizó doce días con un embarazo a término y un tiro de gracia en la frente y Enrique está desaparecido desde entonces. Tres meses después, el 13 de mayo de 1977, el ex juez de Menores Luis María Vera Candioti se la entregó a Jorge y María Guallane, un matrimonio de Venado Tuerto que la adoptó de buena fe y la acompañó en una búsqueda que aún no terminó. En 1998, el análisis genético confirmó que es Paula, en 2000 recuperó los restos de Blanca. Y ahora, en el juicio de la megacausa contra el terrorismo de estado, planteó que "una parte de la verdad está pendiente". "Quiero saber qué hicieron conmigo en esos tres meses", desde el secuestro hasta la adopción, les dijo a los jueces. Les preguntó si había sido rehén de la dictadura para quebrar a su padre. "¿Me llevaron a un chupadero para torturar a Enrique? Necesito que me lo digan. Lo que me perturba es no saber. Me da asco pensar que esos tipos -como llamó a los represores- me tocaban para atormentar a Enrique en un centro clandestino. Son tres meses de mi vida que están en blanco, aunque en realidad están en negro", se corrigió.

Carolina declaró más de tres horas ante el Tribunal que juzga a los tres imputados por el "ocultamiento" y "supresión" de su identidad: Vera Candioti, el coronel Carlos Enrique Pavón y el comisario Juan Calixto Perizzotti (a quien se lo acusa también por diez homicidios, entre ellos los de Blanca y Enrique Cortassa). Pavón era teniente y oficial de guardia del Centro de Operaciones Tácticas (COT) cuando entregó la beba al ex juez de Menores con una nota del Ejército fechada el 4 de febrero de 1977, siete días antes de la masacre.

En su testimonio, Carolina pidió respuestas al Tribunal sobre esos tres meses que están en "blanco" o en "negro", desde el 11 de febrero hasta el 13 de mayo de 1977, cuando la adoptaron los Guallane. En la audiencia siguiente, su ex abogado Jorge Pedraza precisó que el plazo de la ilegalidad era de 54 días.

- ¿Por qué 54 días? -le preguntó el fiscal Martín Suárez Faisal.

-Desde la fecha del operativo, el 11 de febrero, hasta que ingresa a la Casa Cuna, el 6 de abril, en estado de shock. Son 54 días -contestó Pedraza. Y coincidió que en ese lapso la beba pudo haber sido torturada en un centro clandestino para quebrar a su padre, Enrique Cortassa, un cuadro político de Montoneros, que era "objetivo" de la Inteligencia militar.

Ya en sus primeros años, Carolina dijo que tenía dudas sobre su identidad. Una tarde vio por televisión una mujer embarazada y preguntó si ella había estado en la panza de su madre adoptiva. María le contestó que no. En la pre adolescencia sufrió pesadillas. "Soñaba con ruidos, explosiones, sirenas, personas con uniforme. Me despertaba con miedo", dijo entre lágrimas. Y en la secundaria, una profesora de historia les habló sobre la dictadura y de los hijos robados a los desaparecidos, que eran como ellos. Volvió a casa y le preguntó: "¿Yo soy hija de desaparecidos?"

-Eso es lo que nos dijeron, pero no sé si es verdad -le contestó María. La respuesta la desarmó. "Fue impactante", les dijo a los jueces al relatar su angustia. "A mi papá nunca lo vi tan triste como ese día. Me parece que él sintió miedo".

En 1977, la asistente social del Juzgado de Menores que operó la entrega de la niña a los Guallane fue Blanca Soria, ya fallecida. Y su hermana, Irma, la que confirmó a los adoptantes que "los padres de Carolina estaban desaparecidos. Era lo que le había dicho Blanca, pero después cuando ésta murió, Irma quemó todos sus papeles", señaló Carolina. "Creo que Irma sabía algo más, pero no lo dijo por respeto a su hermana".

Carolina dijo que Irma Soria le aconsejó que no revolviera el pasado, que no buscara a su familia biológica. Ella le contestó que "necesitaba saber". Irma insistió y le propuso que si dejaba de buscar y "se quedaba tranquila", le pagaba los estudios en la Universidad. "Le dije que no", reveló Carolina.

Irma la llevó hasta la casa de Vera Candioti. "Yo tenía 19 años. 'Carolina, es imposible olvidar esa cara'", me dijo. El diálogo fue breve. Ella sabía ya que sus padres eran desaparecidos, pero Vera Candioti se escudó en la desmemoria. "Se acordaba de mi cara, pero no de mi caso", sospechó.

En la entrega, en mayo de 1977, Blanca Soria les había dicho a los Guallane que "la nena puede ser una bomba de tiempo". Ellos no preguntaron por qué. Y dos años después, en 1979, cuando la adopción era plena, les reveló que los padres de Carolina "no habían muerto en un accidente -como les dijo la primera vez-, sino "en un procedimiento antisubversivo", relató Carolina. "Fue un baldazo de agua fría porque Jorge Guallane era peronista, tenía las mismas convicciones que Enrique y Blanca".

-¿Qué parte de la verdad queda pendiente? -le preguntó la abogada Zulema Rivera.

-Saber que hicieron conmigo desde el 11 de febrero hasta 13 de mayo de 1977 -contestó Carolina. El 11 de febrero aniquilaron a su familia. El 13 de mayo se la entregaron a los Guallane. "¿Qué hicieron conmigo en esos tres meses? No puedo vivir tranquila con ese trauma en mi cabeza -planteó Carolina. Y recordó sus llantos, su angustia. Y dos crisis: el día que fue mamá "se me vino el mundo abajo". Y después, cuando Nicolás cumplió "un año y dos meses" y les dijo a los abuelos Guallane: '¿Así era yo cuando me secuestraron?'. De un momento a otro, me arrancaron de los brazos de Blanca y Enrique. ¿Cómo se puede vivir después de eso?", se preguntó Carolina.

"Lo que me revuelve el estómago es lo que hicieron conmigo. ¿Me llevaron a un chupadero para torturar a Enrique? Quiero que me lo digan. Lo que me perturba es no saber. Me da asco pensar que estos tipos me tocaban para quebrar a mi papá. Son tres meses de mi vida que están en blanco, aunque en realidad están en negro".

martes, 17 de noviembre de 2015

A casa con la impunidad : Excarcelaron al coronel Carlos Pavón

No hay peligro de fuga (¿?)

Pavón está imputado como coautor de "retención", "ocultamiento" y "supresión de identidad y estado civil" de Paula Cortassa, hija de desaparecidos, antes de que comience el juicio.

Por Juan Carlos Tizziani . Desde Santa Fe

El Tribunal Oral de Santa Fe dejó en libertad al coronel Carlos Enrique Pavón que estaba preso desde abril para garantizar su presencia en el juicio por la megacausa, en el que se lo juzga junto al ex juez de Menores, Luis María Vera Candioti y el ex comisario Juan Calixto Perizzotti por "supresión de identidad" de la hija de desaparecidos Paula Cortassa (María Carolina Guallane), en 1977, entre otros cargos. La resolución se conoció ayer, 48 horas antes de que comience el debate sobre el caso de Carolina, quien está citada a declarar mañana, jueves, a las 10. El único que se opuso a la excarcelación del militar fue el fiscal Martín Suárez Faisal, pero a pesar de eso el Tribunal concedió el beneficio por entender que no existe "peligro de fuga" ni de "entorpecimiento" de la causa, aunque sí obligó al imputado a constituir una "caución real", que antes era de 3.000 pesos y ahora la aumentó a 10 mil.

Pavón era el único que dormía en la cárcel de Las Flores. Vera Candioti siempre estuvo libre y los días del juicio observa la audiencia desde una sala contigua por un circuito de TV y después vuelve a su casa. Mientras que Perizzotti también cumple en su domicilio sus dos condenas por delitos de lesa humanidad, que se unificaron en 23 años de prisión. El cuarto imputado es otro coronel que operó en el Destacamento de Inteligencia Militar 122 de Santa Fe, Domingo Morales.

Carolina tenía un año cuando un ataque masivo del Ejército masacró a su familia, en febrero de 1977, en la casa de Castelli al 4500, donde vivía junto a sus padres biológicos: Enrique Cortassa, desaparecido desde entonces y Blanca Zapata, que agonizó con un embarazo a término y un disparo en la cabeza. En la masacre, cayó otra militante de Montoneros, Cristina Ruiz de Ziccardi, y se salvaron sus dos hijos pequeños.

Vera Candioti y Pavón están imputados como "coautores" de "retención", "ocultamiento" y "supresión de identidad y estado civil" de Carolina. Al ex juez también se lo acusa como "autor" de "prevaricato" y al militar como "autor" de "falsificación ideológica de documento público". En tanto que a Perizotti se lo juzga como "autor mediato" de "supresión, retención y ocultamiento" de la niña y de diez homicidios, entre ellos los de Cortassa, Zapata y Ruiz de Ziccardi.

En el arranque del juicio, el 23 de abril, el Tribunal -﷓integrado por los jueces de Rosario, Ricardo Vásquez, Omar Digerónimo y Beatriz Caballero de Barabani-﷓ había revocado la excarcelación de Pavón, que entonces estaba detenido por otra causa, y así evitar el "traslado" del imputado de "una unidad penitenciaria de otra jurisdicción".

Pero el 6 de noviembre, la Cámara Federal de Rosario dejó sin efecto el "procesamiento" de Pavón en la segunda causa y dispuso su "falta de mérito". Según la defensa, el "motivo" que impulsó al Tribunal "a dejar sin efecto la libertad" del imputado "ha desaparecido". Y argumentó que "no existe peligro de fuga" ni de "entorpecimiento de la investigación".

El fiscal Suárez Faisal rechazó el planteo de la defensa. "El Tribunal dispuso la detención de Pavón para asegurar el normal desarrollo del debate" y "su presencia en el juicio". Esas "causales aún continúan vigentes", explicó.

El Tribunal valoró a favor de Pavón que mientras éste estuvo "en libertad en la presente causa" lo autorizó a viajar al exterior en dos oportunidades, "para visitar a su hija que residía" en Chile, "sin generar entorpecimiento alguno, ni peligro de fuga, ya que dichos viajes se realizaron con total normalidad". Y "tampoco se registró ningún acto que permitiera presumir un posible entorpecimiento de la investigación", agregó.

Ahora, que la Cámara Federal de Rosario dictó la "falta de mérito" de Pavón en la causa en la que estaba detenido y el juez federal Nº 1, Reinaldo Rodríguez, lo dejó en libertad. Y al no haber "motivos fundados para presumir" que el militar "pueda eludir el accionar de la justicia, y/o exista peligro de que pueda entorpecer la investigación, resulta adecuado conceder la excarcelación bajo caución real. Atento a que el imputado constituyó dicha caución en la suma de 3.000 pesos, corresponde actualizar dicha suma a 10 mil pesos" y "fijar domicilio" en Santa Fe, resolvió el Tribunal.

domingo, 8 de noviembre de 2015

El Ejército atacó un edificio en Santa Fé en 1977. Un militante quiso entregarse y lo mataron igual

El bebé de la masacre de Ituzaingó y Las Heras
Un testigo reconoció que vió a un militante montonero pretender entregarse aquel día de 1977. Lo mataron igual y le pusieron un bebé en su pecho ensangrentado. Ese bebé era su hijo que hoy tiene 38 años y declaró también el juicio que se sigue.

 Por Juan Carlos Tizziani -  Desde Santa Fe.

Jorge Piotti soñó que su padre montonero lo acurrucaba en su pecho, que el abrazo lo
comunicaba con él, hasta que lo sentía muerto y un militar lo desprendía de su lado. El era un bebé de un mes. Se despertó tembloroso, en posición fetal. Y esa misma noche transformó el miedo en canción: "Secuelas". "Recordé un sueño de ayer, de una batalla que tiene un recuerdo y ese soy yo", escribió. El viernes, 38 años después y en la antesala de un juicio, descubrió que la pesadilla era real. Un testigo declaró ante el Tribunal Oral de Santa Fe que había visto a uno de los muertos en la masacre de Ituzaingó y Las Heras, el 19 de enero de 1977, tirado boca arriba en la vereda y en su pecho ensangrentado, un bebé que lloraba. La tortura a un niño, a la vista de todos. El caído era Jorge Piotti y el chiquito en llanto, su hijo, que también declaró en el juicio. Según otro testigo en una investigación a los autores materiales de la masacre, el montonero que salió a la calle, intentó entregarse con las manos en alto, pero un coronel al que llamaban "verdugo" y está prófugo, le ordenó a un soldado a su mando que dispare y éste cumplió la orden.

El ataque de fuerzas conjuntas al departamento de Ituzaingó y Las Heras fue el emblema de la dictadura por la caída de la cúpula de Montoneros. En ese primer piso vivían los Piotti, Jorge que era el secretario político de la organización, su pareja Ileana Gómez y sus dos hijos, Mariano de un año y el bebé de un mes. Los niños sobrevivieron en "un armario", según el relato del mayor. Y allí cayeron el líder de la columna, Osvaldo Pascual Ziccardi, el secretario logístico, Carlos Frigerio. Y una vecina del departamento de al lado, Elina Carlen, cuando intentó cerrar un ventanal que daba a un patio interno y un proyectil le destrozó el cuello.

En la audiencia del viernes por la megacausa del terrorismo de estado en Santa Fe, declararon las familias de dos víctimas. Los hijos de Carlen, Graciela y Carlos Alberto. Y los Piotti, las dos hermanas de Jorge, María Lidia y Leticia, su cuñado Cecilio Manuel Salguero y sus dos hijos, Jorge y Mariano. Es la primera vez en 38 años que un tribunal escuchó sus testimonios.

Graciela Carlen relató cómo murió su mamá. Estaban por dormir la siesta, cuando sonó el portero eléctrico. "Nunca supe qué le dijeron", recordó. Elina fue a cerrar el ventanal que daba al patio interno y cayó. "Escuché un disparo y ví que tenía medio cuello desgarrado. Los ojos abiertos. Creo que mi mamá ya estaba muerta", les contó a los jueces. Las fuerzas conjuntas habían copado los techos vecinos y rodeaban la zona. Graciela dijo que la desesperación la empujó a escapar. "Fue mi tormento de toda mi vida". "Salí a la calle" en medio del ataque. Le dijeron que "se tirara al suelo" y después se refugió en el pasillo de otra vecina.

Según Graciela, su madre fue la primera víctima. "Nunca pudo hablar". Y ratificó que el disparo atravesó el ventanal del este, que daba al patio interno y a los techos cercanos. Un informe de inteligencia de la Policía de Santa Fe incluyó a Elina Carlen entre los "cinco sediciosos abatidos". Después, el ex jefe del II Cuerpo, Leopoldo Fortunato Galtieri, dijo que la había matado "uno de los subversivos". Pero el relato de los Carlen dejó en claro que a su madre la asesinaron los atacantes del Ejército y la Policía.

El esposo de Carlen ya fallecido y su hijo Carlos se enteraron del hecho a las cuatro de la tarde, en Santa Rosa de Calchines, a 42 kilómetros, donde tienen el campo. Antes de las seis ya estaba en Santa Fe. "Era un desastre", relató Carlos. "¿Usted qué vio?", le preguntó el fiscal Martín Suárez Faisal. "Una cantidad de gente". Muchas armas, uniformes, vehículos. "Un muerto tirado en la vereda, que tenía un bebé arriba del pecho, que lloraba", dijo.

Los Carlen no pudieron ver el cuerpo de Elina, se la entregaron en cajón cerrado ("un tío la reconoció") y tampoco el departamento, al que recién pudieron ingresar "tiempo después". "Estaba todo destruido y había una mancha de sangre donde cayó mi mamá", dijo Carlos.

Graciela Carlen llegó a la audiencia con un libro. Abrió una de sus páginas y leyó el relato de un sargento ayudante del Ejército, que les dijo a los autores de la novela ("Hay un positivo") que Piotti había matado a su madre porque ésta se negó a esconder a los niños. "La señora quedó muerta sentada en un sillón que estaba frente a la puerta del departamento", dijo el militar. Y contó que él había interrogado a Graciela, que ella "estaba histérica y lloraba". "Ella me cuenta todo y levantamos un acta, teniendo como testigo a una vecina, la dueña de la casa donde ella se refugió". "Esto es mentira", dijo Carlen.

Y siguió con el relato de otra vecina que atribuyó la muerte de su madre a la compañera de Piotti, Ileana Gómez, también por el mismo motivo, porque se negó a esconder a los chicos. "La Negra le disparó y la mató". "Esto es otra mentira", cerró Graciela. Ella dijo que nunca más había visto a los chicos Piotti, que hoy tienen 39 y 38 años. Los volvió a ver el viernes, en esa antesala del juicio, donde Carlos recordó lo que les dijo a los jueces, que había visto a un montonero muerto en la vereda y arriba de su pecho a un bebé acurrucado, que lloraba. "Eso es lo que yo soñé", dijo Jorge Piotti. "Es lo que yo vi", dijo Carlen. Y siguió un abrazo interminable.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Los represores también eran violadores

EDUARDO "CURRO" RAMOS FUE PROCESADO POR VIOLAR A UNA ADOLESCENTE DE LA UES
Los represores también eran violadores

Ramos ya cumple dos condenas unificadas a 24 años de prisión por secuestros, torturas y asociación ilícita. Lo juzgarán por el asesinato de Emilio Feresín y acaban de procesarlo por delitos sexuales contra dos chicas de 16 y 14 años.
 Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe.


Eduardo "Curro" Ramos ya cumple dos condenas unificadas a 24 años de prisión por secuestros, torturas y asociación ilícita. En el próximo juicio de lesa humanidad, lo van a juzgar por el "homicidio" de un dirigente montonero, Emilio Feresín, en marzo de 1977. Y ahora, el juez federal Carlos Vera Barros lo procesó por otros casos que se unificaron tras el juicio al ex juez Víctor Brusa, en 2009: la "violación reiterada" a una militante de 16 años de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y el "abuso deshonesto" a una niña de 14, en julio de 1976. Y la "privación ilegal de la libertad" y "tormentos agravados" a tres militantes de izquierda, en octubre de 1976, en un operativo en el que participaron otros dos represores, Víctor Hugo Cabrera y un ex policía que está prófugo. "La banda del "Curro" Ramos", la llamó uno de sus denunciantes y secretario nacional de la Liga Argentina de por los Derechos Humanos, José Ernesto Schulman.

Vera Barros interviene en la causa porque los dos jueces federales de Santa Fe, Reinaldo Rodríguez y Francisco Miño, se apartaron. Así que la resolución salió después de tres reclamos del fiscal Walter Rodríguez -en abril y agosto de 2014 y febrero de 2015- y un recurso por "retardo de justicia" que la Cámara Federal de Rosario recién resolvió a principios de octubre. La Cámara lo declaró "abstracto", pero recomendó al magistrado que "extreme los recaudos procesales necesarios para evitar este tipo de demoras".

El juez recordó que la niña fue secuestrada junto a su madre, en la casa de sus abuelos, el 16 de julio de 1976. "Estaba por cumplir 14 años". Mientras que la adolescente de la UES cayó en su casa, cerca del casco histórico de Santa Fe, unos días después, el 30 de julio.

Las dos menores relataron los operativos. "Tocaron el timbre", dijo la niña. Y el grupo de tareas copó la casa de sus abuelos. Eran "personas con ropas oscuras que venían desde los techos. Uno de los represores que "después descubrió que era Ramos, le preguntó como se llamaba, la sacó de la casa", la llevó a un vehículo de la Policía y "mientras permanecía boca abajo, vendada y esposada, abusó sexualmente de ella", señaló el juez. "Después, la trasladaron hacia otro lugar que logró identificar como la seccional 1ª, donde la interrogaron en reiteradas oportunidades" y la torturaron con "picana eléctrica", "golpes" y "manoseos".

La militante de la UES "fue violada contra su voluntad y mediante el empleo de la fuerza e intimidación, en dos oportunidades" entre el 30 de julio y los primeros días de agosto de 1976, en la seccional 1ª, por un policía que "se identificó como Gerardo" y que ella "luego pudo saber que era Ramos", explicó el juez. La jovencita había sido secuestrada en su casa por "un operativo de fuerzas conjuntas del Ejército y la Policía de Santa Fe", en el que participó "el imputado Ramos".

La joven de 16 años explicó que una de las formas de torturas era cuando la obligaban a permanecer en "posición de cuclillas" largo tiempo. Ramos se burló de ella en la indagatoria, dijo que "ni Messi puede estar en cuclillas ni una hora" y pidió una "pericia `psiquiátrica" para la víctima, que el juez desestimó.

"Los testimonios" en los juicios de lesa humanidad "son coincidentes" sobre "el modo de operar de los represores santafesinos cuando se trataba de mujeres, especialmente menores de edad: torturas, vejaciones y violación", señaló Vera Barros.

"Las víctimas (...) describieron los hechos en forma objetiva sin ningún juicio de valor. Más allá del lógico dolor al describir hechos tan aberrantes, no se advierte en sus palabras móviles que indiquen que sus testimonios son falaces, sino por el contrario, todo lleva a aseverar que son absolutamente verosímiles", agregó.

"Los testimonios de las víctimas satisfacen el principio de la no contradicción, se presentan verosímiles, concordantes, coherentes, a lo largo del tiempo. No se advierte en ellos animadversión alguna y no obstante el dolor o angustia que revelaron las víctimas, perfectamente perceptible, no evidenciaron animosidad hacia el imputado".

Vera Barros recordó que "era habitual que las mujeres ilegalmente detenidas en los centros clandestinos fuesen sometidas sexualmente por sus captores o guardianes o sufrieron otro tipo de violencia sexual". "Las violaciones y abusos no constituían hechos aislados ni ocasionales, sino que formaban parte de las prácticas ejecutadas dentro de un plan sistemático y generalizado de represión llevado a cabo por las Fuerzas Armadas durante la dictadura".

"Los tormentos padecidos por las mujeres eran específicos, dirigidos contra ellas por su condición de mujer, lo que evidencia una clara intencionalidad discriminatoria", dijo el juez. Y "un caso de violencia sexual emblemático es el de Silvia Suppo", concluyó.

viernes, 30 de octubre de 2015

Estrenan un documental sobre Silvia Suppo

El viernes 30 de octubre, a las 19 h, en el Museo de la Memoria, se realizará la proyección estreno del documental 'Silvia', realizado por Wayruro Comunicación Popular.

La actividad es organizada por el espacio Verdad y Justicia por Silvia Suppo. De la presentación participarán Andrés Destéfani (hijo de Silvia Suppo), Paula Kuschnir (directora de la película) y Ma. del Carmen Villarreal. Todos ellos son miembros del espacio Verdad y Justicia por Silvia Suppo.

La película, escrita y dirigida por Paula Kuschnir, reconstruye a Silvia Suppo en su dimensión de madre, mujer y amiga, en su carácter político y en su sensibilidad, para dar a conocer su causa: “Buscamos una verdad que haga justicia sobre su muerte y rescate, sobre todo, el valor de su vida”.
En 1977, Silvia Suppo fue secuestrada y violada bajo la última dictadura cívico militar argentina. 

Como consecuencia, quedó embarazada y los represores le practicaron un aborto “para subsanar el error”, según le dijeron. En 2009, su testimonio fue clave para lograr la condena -la primera en el país- de un juez federal, Víctor Brusa, y de todo un grupo de tareas por crímenes de lesa humanidad. Unos meses después, fue asesinada brutalmente en su comercio en Rafaela (Santa Fe, Argentina). Hoy su asesinato sigue impune.


jueves, 22 de octubre de 2015

La causa Klotzman investiga la desaparición y muerte varios militantes del PRT-ERP en 1976

Homicidios, secuestros y tormentos

Es la primera vez en Rosario que oficiales de la Federal son sometidos a juicio por terrorismo de Estado. La causa Klotzman investiga la desaparición y muerte varios militantes del PRT-ERP en 1976. También se les atribuye el asesinato de Oscar Medina.

 Por José Maggi

Cuatro policías federales y un jefe de la inteligencia militar serán juzgados por la justicia federal rosarina por la llamada causa Klotzman que reúne víctimas del PRT-ERP que cayeron en la primera quincena de agosto de 1976. Es la primera vez que un grupo de federales se sienta en el banquillo de los acusados. La instrucción fue hecha en 2011 por la entonces fiscal federal Mabel Colalongo. También serán juzgados por el crimen de Oscar Medina, ocurrido en octubre. El expediente suma en total 27 homicidios, privaciones ilegítimas de la libertad, tormentos y asociación ilícita.

La resolución de elevación a juicio tiene fecha 5 de octubre de 2015, y fue emitida el Juzgado Federal N° 4 a cargo de Marcelo Bailaque. El magistrado dispuso clausurar parcialmente la instrucción de la Causa Klotzman y elevarla a juicio oral para el juzgamiento de Jorge Alberto Fariña jefe de la inteligencia militar rosarina y los cuatro policías federales: Federico Almeder, René Juan Langlois, Enrique Andrés López y Luis Paulino Coronel. Esta medida se da sin perjuicio de la continuidad de las actuaciones respecto de restantes imputados y casos aún en investigación, y, por supuesto de los recursos que interpongan eventualmente las defensas.

Para la abogada querellante Gabriela Durruty "esta es una de las grandes causas emblemáticas del genocidio en nuestra ciudad y tiene la particularidad de haberse conformado con un criterio distinto al de las restantes que fueron erigidas en base a los circuitos represivos o centros de detención clandestina, tales como la Causa Guerrieri, donde se investiga lo ocurrido en lo que se conoce como el circuito del Ejército en los CCD de la Quinta de Funes, Escuela Magnasco, Intermedia, Calamita, Fábrica Militar de Armas, Batallón 121, Ceferino Namuncurá de Funes, y la mega causa Feced (donde se investiga lo sucedido en el Servicio de Informaciones de Rosario, el mayor centro de detención clandestina de nuestra zona que funcionó además como lugar de distribución de detenidos".

La causa Klotzman reúne los hechos que damnificaron a víctimas del PRT-ERP en un lapso temporal: todos ocurrieron en la primera mitad del mes de agosto de 1976 (puntualmente entre el 2 y el 16 de ese mes y año), a excepción solamente del caso de Oscar Medina, ocurrido en Octubre. Los delitos más graves que se ventilarán en la audiencia oral.

Entre los homicidios se encuentran los casos de Ricardo Klotzman, Cecilia Barral, Juan Alberto Tumbetta, María Laura González, Ricardo Machado, Elvira Marquez, Héctor Alberto González, Osvaldo Matisky Szeverin, José Angel Albá, Daniel Emilio Garrera, Liliana Girardi, Julio Curtolo, María Teresa Vidal Martinez Bayo, María Teresa Latino, Alejandro Pastorini, Herminia Nilda Inchaurraga, José Rolando Maciel, Elena Cristina Márquez, Dante Rubén Vidali, Isabel Angela Carlucci, Victor Hugo Fina, Teresita Serra, Juan Carlos Lieby, Elvio Ignacio Castañeda, Oscar Medina, María Victoria Gazzano Bertos y Edgardo Silva.

Además, se ventilarán los delitos de sustracción de un menor de diez años y supresión de identidad con relación a la hija de Ricardo Klotzman y Cecilia Barral. El matrimonio fue secuestrado y conducido al CCD conocido como Quinta Operacional de Fisherton ( ubicada a la altura de Mendoza al 9100) desde entonces permanecen desaparecidos. Fernando Brarda, sobreviviente de aquel CCD, corroboró la presencia en el lugar de los mismos y dio cuenta del estado avanzado de embarazo de Cecilia Barral. Durante el curso de la instrucción pudo establecerse que la misma dio a luz a una nena que fue sustraída por los represores y entregada a una familia de la ciudad de Santa Fe. Se trata de la nieta 103, recuperada en abril de 2011, Josefina Kerz.

Al ordenar la acumulación de los hechos en esta causa, el juez entendió además que "está comprobado -en su mayoría- que los operativos presentaban similares características, siendo autodenominados "operativos conjuntos" dado que participaban tanto integrantes del Ejército como de la Policía Federal Argentina (en algunos casos también personal de la policía de la provincia de Santa Fe) y a cargo de los mismos estaba el Ejército.

"Lamentablemente quedaron fuera responsables emblemáticos de la represión por razones de salud y fallecimiento tales como Ramón Genaro Díaz Bessone, Alfredo Sotera y Jorge Rafael Videla, todos ellos habían sido procesados en la causa", se lamentó Durruty.

Fariña fue capitán del Destacamento de Inteligencia 121 y su cargo era Jefe de la Primera Seccción. Con 73 años de edad actualmente se encuentra detenido en el Complejo Penitenciario de Marcos Paz. Fue dos veces condenado por el TOF 1 de Rosario por delitos de lesa humanidad en las causas Guerrieri 1 y 2. En tanto Almeder, de 65 años y Lopez de igual edad están presos en Marcos Paz. Langlois, 69 años de edad, está detenido en Ezeiza. Mientras Coronel de 74 años está detenido en su domicilio.

La abogada Durruty junto con Jesica Pellegrini representan a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, organización que ha formulado querella en las tres grandes causas de esta jurisdicción con el fin de asumir la representación de las víctimas que no han iniciado querella particular. También son apoderadas de Ana Lina Klotzman, Ramón Juan José Serra, Crispina Yolanda Medina y Héctor Hipólito Medina, por los casos de Ricardo Horacio Klotzman, María Teresa Serra y Oscar Medina.

"Celebramos el avance de la causa, independientemente de los recursos que seguramente articularán las defensas, entendemos que estamos a unos pasos del juicio oral" explicó la abogada Pellegrini. "Se juzgarán por primera vez casos impunes hasta la fecha como el de Ricardo Klotzman, Teresita Serra y Oscar Medina, cuyos familiares tenemos el orgullo de representar y que batallaron incansablemente contra la vergonzante impunidad de sus desapariciones" sumó Durruty. "Será un juicio fundamental, pudimos probar que la policía federal actuaba en los operativos conjuntos del ejército y la policía provincial, cumpliendo un rol fundamental, reflejado en sus propios legajos por sus superiores jerárquicos. El entramado de la impunidad en nuestra jurisdicción se va desandando a cada paso", concluyó la letrada.

martes, 13 de octubre de 2015

Orden de captura para un coronel cuyo nombre se mantiene en secreto (¿?)

POR LA MASACRE DE ITUZAINGO Y LAS HERAS EN SANTA FE EN ENERO DE 1977.

En un edificio en esa esquina de Santa Fe, militantes Montoneros fueron abatidos por fuerzas militares y policiales en enero de 1977. Los uniformados tiraron 129 proyectiles de FAL, 115 proyectiles de Itaka y 345 proyectiles 9 mm, según el informe.

Desde Santa Fe

Un coronel conocido como "verdugo" tiene orden de captura y dos suboficiales retirados del Ejército quedaron presos esta semana en una investigación judicial por crímenes de lesa humanidad en la caída de la segunda cúpula de Montoneros en Santa Fe, en enero de 1977. La llaman la masacre de Ituzaingó y Las Heras, por el departamento que ocupaban en un edificio en esa esquina, donde un operativo militar ejecutó a cuatro jefes de la organización: el líder de la Columna, Osvaldo Pascual Ziccardi ("Cholo"), el secretario logístico Carlos Mario Frigerio ("Guido"), el secretario político Jorge Piotti ("Pelado Mario") y a la compañera de éste, Ileana Esther Gómez ("Negra"), responsable del frente sindical. Sólo sobrevivieron los dos hijos de Gómez: el mayor, de un año y un bebé de 30 días. Un testigo que declaró en la causa dijo que uno de los montoneros salió a la calle y se entregó con las manos en alto, pero el "verdugo" le ordenó a un soldado a su mando que dispare y éste cumplió la orden.

La quinta víctima del ataque es una maestra que vivía en el departamento de al lado, Elina Jagou de Carlen, a quien un informe de inteligencia de la Policía santafesina incluyó entre los "cinco sediciosos abatidos". Después, el ex jefe del II Cuerpo, Leopoldo Fortunato Galtieri, dijo que la había matado "uno de los subversivos". La familia de la docente lo desmintió. "A ella la asesinó uno de los tiros que hicieron desde afuera los del Ejército o la Policía", dijo el esposo.

El nombre del coronel buscado se mantiene en reserva, pero los detenidos son el sargento Jorge Alberto Balla y el cabo Luis Alfredo Gómez, quienes se negaron a declarar ante el juez federal Reinaldo Rodríguez hasta no conocer las acusaciones en su contra. Las pruebas se las leyeron en la indagatoria.

El juez Rodríguez ordenó también la detención de otros ocho policías del Comando Radioeléctrico, entre ellos el ex comisario Rodolfo Antonio Reible, quien operaba en la Brigada de Explosivos que dependía del Comando y se lo señala como "subjefe" en los libros de guardia de 1977. Reible ya cumple prisión domiciliaria por otro hecho: el "homicidio" de tres militantes montoneros, en octubre de 1976, en una causa en la que estuvo prófugo más de seis meses. En el gobierno de Jorge Obeid, llegó a sonar como jefe de Policía de la provincia, pero los corrillos sobre su pasado frenaron el ascenso.

La investigación dio un vuelco con el testimonio de 30 soldados que hicieron el servicio militar en 1977, en el Comando de Artillería 121, el enclave del terrorismo de estado. El jefe era el coronel Juan Orlando Rolón, quien estaba al mando del Area 212 y del Comando de Operaciones Tácticas (COT), que conducía los grupos de tareas.

Los testigos revelaron que allí operaba una fuerza especial: la Sección de Empleo Inmediato (SEI), que participó en el ataque de Ituzaingó y Las Heras, el 19 de enero de 1977. Estaba al mando de un oficial y dos suboficiales y la integraban doce soldados con fusiles FAL y cien proyectiles cada uno. El más robusto portaba "el FAP, un fusil automático pesado, que tenía más potencia de fuego", dijo uno de los testigos. "Los oficiales llevaban granadas y las ametralladoras se montaban en la parte de atrás de camionetas F?100".

El fiscal que investiga la causa, Walter Rodríguez, logró probar que los tres militares imputados, entre ellos Balla y Gómez, operaban en la Sección de Empleo Inmediato (SEI), bajo las órdenes de otro coronel, Mario Víctor Fontana, ya fallecido. Había más oficiales y suboficiales que aún no fueron identificados.

Diez testigos mencionaron al coronel buscado por la Policía que en esa época era teniente. Uno dijo que era "un verdugo bárbaro" y otro recordó que "un soldado le comentó que por orden del oficial le disparó a un muchacho indefenso en el procedimiento de Ituzaingó y las Heras, que salió con los brazos en alto y que éste le gritó que le dispare". El soldado cumplió la orden.

El juez Rodríguez ya indagó a tres de los ocho policías imputados: José Rufino Martellini, Mario Daniel Aquino y Rolando Martínez. Y el martes, indagará a otros tres: Reible, Abel Romero y Carlos Albornoz, éstos dos ya presos en Las Flores por el "homicidio" de tres militantes montoneros, en octubre de 1976. Todos participaron en el operativo del 19 de enero de 1977 a bordo de ocho móviles que regresaron al Comando Radioeléctrico a las 18.35.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Menciones al PCI César Luis Frilocchi en el juicio por Cambiaso y Pereyra Rossi

Un espía en Santa Fe para vigilarlos

El testigo Francisco Clarick recordó que el ex PCI, que todavía es empleado de la UNL, estaba infiltrado en Intransigencia y Movilización, donde militaban las víctimas. El Foro contra la Impunidad de Santa Fe pidió la exoneración.

 Por Sonia Tessa

La causa por el secuestro y asesinato de Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereira Rossi, el 14 de mayo de 1983, sumó una revelación: El testigo Francisco Alfonso Clarick, militante de Intransigencia y Movilización peronista entonces, relató la participación del Personal Civil de Inteligencia (PCI), César Luis Frilocchi, como infiltrado de esa organización. De hecho, Frilocchi estuvo -según el relato de compañeros de Clarick- en el acto político que se realizó en Luz y Fuerza de Santa Fe, el 13 de mayo de 1983. "Cambiaso estuvo permanentemente vigilado en el Litoral por dos PCI que eran una mujer de apellido Torres, de Paraná y en Santa Fe, por Frilocchi", dijo el testigo, que fue preso político en Coronda, donde compartió cautiverio con Cambiaso.

Clarick fue liberado el 20 de noviembre de 1982, con libertad condicional, y volvió a su ciudad, Casilda, donde debía presentarse semanalmente. "No me podía mover de Casilda", rememoró. Allí fue a buscarlo Daniel Gollán -actual ministro de Salud de la Nación, que también fue preso político- para convocarlo a formar parte de Intransigencia y Movilización, agrupación en la que Cambiaso era dirigente. En su declaración en la audiencia del 9 de septiembre, Clarick relató que Cambiaso "aún en los tiempos más duros pregonaba más la cuestión política que la cuestión armada" y subrayó por qué los represores querían eliminarlo. "Sabían que la mayoría de los compañeros íbamos a volver a militar con "el viejo" Cambiaso", expresó.

Clarick recordó que el 13 de mayo, "Cambiaso estuvo en el acto d eSanta Fe con Pereira Rossi. Yo no estuve".

Después del secuestro y asesinato de los militantes en el bar Magnum, en el mediodía del 14 de mayo de 1983, Clarick se hizo una promesa. "Me tomé el compromiso de acumular la mayor cantidad de datos posibles sobre cómo habían llegado al Carlón y al Viejo", contó ante el Tribunal Oral Federal número 2, que integran Beatriz Baravani, Jorge Benegas Echagüe y Omar Digerónimo.

Clarick contó que llegó a indagar que "Cambiaso estuvo permanentemente vigilado" y que Frilocchi "haciéndose pasar por militante, estaba puesto exclusivamente para informar todo lo que hacía Osvaldo". Para Clarick, fue Frilocchi quien informó al Destacamento de Inteligencia 121 qué iban a hacer Cambiaso y Pereira Rossi a la mañana siguiente en Rosario.

Si bien la declaración de Clarick planteó una hipótesis, la condición de PCI de Frilocchi es pública. De hecho, revistó como personal de inteligencia del Ejército hasta 2006, cuando la ministra Nilda Garré desmanteló esa estructura. Es decir que, aún en democracia, siguió espiando a la población civil.

El Foro contra la Impunidad por la Justicia de Santa Fe, que integran numerosos organismos de Derechos Humanos, hizo dos presentaciones ante el rector de la Universidad Nacional del Litoral, Albor Cantard, para pedirle la exoneración de Frilocchi. También realizaron múltiples manifestaciones.

En uno de los pedidos presentado por el Foro, el 20 de marzo de 2014, se recuerdan las declaraciones de Frilocchi en la causa contra otro PCI, Horacio Barcos. La primera fue el 9 de julio de 2006. Posteriormente, en octubre de 2007, el Ejército envió al juez Reinaldo Rodríguez la nómina de los PCI, donde figuraba Frilocchi. "En sus posteriores declaraciones en el juzgado federal de instrucción y ante el Tribunal Oral Federal (TOF) de Santa Fe, Frillocchi intentó despegarse de Barcos, e incurrió en tantas contradicciones, que la fiscalía pidió su procesamiento y detención por falso testimonio. Dos votos de los miembros del TOF permitieron que quedara en libertad, mientras que uno de los jueces coincidía con el pedido de la fiscalía acerca de la procedencia de detenerlo en la misma sala de audiencia del tribunal. En la causa por falso testimonio que luego se le inició ante el juzgado federal de instrucción, fue procesado. Las resoluciones posteriores que buscan dejar sin efecto tal procesamiento, se encuentran recurridas, tanto por la fiscalía de 1ª instancia como por la fiscalía de Cámara de Apelaciones y la cuestión debe ser resuelta por la Cámara de Casación Penal", recuerdan los integrantes del Foro.

A partir de la presión social y las presentaciones del Foro contra la Impunidad y por la Justicia de Santa Fe, en octubre del año pasado, la Universidad Nacional del Litoral abrió un sumario administrativo a Frilocchi, pero sólo lo desplazó del estratégico cargo que ocupaba en la sección Títulos. Hoy revista en la Planta de Alimentos del Observatorio Social de la UNL. "Una Universidad comprometida con los valores democráticos no puede sostener a Frilocchi como planta de sus empleados y menos jerarquizado", subrayó Lucila Puyol, abogada, militante de H.I.J.O.S. e integrante del Foro.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Los desaparecidos del rugby rosarino

Al menos 16 jóvenes que integraron planteles de conocidos equipos de la ciudad fueron víctimas del terrorismo de Estado. Familiares, ex compañeros de equipo y militantes de los turbulentos años setenta compartieron testimonios y recuerdos con Más para completar el rompecabezas de esas historias truncadas por la represión más cruel que haya conocido la Argentina.

    El primero a la derecha, arriba, es Raúl De Sanctis, el “Mono”, que está desaparecido. El tercero desde la derecha, en la misma fila, es Alejandro Stancanelli, el “Pato”, que fue asesinado.

    Detrás del jugador que tiene la pelota, Guillermo White. Sus restos aún no han sido hallados. Su madre, María Rosa Saint Girons, fue una de las Madres de Plaza de Mayo de Rosario.

    Fernando Alberto Belizán jugaba en Universitario de wing forward o ala. Fue asesinado en Tucumán. Con él su esposa Analía Arriola, que está desaparecida

    Roberto De Vicenzo y su esposa Miriam Moro. Ambos fueron secuestrados y asesinados.

    A la izquierda de la imagen, el desaparecido Guillermo White. A su lado, el diputado provincial Gerardo Rico, quien habló con Más.

Por Laura Vilche / La Capital - lvilche@lacapital.com.ar
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 En el bar de La Plata Rugby Club aún está colgada la foto de varios de los veinte jugadores que eran parte del plantel en los años setenta y fueron asesinados o desaparecidos por el terrorismo de Estado. Se ve a ocho de ellos con los cortos ajustados y las camisetas amarillas. Cerca de esa imagen también hay una plaqueta de acrílico de 2006, que los recordó cuando se cumplieron tres décadas del golpe de Estado. ¿Y en Rosario? ¿Qué sucedió por entonces en la comunidad de la ovalada, por la que pasaron tantos militantes? ¿No hubo víctimas? “Sí las hubo, pero nadie, ningún club las recordó: por el contrario, todo se silenció”, le dijo a Más un familiar directo de un muchacho asesinado, que jugó al rugby en la ciudad. Mientras que Dolores Araya, sobrina de Jorge Araya, otra de las víctimas, aportó otra mirada: “El preocuparse por el otro, uno de los valores de estos jóvenes volcados a la militancia, para mí se construyó también desde el deporte y es bueno rescatarlo”.

Al menos se conocen 16 jóvenes (ver aparte) que integraron planteles de Maristas, Duendes, Plaza, Jockey, Old Resian, Logaritmo, Gimnasia y Esgrima, Universitario, Sagrado Corazón y Tacuara. Muchachos veinteañeros que forman parte del negro listado de los desaparecidos y asesinados del rugby local, un ambiente que también incluyó a represores, delatores e integrantes de la Triple A.

Muchos fueron recordados por haberse sentado en las aulas de colegios como el Politécnico y el Superior de Comercio, por haber estudiado en alguna facultad de la Universidad Nacional de Rosario, por haber trabajado en un banco o en la Municipalidad. Pero nunca se los recordó institucionalmente allí donde jugaron tocatas, patearon conversiones, tacklearon o saltaron para arañar la pelota en un line.

Familiares, ex compañeros de equipo y militantes compartieron testimonios y recuerdos para completar el rompecabezas de esas historias jóvenes en las que confluían los perfiles de ciudadanos rosarinos, hijos de clase media y también de familias de apellidos con linaje; estudiantes y trabajadores (o ambas cosas), padres, novios o maridos, militantes que en algunos casos optaron por la lucha armada y se obligaron a la clandestinidad. Y también jugadores de rugby, un deporte que los apasionaba pero del que se distanciaban cuando comenzaban a militar.

A pesar de que Ernesto Guevara de la Serna, el Che, era para estos muchachos un referente político que había jugado al rugby en Estudiantes de Córdoba y en San Isidro Club (SIC), en esa época deporte y militancia eran campos casi antagónicos. “Llenaba de contradicciones priorizar el rugby cuando fuera de la cancha se vivía una represión feroz”, dijo Carlos Pérez Rizzo, ex rugbier de Universitario y ex preso político, al referirse a esos años de plomo y camiseta Uribarri, que “prácticamente no se lavaba”. Años también de botines Ocelote para la mayoría (ya que los Adidas eran palabra mayor) y los jeans Levi’s, Lee y las primeras Topper para fuera de la cancha.

“El compromiso exigía muchas horas y como éramos jóvenes éramos más radicales: las amistades del rugby comenzaban a tener otro perfil político e ideológico, se hablaba otro idioma. Uno sentía que ellos estaban de joda mientras nosotros íbamos a los barrios a poner vacunas y hacer zanjas. «¿Qué carajo hago acá con esta gente?», nos preguntábamos”, dijo Pérez Rizzo.

Muchos de esos rugbiers devenidos en militantes fueron raptados, baleados en la calle a plena luz del día, padecieron el cautiverio y la tortura. Los restos de un puñado fueron encontrados y sepultados. Se rescató a la hija de uno de ellos. Otros aún siguen desaparecidos.

En el suplemento Ovación de La Capital, el 11 de agosto pasado, se publicó la foto del equipo de La Plata, en el marco de la entrevista a Claudio Gómez, el autor de Maten al rugbier. La historia detrás de los 20 desaparecidos de La Plata Rugby Club, recientemente publicado por Sudamericana. Por ese puntapié es que surge esta nota de los rugbiers locales, aunque haya otros tantos jóvenes asesinados o desaparecidos en más deportes. Si bien en Rosario las víctimas del rugby podrían formar un equipo entero (pero con distintas camisetas) e incluso con varios suplentes, sólo cuatro historias con sus testimonios fotográficos se contarán en representación de todas. “No es fácil recordar, las imágenes son imprecisas y duelen”, dijo un ex compañero de un jugador, uno de los tantos deportistas de esa época que accedió a hablar pero prefirió no dar su nombre.


Guillermo, de Maristas

Guillermo White jugaba de tres cuartos, en Maristas. “Y era petisito, flaco y rápido”, aseguró un ex compañero del plantel, el actual diputado provincial Gerardo Rico. La familia de White aún conserva una foto hermosísima en blanco y negro donde se lo ve de short y camiseta arremangada con cuatro cuadros al frente (dos celestes y dos blancos) y botines Conti. De perfil (con patilla y melena a lo Robert Redford) y mirando a tres compañeros más altos que él y que siguen vivos (entre ellos Rico, a su lado). Posan en lo que supo ser la cancha de Maristas, en Granadero Baigorria.

“Guille era alumno de La Salle, a Sagrado lo llevó un amigo y luego se fue a Maristas”, recordó su hermana María Rosa White. Ese amigo es Gustavo Rebord. “Yo vivía en la casa de Guillermo porque su familia era muy amigable: sus padres siempre nos invitaban a todos los chicos a su casa y a la de Tanti, también, en vacaciones. Éramos familias con apellido más que con guita. Lo invité a jugar en Maristas porque era buen deportista y se enganchaba en todas. Corriendo era una máquina, era pasional: no quería perder ni una tocata. Eran épocas en que no se viajaba mucho con el deporte pero con él supimos ir a varios seven a dedo: al Quillá de Santa Fe, a Córdoba”.

Gustavo retrató a Guillermo, dentro y fuera de la cancha, como un “tipo solidario y alegre”. Recordó cuando una noche se despidieron en peatonal Córdoba y Mitre y a él lo quisieron pelear entre cinco muchachos. “Guillermo, que ya había hecho unos metros, volvió a defenderme aun sabiendo que nos darían una biaba a los dos”. Una escena que tendría rasgos similares a la última vez que lo vio con vida.
“Fue en la esquina del bar Victoria de la esquina de San Lorenzo y Presidente Roca, él militaba y me avisó que se iría a Santa Fe, a trabajar. Lo quise ir a despedir a su casa, me advirtió que no, que lo estaban siguiendo. Nos despedimos allí. Por años cargué con la culpa de estar vivo, mientras él no”.

White militaba en Vanguardia Comunista (partido marxista leninista, ex PRML, luego Partido de la Liberación). Fue secuestrado en la vía pública en Santa Fe con 24 años, en febrero de 1977. Fue torturado y pasó por el centro La Calamita, en Granadero Baigorria. Se había casado con Stella Buna (quien también padeció cautiverio, pero sobrevivió). “El día de su luna de miel, todos los amigos y nuestras parejas les dimos una sorpresa y nos fuimos con ellos a Tanti en colectivo: recuerdo que jugábamos partidos de fútbol mixto y también al rugby por esos días”, dijo Rebord.

La madre de White, María Rosa Saint Girons, presentó un hábeas corpus ante la desaparición de Guillermo. Fue una de las Madres de Plaza de Mayo de Rosario. Falleció. Al día de hoy no se han encontrado los restos de su hijo.

El “Pato” y el “Mono”: de Old a Nahuel

A Alejandro Víctor Stancanelli todos lo conocían como el Pato y a Raúl René De Sanctis lo llamaban el Mono. Ambos habían sido alumnos del colegio San José, donde también cursó otro ex rugbier de Universitario desaparecido, Luis Bonamín, sobrino nieto del provicario castrense Victorio Bonamín (ver aparte). En ese mismo colegio trabajaban varios curas salesianos politizados y adherentes a la Teología de la Liberación. Ambos, el Pato y el Mono, militaban en la JUP y jugaban al rugby.

El Pato había pasado por Plaza cuando tenía unos 11 años, luego fue parte de las sexta, quinta y cuarta de Old Resian. Su padre, Víctor Stancanelli, fue unos de los fundadores del club pegado a Caranchos y ubicado a pocos metros del Mercado de Concentración de Fisherton. Más tarde, junto al Mono y el resto de los compañeros de ese equipo —incluido el técnico Jorge Trevisán— se fueron con las “H” bajo el brazo y las levantaron en terrenos ubicados a la entrada de la localidad de Pérez. Los aires ingleses tornaron en mapuches: crearon el club Nahuel, que en lengua aborigen significa tigre. Era un plantel de temer por esa época, si se tiene en cuenta que en 1974 les ganaron a Hindú y Champagnat, dos poderosos equipos porteños.

“Ambos eran tercera línea. El Pato jugando era cerebral, inteligente, muy habilidoso; el Mono era una máquina de tacklear”, contó un ex compañero del plantel mientras los señalaba en una foto de la primera división de 1973, en que se los ve con las camisetas tricolores de Old Resian y los brazos cruzados.

Para ellos, aún muy jóvenes, todo era el colegio, Led Zeppelin, Spinetta, los botines Adipan y una única camiseta de rugby, gruesa y pesada, que se usaba de las inferiores hasta la primera. No obstante, ya habían comenzado las acciones terroristas de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) en Rosario, y había efervescencia y revuelta política en las calles. Y paradójicamente, allí donde pateaban la ovalada el Pato y el Mono, también lo hacía el represor Carlos Gabriel Jesús Turco Isach, implicado en múltiples crímenes de lesa humanidad y ex empleado del municipio de Rosario. El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos lo incluyó oportunamente en la lista de represores prófugos por los que se ofrece recompensa. “Jugó conmigo pero no llegó a primera. Era un tarado, peleador, un cuadrado: tenía un hermano comisario (Rodolfo Isach), le decíamos el Turquito”, recordó el ex rugbier.

No obstante, hay un dato más sobre el represor rugbier aún prófugo de la Justicia. En 2008, una víctima de sus torturas en el centro clandestino de la Fábrica de Armas, Ramón Verón, declaró en el marco de la causa Guerrieri, ante el Tribunal Oral Federal Nº 1: “Era un nazi, se jactaba de ser un rugbier del club Universitario que tenía muchas influencias, decía a boca de jarro que había que matar a todos los subversivos porque afectaban a su clase social”.

Sobre la militancia del Pato y el Mono no se hablaba demasiado en el club, pero tampoco se ocultaba. “Nosotros sabíamos que los chicos militaban porque iban a la facultad como muchos de nosotros. El Pato cursaba en la Tecnológica y era de hablar en las asambleas, el Mono estudiaba antropología. Eso estaba visible y nosotros éramos todos amigos, entrenábamos, éramos buenos, jugábamos parecido al equipo de La Plata, que tenía buen seven. Éramos un equipo, pero no cualquiera, un grupo de esos que vos sabés que todos daban la vida adentro de la cancha, que cada uno cuidaba al otro... mirá lo que digo, dar la vida... pucha”, se lamentó quien fue amigo de ambos al recordarlos y antes de agregar: “Al Pato lo asesinaron y del Mono me enteré que había desaparecido en el 83, cuando leí la noticia y supe también que una hija suya había nacido en cautiverio; la conocí el año pasado, tiene su misma cara: nosotros no perdimos a dos militantes, perdimos a dos amigos”.

A Stancanelli lo asesinaron a los 21 años, el 1º de julio de 1976, en un supuesto “enfrentamiento”, según se informó en los medios de la época. Varios hombres lo corrieron a los tiros cuando lo vieron en bulevar Oroño y San Juan, donde iba a encontrarse con su novia. Volvía de trabajar y estaba desarmado.

En el Tribunal Oral Federal Nº 2, por el juicio Díaz Bessone, la testigo Clelia Righi, ex jugadora de hockey de Plaza Jewell, dio testimonio en marzo de 2011 sobre el asesinato. Contó que ella iba acompañada por un chico, que se lo cruzó a Stancanelli y conversaron frívolamente. “Qué linda estás, me voy a la facultad... ¿seguís jugando al hockey?”, recordó que le preguntó el Pato. Luego la muchacha dijo que escuchó tiros y vio a Stancanelli corriendo rengo hacia calle Alvear.

“Detrás de él venían personas disparando. Se cae al suelo frente a una casa muy linda. Veo que le tiran un arma encima, un revólver”. Por la misma causa también declaró el hermano del Pato, Rafael Stancanelli, quien en el juicio le habló a la cara a un ex militante acusado de delator por sus compañeros de la Unión Estudiantes Secundarios (UES) y que merodeó varios años después por el ambiente del rugby de Duendes. Se trata de Ricardo Cady Chomicki, a quien interpeló en el tribunal: “Cady, mi mirada es para que digas quién mató a mi hermano”.

El cuerpo de Stancanelli fue reconocido por su padre en la Asistencia Pública, con varios impactos de bala. Días después, en la Jefatura de Policía, le entregaron los efectos personales de su hijo asesinado: su reloj Seiko, las llaves de su departamento y un certificado de buena conducta, entregado por la misma policía, en un portadocumentos. Un subcomisario de apellido Guzmán le advirtió al padre, mostrándole varios cadáveres colgados en ganchos de sus extremidades inferiores: “Déjese de embromar y meta violín en bolsa y no averigüe más sobre el tema, acá mandamos nosotros”. Los restos de Stancanelli fueron sepultados por su familia en el cementerio El Salvador.

En cuanto al Mono, era cinco años más chico que su primo Raúl De Sanctis. “Jugaba de wing forward y era bueno, muy bueno: una bestia”, remarcó.

Comenzó a trabajar en Acindar. El y su mujer Myriam Tita Ovando, militantes de Montoneros, fueron secuestrados entre el 1º de abril y el 20 de mayo de 1977. Él tenía 23 años y desapareció en Campana (provincia de Buenos Aires). Ella tenía 22 y estaba embarazada de seis meses: fue detenida en Virreyes (Buenos Aires). El Mono fue visto en condiciones de cautiverio en la guarnición de Campo de Mayo antes de su asesinato. Ella dio a luz en cautiverio, en agosto, a una niña que llamó Laura Catalina. Fue apropiada en forma ilegítima y su familia la recuperó en 2008. Sus padres permanecen desaparecidos.

El "Ciruja", de Duendes

“A finales de los 60 mi hermano el Ciruja comenzó en Sagrado Corazón, con su camiseta negra y blanca, y después con un grupo grande se fue a Duendes: se pasó a la negra y verde”. Así comenzó el relato sobre José Antonio Oyarzábal su hermano Francisco, el Vasco. “Yo era más chico: cuando él estaba en cuarta yo estaba en séptima, recuerdo que se juntaba con mis primos que también jugaban al rugby, pero para Old Resian, y hablaban siempre de los partidos y las jugadas. Yo los miraba y escuchaba con admiración. Claro: lo veía grandote, creo que jugaba de forward y era cancherito, iba con sus botines haciendo ruido a metal por los pisos duros, embarrado, sacando pecho... los tres años de diferencia eran enormes a nivel político y deportivo”, aseguró el Vasco, de 58 años, y remarcó que su hermano, asesinado en Los Surgentes junto con otros jóvenes, hoy tendría 61.

Carlos Araujo, ex jugador de Duendes y presidente de la UAR, también se acuerda del Ciruja. Tiene una foto enmarcada de la 5ª división del equipo verdinegro, de 1969, y al volverla a ver recordó una anécdota: “Una vez José Luis (Imhoff, ex Puma y técnico de Duendes) nos estaba entrenando y le explicó al Ciruja dónde poner los pies en el scrum: él jugaba de hooker. El Ciruja le dio un pisotón sin querer a Imhoff, que lo insultó por varios segundos mientras todos nos reíamos”, recordó.

El Ciruja cursaba algunas materias de Derecho en la UNR y escuchaba rock nacional. “El primer disco que llevó a mi casa fue el simple de Mañana campestre de Arco Iris, el grupo de Gustavo Santaolalla”, recordó el Vasco. También militaba en la Juventud Peronista. En 1976 estaba en la clandestinidad. “Bueno, recién empezaba esa situación porque en verdad él venía de vez en cuando a almorzar a casa, en el centro: de hecho un día de esos fue la última vez que lo vimos”.

Oyarzábal fue detenido el domingo 12 de octubre de 1976 en la vía pública con folletos de propaganda política; el mismo día en que el general Leopoldo Fortunato Galtieri se hizo cargo del II Cuerpo de Ejército. Estuvo cautivo en el Servicio de Informaciones (SI) de la ex Jefatura de Rosario (Dorrego y San Lorenzo) y junto a seis víctimas más fue trasladado a la localidad cordobesa de Los Surgentes, donde fueron acribillados en un camino rural. Tiraron los restos en una fosa común en el cementerio de San Vicente. En los primeros años de la democracia los restos fueron exhumados de manera descuidada, “a pico y pala”, lamentó su hermano. Y posteriormente fueron incinerados, lo que impidió establecer las identidades vía análisis de ADN. Su familia nunca los recuperó

domingo, 28 de junio de 2015

Rosario: perpetuas a cuatro represores del “cinturón rojo del Paraná”



El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 sentenció a prisión perpetua a Manuel Saint Amant, Antonio Bossie, Norberto Ferrero y Daniel Quintana. Fijó penas de 3 a 20 años de cárcel para otros ocho imputados, y absolvió a Guillermo Adrover. La megacausa “Saint Amant” comprobó la persecución política que sufrieron los obreros, estudiantes y militantes de la zona ribereña del Paraná, desde San Nicolás hasta Puerto General San Martín.

Por: Juan Manuel Mannarino-Fotos Leo Vincenti

Una nueva sentencia por delitos de lesa humanidad, en una región del Paraná entre San Nicolás y Rosario, comprobó el accionar represivo de la última dictadura para aniquilar la intensa actividad política, estudiantil, sindical y religiosa en los ‘70.  El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Rosario condenó a prisión perpetua a los represores Manuel Saint Amant, Antonio Bossie, Norberto Ferrero y Daniel Quintana. Además, fijó penas de 3 a 20 años de cárcel para otros ocho imputados, y absolvió a Guillermo Adrover. Los fundamentos de la sentencia serán dados a conocer el 7 de septiembre próximo, a las 10.
“El tribunal 
comprobó que todos los hechos traídos a juicio sucedieron y sólo hubo una absolución que apelaremos a Casación. A diferencia de otros juicios, tenemos dos nuevas perpetuas. Este juicio fue ejemplar porque se trataron causas esque taban separadas y eso permitió entender que hubo una actuación orgánica de la represión, entre el Ejército, la Policía Federal y la bonaerense para eliminar la militancia social”, dijo el fiscal Federico Reinares a Infojus Noticias.
La megacausa, caratulada “Saint Amant, Manuel Fernando y otros s/ privación ilegítima de la libertad agravada”, comprobó la persecución política que sufrieron los operarios, obreros, estudiantes y militantes sociales del llamado ‘cinturón rojo del Paraná’, como le solía decir el presidente de facto entre 1971 y 1973, Alejandro Agustín Lanusse, para referirse a la zona ribereña del Paraná, desde San Nicolás hasta Puerto General San Martín, por la importancia de la actividad industrial con empresas como Acindar, Somisa, Jabón Kopp y Celulosa Argentina